La embajada de EEUU en el malecón habanero, una fea mole de hormigón al estilo soviético y con seis plantas de altura, espiada desde siempre por la comisaría colindante y rodeado de un mar de mástiles y banderas de la llamada Tribuna Antiimperialista, fue reabierta el 20 de julio de 2015 para regocijo de los cubanos y ante la atenta mirada del mundo. Se ponía fin (momentáneo) a medio siglo de hostilidad entre los dos países y de guerra fría a pocas millas del territorio estadounidense, que tantos capítulos con renglones torcidos dejó escritos para la Historia.
El Político
Los analistas dijeron entonces que se trataba de la escenificación ante el altar diplomático de algo parecido a una boda, con toda una vida feliz por delante. Pero se equivocaron: cambió el novio y se volvieron a divorciar. Los primeros efectos (restablecimiento de vuelos comerciales, flexibilización del embargo comercial, destino de moda para el turismo de EEUU y el desembarco de los gigantes Google, Marriot o Airbnb) fueron pulverizados tras la irrupción de Donald Trump.
Cinco años después, el gran símbolo del deshielo puesto en marcha por Barack Obama se ha congelado en medio del calor caribeño y sus restos ahogan la economía cubana como si de otro Periodo Especial se tratase. La situación es tan extrema que el ministro de Economía, Alejandro Gil, ha anunciado por sorpresa esta semana un viraje aperturista que pareciera, con todos los interrogantes, "un segundo momento de las reformas de Raúl, una segunda fase dando continuidad a muchas de las cosas que quedaron pendientes", desvela para EL MUNDO el economista cubano Pavel Vidal.
Precedido por mensajes fundamentalistas del presidente Miguel Díaz-Canel, dirigidos a calmar a las fuerzas más conservadoras, el ministro Gil, de origen canario, reconoció la importancia del mercado, anunció el fin del experimento de las cooperativas, criticó los métodos administrativos de la regulación de la economía, abrió nuevos horizontes a pequeña y mediana empresas y a los cuentapropistas, además de apostar por la dolarización parcial de la economía.