No hay dudas de que las próximas elecciones presidenciales de Colombia estarán marcadas por la influencia de las Farc. Así ocurrió cuando ganó Andrés Pastrana y de igual manera durante los triunfos consecutivos de Álvaro Uribe y de Juan Manuel Santos. Pastrana venció en 1998 montado en el caballo de la negociación con Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo. Uribe derrotó a Horacio Serpa en 2002 ofreciendo la “mano dura” contra las Farc y contra todo lo que oliera al Caguán y repitió mandato en el 2006 con el compromiso de terminar la tarea de “cortarle la cabeza a la culebra de las Farc”.
Curiosamente Santos ganó con los dos discursos: la primera vez en 2010 se ofreció como el continuador de la “mano dura” de Uribe y como su heredero político, mientras que su reelección en 2014 corrió por cuenta de su ofrecimiento de una paz definitiva con las Farc.
Las únicas elecciones presidenciales recientes que no tuvieron a las Farc como personajes centrales fueron las de 1994, ganadas por el candidato liberal, Ernesto Samper. En ellas el protagonismo se lo robó el cartel de Cali, que terminó financiando la campaña del candidato triunfador, aunque a sus “espaldas”, como reconociera el propio Samper.
Las próximas elecciones presidenciales tendrán, pues, de nuevo como protagonistas a las Farc, ahora como organización guerrillera desmovilizada y muy seguramente como movimiento político. De hecho, algunos congresistas, como el senador del Polo Democrático Iván Cepeda, han afirmado que están dispuestos a hacer alianzas con ellas, después de que firmen la paz con Santos.
“Así ha ocurrido en otros procesos de paz –sostiene Cepeda– como ocurrió con el M-19 y otros grupos, que una vez que se han convertido en fuerzas políticas legales, hacen alianzas políticas con distintos sectores y esas alianzas se hacen sobre planteamientos y programas. Vamos a esperar primero que las Farc y el Gobierno cumplan los acuerdos y después conocer los planteamientos”.
Aunque al aterrizaje de las Farc a la política nacional aún le falta el capítulo del Plebiscito, que servirá para refrendar lo pactado con el Gobierno en La Habana –luego de que la Corte Constitucional declare exequible lo aprobado por el Congreso de la República– lo cierto es que será esa consulta popular la que defina no sólo la suerte de los acuerdos, sino el futuro político y el papel de las Farc en las presidenciales de 2018.
Por cuenta de la negociación con las Farc, los movimientos y partidos políticos del país terminaron unificando sus posturas exclusivamente en torno a la paz. Ningún otro tema centra la atención de los dirigentes nacionales, pese a que recientes encuestas muestran que a la mayoría de los colombianos hay otros asuntos que les preocupan, como por ejemplo, el desempleo, la seguridad ciudadana, la economía, la salud y la justicia.
Y sobre la paz con las Farc hay dos posturas en Colombia: la del presidente Juan Manuel Santos, que se jugó a fondo para sacar adelante esa negociación, aun teniendo que pagar un alto costo político por ello; y la de Álvaro Uribe, que se opone de forma radical a que los acuerdos con las Farc en La Habana se materialicen, pues considera que sólo sirven para darle impunidad a los jefes de esa organización guerrillera.
Las posturas radicales –y hasta ahora irreconciliables– de Santos y Uribe terminaron por crear un escenario político-electoral bien interesante con miras a las elecciones presidenciales de 2018: el de un enfrentamiento entre una posible alianza de Santos con las Farc contra la de Uribe y todos los que se oponen a los acuerdos con ese grupo guerrillero.
Que el ex ministro de Defensa de Uribe termine aliado con el grupo guerrillero que su jefe combatió, no estaba en las cuentas de nadie. Pero ocurrió. Y ese nuevo escenario cambia el panorama electoral de 2018. ¿Quiénes serían los herederos de Santos? ¿Cuáles son las cartas presidenciales de Uribe? ¿Las Farc tendrían candidato propio? ¿Son viables las tercerías?
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