El despido del filósofo, Fernando Savater, por parte del diario español El País es un ejemplo de intolerancia política y demuestra que, una vez más, la izquierda no está dispuesta a aceptar opiniones o pensamientos distintos a los suyos.
El Político
Durante 47 años, Savater ha sido un colaborador ininterrumpido del periódico, desde su fundación, pero su despido se produce solo unas horas después de una entrevista en la que expresó críticas sobre la evolución ideológica del diario.
En la entrevista, Savater lamenta el cambio de El País de ser un periódico crítico y plural a convertirse en un medio gubernamental abiertamente. Señala también un quiebre en el periódico con la llegada al poder de Pedro Sánchez, e incluso critica la pérdida de independencia respecto a etapas anteriores.
Durante la entrevista, también le preguntaron si se había distanciado del periódico El País debido a su evolución ideológica, a lo que Savater respondió: "Considero que el periódico ha experimentado un cambio significativo, pasando de ser crítico y plural a convertirse en un medio gubernamental abierto". No obstante, añadió que él también ha experimentado cambios.
A pesar de su larga trayectoria y contribución al periódico, sus opiniones parecen haber sido motivo suficiente para que se le despidiera. Es indignante que se prescinda de alguien con tantos años de experiencia y conocimiento por expresar sus creencias ideológicas.
Además, Savater no solo es una figura importante en el ámbito periodístico, sino también un referente en el ámbito académico. Dio clases por más de 50 años en distintas universidades, influyendo en varias generaciones con sus libros y ensayos filosóficos, políticos y literarios.
Cabe recordar que Savater también fue uno de los fundadores del movimiento ¡Basta ya! contra el terrorismo de ETA, un tema que ha marcado la historia reciente de España.
El despido de Fernando Savater ejemplifica la injusticia que pueden enfrentar las personas, especialmente en el ámbito periodístico que sirven. Su extensa trayectoria y sus valiosas contribuciones a la sociedad no merecen ser pisadas.