Aunque no nombra a Leopoldo II reconoce las atrocidades cometidas por éste durante su reinado
Por primera vez, el rey Felipe de Bélgica reconoce los «actos de violencia y crueldad» infligidos durante el gobierno colonial de su país en lo que es ahora la República Democrática del Congo.
El monarca también ha expresado sus «más profundos remordimientos» por el «sufrimiento y la humillación» causados bajo el dominio belga en el país africano.
Lo hace en una carta enviada al presidente congoleño Félix Tshisekedi con motivo de los 60 años de independencia de la excolonia belga. Se trata del primer monarca belga reinante en reconocer las atrocidades cometidas durante el reinado de Leopoldo II, aunque no llega a nombrarle directamente. El Rey Felipe es un descendiente directo del gobernante del siglo XIX.
En la misiva, publicada en los medios belgas, el Rey Felipe elogia la «asociación privilegiada» entre las dos naciones a día de hoy aunque reconoce que ha habido «episodios dolorosos» en su historia en el siglo XX.
«Para fortalecer aún más nuestros lazos y desarrollar una amistad aún más fructífera, debemos ser capaces de hablar entre nosotros sobre nuestra larga historia común con toda verdad y serenidad», escribió.
«Me gustaría expresar mis más profundos remordimientos por estas lesiones del pasado, cuyo dolor ahora es revivido por la discriminación aún demasiado presente en nuestras sociedades», escribió el Rey Felipe.
«Continuaré luchando contra todas las formas de racismo. Aliento la reflexión iniciada por nuestro parlamento para que nuestra memoria se pacifique definitivamente».
Al tratarse de una monarquía constitucional, su declaración tiene que haber sido «acordada» previamente con el gobierno del primer ministro, Sophie Wilmès.
Reconociendo el pasado
Este inédito gesto por parte del rey Felipe llega después de la oleada de protestas en todo el mundo contra la desigualdad racial (Black Lives Matters), la cual se desencadenó el mes pasado en los Estados Unidos de América por la muerte de George Floyd, quien estaba bajo custodia policial.
Dicho asesinato ha reavivado el debate sobre el racismo en Bélgica, convirtiendo las numerosas estatuas de Leopoldo II en blanco del vandalismo. En el país hay un movimiento ciudadano que pide revisar la historia y descolonizar el espacio público, mediante la retirada de sus estatuas y renombrando las calles e instituciones que aún hoy llevan su nombre. Hay una petición en curso para eliminar todas sus estatuas que ya ha recibido más de 80.000 firmas.
Fue durante 25 años, desde finales del siglo XIX hasta principios del XX, que el Rey Leopoldo II de Bélgica administró de forma privada el conocido como Congo belga, con el que aumentó su fortuna personal, con la extracción del marfil y el caucho, por el que, según los cálculos, murieron 10 millones de congoleños en situación de esclavitud.
Ahora, varias organizaciones del país creen que ya es momento de pedir cuentas al rey y eliminar el medio centenar de estatuas del monarca que hay por todo el país. La activista belgocongoleña, Mireille Tseusi-Robert, piensa que es momento de acabar con el pasado colonial, aunque cree que es sólo el principio.
“Para nosotros, Leopoldo II perpetró un genocidio en el Congo, matando a 10 millones de personas. Así que creemos que hay que retirar estas estatuas y colocarlas en un museo, con un programa pedagógico, con las explicaciones que sean necesarias; pero no debe tener espacio en la ciudad, porque desde el momento en que erigimos un monumento o una estatua, es que no tenemos nada que decir, que felicitamos las acciones de la persona que la representa”, dice Mireille Tseusi-Robert.
Se retiró ya una estatua en Amberes del Rey, porque tras las protestas ciudadanas se dañó gravemente, aunque en la ciudad ya han avanzado que tras su restauración, muy probablemente se colocará en el museo. También se ha retirado un busto en la ciudad de Mons, y la Universidad Católica de Lovaina, y hay otras ciudades que estudian qué hacer. Es el caso de Bruselas, la capital del país, se creará una comisión de trabajo para decidir el futuro de los monumentos.
El secretario de Estado de la Región de Bruselas, Pascal Smet, estima que “ahora es el momento para debatir nuestro pasado colonial y su lugar en el espacio público. En el debate hay dos opiniones: los que piensan que hay que retirar las estatuas, porque glorifican un pasado. Y si no hay nada que glorificar, por lo tanto, hay que retirarlas. Pero otros piensan que no, que hay dejar las estatuas porque hay que recordar el pasado, forma parte de la memoria, y siempre se pueden contextualizar. No obstante, al margen del resultado de este debate, se necesita en Bruselas un memorial de la descolonización, porque no tenemos en ningún lugar del espacio público algo que nos haga enfrentarnos a nuestro pasado colonial”.
Antecedentes históricos
Bélgica, una nación europea, controló el país centroafricano desde el siglo XIX hasta su independencia en 1960. Bajo el reinado de Leopoldo II se produjo una explotación masiva de los recursos naturales del Congo para beneficio del Estado de Europa, sirviéndose de la esclavitud; las crueles torturas como la mutilación de manos y los asesinatos en masa estaban a la orden del día.
