Juan Guaidó, proclamado ‘presidente encargado’ en enero de 2019, no logró aplacar el malestar de unos socios cada vez más críticos que le llevaban meses reprochando la falta de avances frente a un Maduro cada vez más autoritario e integrado en la comunidad internacional.
El Político
Un diputado de 35 años, un desconocido fuera del país e incluso entre los venezolanos que no estaban acostumbrados a seguir la letra pequeña del rompecabezas de la política local, se acababa de proclamar “presidente encargado”, reportó ElPais.
En contexto
El presidente de la Asamblea Nacional, de mayoría opositora, se proclama presidente interino de Venezuela en medio de protestas contra el régimen de Nicolás Maduro.
Su proclamación tuvo lugar el 23 de enero de 2019, en la plaza Juan Pablo II del Municipio Chacao, un bastión tradicional de las fuerzas antichavistas.
Ese día, hace casi cuatro años, predominaban dos ideas: la de cambio, que llenaba de esperanzas a las bases de la antigua coalición opositora, y la tensión política que, con las horas, reemplazó el ambiente de euforia.
Tras el anuncio de Guaidó, Trump dice que EEUU lo reconoce como el presidente legítimo. Maduro acusa a los Estados Unidos de respaldar un intento de golpe de Estado y les da a los diplomáticos estadounidenses 72 horas para abandonar el país.
El País explica que los primeros días de Guaidó fueron una secuencia de vértigo. Su irrupción en la primera línea no fue espontánea ni improvisada, llevaba meses gestándose con el conocimiento de la Administración de Donald Trump.
El objetivo era derrocar a Maduro, poner en marcha una transición y convocar elecciones, pero desde sus comienzos y hasta su caída el pulso que intentó echar al Gobierno planteaba un problema de lenguaje: nombrar lo desconocido.
Fórmulas como “presidente encargado” o “gobierno interino” no tenían precedentes y, de facto, el presidente real nunca perdió el control de la maquinaria del Estado a pesar de la enorme presión interna y externa, las deserciones de militares y las traiciones.
Sin embargo, el desafío que el joven dirigente de Voluntad Popular, el partido fundado por Leopoldo López, lanzó a Nicolás Maduro terminó formalmente este viernes con la oposición al borde de un estallido.
A riesgo de todo, y con las herramientas que tenemos, siempre defenderemos a nuestra gente y a Venezuela.
Hemos reiterado que la Presidencia encargada responde al interés de los venezolanos. Nuestro deber es plantear soluciones y trabajar para lograrlas. pic.twitter.com/5FlKVWnNXe
— Juan Guaidó (@jguaido) December 29, 2022
¿Por qué es importante?
El final del "Gobierno interino" de Venezuela, herramienta constituida por la oposición política como alternativa a Nicolás Maduro, marca un inédito punto de inflexión.
El creciente malestar en las filas opositoras por la falta de avances en materia de democracia y Derechos Humanos en el país sudamericano lleva a la mayor parte de los diputados de la Asamblea Nacional de 2015 a votar a favor del final del Gobierno interino de Guaidó.
Esta administración, con acceso a importantes recursos financieros en el exterior, se extinguirá el 5 de enero. Para Guaidó, es un "salto al vacío" que beneficia en última instancia a Maduro.
En esta Navidad pedimos al niño Jesús por la unidad de la nación y el regreso de nuestras familias.
Son tiempos difíciles por las dificultades que vive Venezuela y la añoranza de nuestros afectos que están lejos. Recuperar las navidades como las conocíamos mueve nuestra lucha. pic.twitter.com/JtdSV8wtk4
— Juan Guaidó (@jguaido) December 24, 2022
Entre líneas
La oposición siempre rechazó el uso del calificativo “autoproclamado” y esgrimió la Constitución aprobada por Hugo Chávez para argumentar legalmente la disputa.
El artículo 233 contempla, entre los supuestos para considerar como vacante el cargo de presidente de la República, “el abandono” del mandatario, en cuyo caso está prevista su sustitución provisional por el jefe del legislativo.
