Desde mediados de marzo, uno de cada seis trabajadores ha solicitado el subsidio de paro en Estados Unidos desde que el corona virus obligó a las medidas de distanciamiento físico
El Político
La Cámara de Representantes de los Estados Unidos de América aprobó el nuevo paquete de rescate, por un valor de 484.000 millones de dólares, que el presidente Donald Trump tiene previsto firmar esta misma noche.
La oleada de despidos desde mediados de marzo es, con diferencia, la mayor desde que existen registros. Los expertos prevén una tasa de desempleo cercana al 20% en abril, cuando en febrero llegó a un mínimo histórico del 3,5%.
Los nuevos datos, ofrecidos este jueves por la Administración, alimentarán el debate sobre la urgencia de levantar las restricciones sociales que ayudan a contener la propagación del virus, pero abocan a la economía a una recesión, que muchos esperan será la mayor desde la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado.
Otros 4,4 millones de trabajadores despedidos solicitaron la semana pasada el subsidio de desempleo en Estados Unidos. En total, cerca de 26 millones de personas, o uno de cada seis trabajadores por cuenta ajena del país, han pedido la prestación en las últimas cinco semanas, desde que la pandemia del coronavirus obligó a imponer medidas de distanciamiento físico que llevaron a millones de negocios a cerrar sus puertas en todo el país.
Presupuesto aprobado
La Cámara de Representantes aprobó la tarde de ayer un nuevo paquete de rescate por valor de 484.000 millones de dólares, centrado en ayudar a las pequeñas empresas y proporcionar financiación a hospitales y a la realización de pruebas de diagnóstico de Covid-19.
Aprobada ya con anterioridad por el Senado, el presidente se dispone a firmar la ley esta misma noche. Con este nuevo paquete, la ayuda federal desde el comienzo de la pandemia se acerca ya a los tres billones de dólares.
Un colchón protector
Sin duda, Estados Unidos está en mejores condiciones que otras naciones para brindar un colchón protector a los ciudadanos frente a esta caída económica y emocional, pero no es suficiente. El frenazo de la economía provocará un bajón en la recaudación fiscal de los Estados y las administraciones locales, previsiblemente mayor de la que ya ocurrió durante la Gran Recesión, que obligó a recortes en servicios esenciales.
Gobernadores y regidores han pedido a Washington ayuda
La Asociación Nacional de Gobernadores pidió una ayuda de 500.000 millones de dólares para lidiar con la caída de recaudación derivada de “la más dramática contracción de la economía de Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial”. Pero el segundo paquete de rescate, a pesar de la insistencia de los demócratas, no contempla partida alguna en ese sentido.
El líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, ha dejado claro que sus legisladores no contemplan ayudas federales a los Estados y consistorios y ha hecho una polémica sugerencia: “Sin duda estaría a favor de permitir a los Estados que declaren la bancarrota”.
El equipo de McConnell ha publicado sus declaraciones bajo el título de “Parar los rescates de Estados azules”, en referencia al color asociado con el Partido Demócrata, que gobierna en algunos de los estados más golpeados por la pandemia, como Nueva York, California e Illinois.
“Qué pensamiento más feo”, ha respondido Andrew Cuomo, gobernador demócrata de Nueva York. “Piensen en lo que está diciendo. Mucha gente ha muerto, 15.000 personas han muerto en Nueva York, pero eran mayoritariamente demócratas, así que, ¿por qué ayudarles?”.
En su conferencia diaria de prensa, el presidente Trump no ha querido sumarse a las críticas de McConnell, pero ha señalado que algunos estados ya atravesaban dificultades financieras antes de la pandemia
Estados Unidos es hoy uno de los epicentros mundiales de la pandemia del coronavirus con más de 834.000 casos confirmados y 42.500 fallecidos.
La cifra de muertos por Covid-19 sigue incrementándose en cerca de dos mil cada día, pero en algunos de los lugares más golpeados, como Nueva York, las autoridades confían en que lo peor ya ha quedado atrás.
Algunos estados del sur del país han empezado a relajar las medidas de contención, decisiones que el propio presidente, que no oculta su impaciencia por reabrir la economía, ha calificado de prematuras.
Las 4,4 millones de solicitudes de desempleo de la semana pasada confirman, no obstante, una tendencia a la baja respecto a las 5,2 registradas la semana anterior y, sobre todo, desde el pico de 6,6 millones alcanzado en la última semana de marzo.
En muchos estados se ha confirmado un decrecimiento en los números, pero algunos analistas advierten de un posible repunte en semanas venideras debido a dos factores: los empleados despedidos que aún no han podido solicitar el subsidio por el colapso del sistema, y las solicitudes de trabajadores autónomos que ahora tienen derecho a subsidio al amparo del paquete de estímulo aprobado por el Congreso.