Aunque se desconoce el número exacto de fallecidos, se estima que entre cinco y diez millones de africanos murieron a causa de enfermedades y abusos durante el sangriento dominio colonial de Bélgica. El rey Leopoldo II renunció al «poder» en 1908, y Bélgica se anexionó formalmente el país, renombrándolo el Congo Belga hasta que logró su independencia en 1960.
Leopoldo II reinó durante 44 años, con lo cual se convirtió en el reinado más largo de cualquier monarca belga hasta el momento. Murió sin hijos que le sobrevivieran, por lo que su sobrino Alberto sería su sucesor.
Leopoldo fue el soberano, fundador y único propietario del Estado Libre del Congo desde 1885 hasta 1908, un proyecto privado encabezado por él mismo. Utilizó al explorador Henry Morton Stanley para ayudarle a reclamar el Congo, un área que actualmente ocupa la República Democrática del Congo.
En la Conferencia de Berlín de 1884-1885, las naciones europeas con intereses coloniales, que pactaron el reparto de África, se comprometieron a mejorar la vida de los habitantes nativos del Congo, al tiempo que confirmaron su posesión por parte de Leopoldo II.
Sin embargo, desde un principio el monarca ignoró estas condiciones y amasó una gran fortuna gracias a la explotación de los recursos naturales del Congo (caucho, diamantes, marfil y otras piedras preciosas) y la utilización de la población nativa como mano de obra forzada y esclava.
Los escritores y el Rey
Adam Hochschild explica en ‘El fantasma del rey Leopoldo’ la brutalidad del soberano y propietario del Congo. Casi al finalaparece una frase chistosa: «Leopoldo tuvo dos objetivos en su vida: morir milmillonario y desheredar a sus hijas». Vaya granuja, Leopoldo: su vida se lee casi como una comedia de tan malos que son los malos: codiciosos, mentirosos, gordinflones y lascivos como si fueran villanos de una ópera italiana
Hay que recordar otra frase que aparece en el prólogo del libro, una introducción firmada por Mario Vargas Llosa: «Es una injusticia que Leopoldo no figure con Hitler y Stalin como uno de los criminales políticos más sanguinarios del siglo XX».
Miró a África y encontró el río Congo y sus riveras. Ni los franceses ni los alemanes ni los ingleses ni los portugueses habían mostrado mucho interés por la región, de modo que Leopoldo (él, personalmente y no el Estado del que era jefe) reclamó su soberanía con el propósito de proteger a sus habitantes de las redes de traficantes de esclavos árabes.Era una excusa mala: Leopoldo buscaba, sobre todo, el marfil de los colmillos de los elefantes que compraba a cambio de chucherías. Buen negocio. Hasta que Europa descubrió la utilidad de la goma y Leopoldo se encontró con un tesoro: el Congo estaba lleno de árboles del caucho, la materia prima necesaria para la nueva revolución.El caucho fue el nuevo oro de la época de Leopoldo, pero tenía un problema: su extracción requería muchísima mano de obra. El rey de los belgas diseñó entonces un sistema de concesiones que, en el fondo, se basaba en la esclavitud de los congoleños.El núcleo de El fanstasma del rey Leopoldo cuenta el sistema de explotación implantado. Violaciones, mutilaciones, terror… Lo más ridículo de todo es que ese régimen era antieconómico. El maltrato a la mano de obra impedía que la colonia diera un rendimiento óptimo.
Todo esto suena a Joseph Conrad, ¿verdad? El corazón de las tinieblas ha sido criticada por no interesarse verdaderamente por los congoleños. Algo de eso hay, pero Hochschild valora la novela como un gran documento para retratar la incomprensible violencia de los contratistas de Leopoldo. Conrad es uno de los fascinantes personajes secundarios que aparecen en El fantasma del rey Lepoldo.Por ahí asoman también Stanley (el de «Livingstone, supongo»), el siniestro cómplice de Leopoldo, un hombre acomplejado y un falsario que inventó su biografía. También está sir Roger Casement, el héroe de El sueño del celta, de Vargas Llosa. Casement fue uno de los primeros europeos que denunció la barbarie en el Congo.Cuando murió Leopoldo, Bélgica heredó la propiedad de su rey y estableció una colonia un pcoo más razonable.Después, el Congo se independizó y se convirtió en el Zaire, pero nunca llegó a ser un país próspero y justo: Mobutu, la cleptocracia, la brutalidad… «Hay un hilo que lleva desde Leopoldo hasta nuestro tiempo en el Congo. Es difícil que la democracia salga adelante en un país en el que la historia de su Gobierno se ha basado siempre en el saqueo», termina Hochschild.
El pasado colonial de Bélgica y su mirada crítica entre la sociedad sigue siendo una asignatura pendiente. La figura del Rey Leopoldo II también, dio orgullo nacional al país y creó edificios y lugares que llevaron a Bruselas al esplendor de una metrópoli colonial. Pero ahora, en pleno siglo XXI, se considera que ya es momento de enfrentarse a un pasado tan difícil de mirar a los ojos.
(Con información de ABC)