Ese abandono, según la interpretación de los opositores, respondía a una situación de usurpación del poder que, a su entender, se había originado en las presidenciales de 2018, celebradas sin suficientes garantías, sin apenas competencia y en medio de acusaciones de fraude.
No obstante, la jurisprudencia tuvo poco que ver con lo sucedido y siempre fue un pretexto para justificar una batalla política que, por otro lado, ya tenía suficientes asideros:
– La profunda crisis económica que provocó un éxodo de millones de personas a la represión de las fuerzas de seguridad chavistas, los presos políticos o las denuncias de graves violaciones de derechos humanos formuladas por varios organismos, con Naciones Unidas a la cabeza.
Con todo, el consenso en torno a la figura de Guaidó fue al principio prácticamente unánime en las filas de la oposición y también en el tablero internacional.
El mayor apoyo a su proyecto fue el reconocimiento explícito de casi 60 países.
En 2019 gobernaba Trump en Estados Unidos y el impulso de la Administración del magnate, al igual que el de Iván Duque desde Colombia, fue determinante para mantenerlo a flote y probablemente para que no fuera detenido.
También se sumaron, con más prudencia, varios Gobiernos europeos, entre ellos España, uno de los primeros en reconocerlo como presidente, auparlo y, con el tiempo, ignorarlo sin romper con él de forma explícita. También la propia Unión Europea, que le retiró el respaldo en 2021.
Esa unanimidad empezó a resquebrajarse meses después. Las críticas empezaron a llegar desde dentro, de los sectores opositores que veían en la construcción del “gobierno interino” una entelequia sin salida y también del ala más ultraderechista que reclamaba una intervención militar extranjera.
En conclusión
El País refiere que la decisión de la gran mayoría de la oposición -el llamado G-3, integrado por los partidos Primero Justicia, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo- de acabar con esa estrategia para emprender otro camino se produce, además, en un contexto geopolítico preciso.
Ni el mundo ni América Latina son los mismos que hace cuatro años. La invasión de Vlaiímir Putin en Ucrania ha tenido efectos insospechados, como un acercamiento entre Washington y Caracas a cuenta de la crisis energética.
En la región, empezando por la vecina Colombia, han cambiado los equilibrios políticos. Mientras tanto, la oposición y el chavismo han vuelto a sentarse en México, bajo el auspicio de Noruega, para pactar un proceso electoral con garantías en 2024.
En medio quedan varias acciones cuestionadas no solo por su fracaso sino por ser una peligrosa mecha de confrontación civil. Todas buscaban, en última instancia, provocar una rebelión masiva de las fuerzas armadas que nunca se produjo.
De nada han servido los alegatos de última hora de varias figuras de la academia, juristas y de la sociedad civil, pues el liderazgo de Guaidó ha estado marcado por acusaciones de corrupción y manejos opacos de los activos en el exterior.
Además, el fin de sus atribuciones, por simbólicas que fueran, asestan también un golpe a su formación, Voluntad Popular, y a Leopoldo López.
El diseño de esta etapa responde precisamente a la estrategia del exalcalde de Chacao. Guaidó le dedicó parte de su discurso el día en que se autoproclamó, ese 23 de enero de 2019.
“Recuerdo las palabras de mi hermano Leopoldo López, quien hoy se encuentra injustamente preso por levantar su voz contra el régimen”, dijo. Meses después, el 30 de abril, logró su liberación del arresto domiciliario.
El político se resguardó en la Embajada de España en Caracas hasta su fuga, en octubre de 2020.
Pero esa es otra historia y hoy la oposición venezolana está centrada en unas primarias, previstas para junio de 2023, en las que Guaidó está decidido a participar pese a la pérdida de apoyo popular y al desgaste de unos años muy complejos. Sobre todo, tiene ante sí la urgencia de recuperarse de una fractura sin aparente vuelta atrás.