Los nuevos datos se han conocido poco antes de la apertura de la cotización en la Bolsa de Nueva York, cuyos principales índices han experimentado subidas de en torno a un 1%.
Estas se suman a los repuntes de ayer, pero se encaminan a un cierre de semana con ligeras pérdidas, después de un convulso arranque con los precios del petróleo en negativo por primera vez en la historia.
Resulta imposible pensar que esta inimaginable experiencia de mascarillas, distancia social, pérdidas humanas y cancelación de la vida no traerá consecuencias después de que termine la pandemia. Es pronto para saber exactamente cuáles. Cuanto más dure la crisis, mayor será el daño económico y social.
¿Dónde está la fortaleza de las barras y el brillo de las estrellas? “Washington ha fallado el test del liderazgo y el mundo está peor por ello”, se lamenta en Foreing Policy Kori Schake, directora de estudios de política exterior y defensa del American Enterprise Institute.
Es imposible descartar, lo hemos visto, que los meses venideros traigan un masivo rechazo político. “Dependerá”, puntualiza Kathryn Judge, profesora en la Escuela de Leyes de la Universidad de Columbia, “de hasta qué punto el precio es alto en términos de sufrimiento humano, vidas perdidas y el inevitable destrozo económico [el centro de estudios Brookings Institution habla de un coste global de 2,3 billones de dólares] que llegará. Porque el auge del populismo que barrió el planeta después de 2008 revela de qué manera tan profunda la indignación pública puede cambiar el mundo
“Vamos a estar más pendientes de lo nuestro, de lo público y de lo que nos protege, y crecerá el porcentaje de ciudadanos partidarios de aumentar (aunque tengan que pagar más impuestos) el gasto público en sanidad”, estima Carlos Cruzado, presidente de Gestha, el sindicato de los técnicos de Hacienda.
De momento, la pandemia vive en el presente. Acertar con el futuro de la economía suena complejo. Porque nadie sabe cuál será su peaje humano ni económico final. Aunque siempre hay optimistas. “Creo que la mayoría de los negocios, y desde luego los gigantes estadounidenses y de otros países, no fracasarán en el regreso a su actividad empresarial [una vez pase la crisis]”, observa en la agencia Bloomberg Edmund Phelps, premio Nobel de Economía. Por esos mismos pasillos resuenan otros tonos. “Superaremos esto y estaremos mejor dentro de 24 meses”, calcula, en una nota, Rob Lovelace, vicepresidente de la gestora Capital Group. Pero dos años es una espera inimaginable en millones de hogares.
Una de esas voces llenas de dinero es la de Larry Fink. La persona más poderosa de los mercados. Administra unos siete billones de dólares a través de BlackRock, la mayor gestora de fondos del planeta. Confinado en su casa, ha escrito una carta de 11 páginas a sus clientes, accionistas y trabajadores.
Defiende —claro— el brillo del capital. “Existen enormes oportunidades en el mercado”, apunta. E imagina un futuro diferente. “Cuando salgamos de la crisis, el mundo será distinto. La psicología del inversor cambiará. Los negocios cambiarán. El consumo cambiará”. Quizá la gente evitará los lugares concurridos como conciertos y restaurantes. “Entonces, ¿solo sobrevivirán las grandes cadenas y los pedidos online?”, se cuestiona Giles Alston, experto de Oxford Analytica. Parece improbable. Pero las camisetas llevarán estampadas la palabra “resiliencia” y en sus etiquetas se debería leer fabricado en “decencia”, “generosidad”, “honestidad”, “belleza”, “coraje”.
Poco a poco, el futuro económico se filtra al igual que la luz a través de una grieta. “Las políticas monetarias perpetúan el tipo del dinero alrededor del cero porque la inflación ha dejado de ser un problema”, prevé Roberto Scholtes, director de estrategia de UBS. La economía tendrá que responder a nuevas exigencias sociales. Políticas fiscales más expansivas, mayor presión por redistribuir la riqueza y habrá que diseñar partidas de gastos extraordinarias frente a nuevas epidemias o la crisis climática.
Emilio Ontiveros, presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI). Y avanza. “Llega una cuarta fase de la globalización y necesitamos una mayor coordinación multilateral. El BID, la Reserva Federal, el G20 y el Eurogrupo tienen que actuar con mayor ambición. Porque, de lo contrario, nos cargaremos el ahorro de la gente, las pensiones, el bienestar. Y la sociedad y la economía saldrán más empobrecidas tras la crisis”.
Urge una renta básica o cualquier sistema de distribución similar que dé protección a la gente en tiempos de emergencia y también de calma. Sobre todo después del inevitable aumento del paro que dejará el fin del enclaustramiento económico. Goldman Sachs cree que el PIB del mundo caerá un 1% este año.“Vamos a una recesión no vista desde la Gran Depresió
(Con información de El País)