No hay duda alguna: el populismo es una peligrosa fuerza que, no solo se ha instalado en países mayormente subdesarrollados. Un ejemplo aplastante: la Venezuela chavista. Y otros: Evo Morales (Bolivia), Jair Bolsonaro (Brasil), Andrés López Obrador (México). Pero líderes populistas también copan las escena en el mundo desarrollado: Bernie Sanders, Donald Trump (Estados Unidos) o Italia (Silvio Berlusconi) o la tropa de Podemos (España).
Si lo notan, en la lista anterior hay de todo: de izquierda asiática a conservadurismo, pasando por neopragmatismo.
Gonzalo Morales Divo / El Político
No les falta razón en muchas de sus quejas, pero recordemos que mucho de lo que decía Hugo Chávez sonaba razonable (para los muchísimos que le creyeron y que ahora lo niegan como si fuera la confesión de un asesinato): él decía que los partidos se habían corrompido, que la deuda externa había aumentado, que las instituciones no funcionaban correctamente.
Pero ¿alguien se atreve a equiparar la Venezuela de 1999 con el desastre que produjo el chavismo en poco más de 20 años?
Ejemplos
El "Brexit" fue una llamada de atención y ha probado que hasta uno de los países más educados del mundo es capaz de darse un flamante tiro en el pie. Y, en su momento, las repercusiones fueron tan inmediatas que el evento influyó en las elecciones españolas, donde los ciudadanos prefirieron a políticos algo desgastados y con hojas de vida todo menos impecables, en vez de los apóstoles del "asalto al cielo" que hubieran transformado el sainete español en una danza de la muerte (política).
En Estados Unidos el partido demócrata dio una muestra de preferir lo malo conocido, en vez de ese un polulista de izquierda dura: Bernie Sanders, que con mucho gusto iba a gastarse todo el dinero ajeno. ¿Decía Sanders cosas razonables? Pues claro que sí. Pero "it’s what you do, stupid!" (el "stupid" viene de un viejo chiste de la era Bill Clinton).
El establishment es impopular, mejor dicho, propio de la "mayoría silenciosa", mientras que el otro entusiasma porque vislumbra posibilidades. ¿Qué empuja esas convicciones? Pura emocionalidad.
Donald Trump es un caso aparte, populista pero más aún, "voluntarista", tuvo un gobierno nada colectivo sino, más bien, individualista. El hecho de ser un "outsider" lo mostró ignorante por igual de múltiples facetas de gobierno, que lo que dice hoy puede cambiarlo mañana y que siempre hay oportunidad para dividir más al electorado en "nosotros" y "los otros".
¿Dijo Trump cosas razonables? Sí, como todo populista, algunas ridículamente ciertas, pero cuando uno extrapola su autoritarismo, desconocimiento, "flipflopismo", improvisación y emocionalidad en vez de racionalidad… las perspectivas de una reelección trumpiano asustaron a los expertos, analistas y personas que ven la política sin demasiada emocionalidad y mucho menos militancia.
Decisiones
Sin afán de decirle al lector qué hacer para evitar o convivir con el populismo, en este caso ya no desarrollado sino de toda índole, cuando está ante una papeleta electoral o una decisión política trascendente, sugerimos hacerse algunas preguntas:
- ¿Es lo actual tan malo como nos lo han hecho creer?
- Éste que me promete el cielo ¿qué ha hecho para merecer mi voto? ¿Tiene alguna experiencia u obra ligeramente relacionada con la tarea de gobernar? Y en todo caso ¿quién es?
- ¿Qué dice la gente no partidista experta en economía, política, etc, de sus propuestas?
- ¿Qué dicen mis periodistas favoritos?
- Si ya reconozco a un populista a un año-luz de distancia ¿Este candidato o propuesta cae en esa categoría? (Vale "demagogia").
- ¿Qué clase de gente lo sigue y con cuánto fervor? (Mientras más fervor menos racionalidad).
- ¿Hay extremismo de derecha o izquierda? (Mientras más centro, para mí, mejor).
- ¿Vale la pena dejar el status quo por esto?
Da incluso lástima decirlo pero el establishment (léase Hillary Clinton), que uno en general consideró inmóvil, falto de ideas y "resbaloso", parece ahora mejor que cualquier salto al vacío tipo Chávez, Trump o #Brexit.