Argentina supera el millón de casos de COVID-19. El abordaje de la pandemia por parte del gobierno de Alberto Fernández es, como mínimo, desafortunado. En febrero el ministro de Salud, Ginés González, decía que "China queda muy lejos y el virus no llegará". Cuando se produjo el primer caso, en marzo, en el país escaseaban los tapabocas y el alcohol. Ese fue el comienzo del drama de la actualidad.
El Político
El bajo nivel de testeos es una de las fallas evidentes del manejo del coronavirus en Argentina. Al no detectar suficientes casos, tampoco se puede aislar a las personas vinculadas con el paciente de COVID-19. Es así como el virus se expandió de una manera veloz desde que llegó contagiado el primer viajero que estuvo por España e Italia, el 3 de marzo pasado.
Desde el inicio de la pandemia solo se han hecho 2.373.496 testeos. Y aunque la cifra es baja, mejoró mucho en comparación con el ínfimo número de detección de casos cuando el coronavirus empezó a propagarse.
Al no haber suficientes testeos, es difícil saber quién está enfermo y proceder a su aislamiento. Más difícil aún resulta aislar al entorno cercano al contagiado de COVID-19. Así la enfermedad se fue extendiendo de la Ciudad de Buenos Aires a su periferia, el conurbano.
En el resto de las provincias los brotes iniciales de coronavirus fueron incipientes. Sin embargo, en la medida en que la cuarentena se hizo eterna y la población empezó a no soportar el aislamiento, los contagios trascendieron las fronteras entre provincias.
World In Data, un sitio web especializado en estadísticas de la pandemia, señala que Argentina es el país con más muertos por millón de habitantes. Uno de los asesores del presidente Alberto Fernández, el infectólogo Eduardo López, le sale al paso a tan grave afirmación.
En declaraciones a Infobae, aseguró que “no es correcto catalogar a un país por su cantidad de muertes diarias por millón de habitantes”. “Nunca se hizo así. Un día podemos tener 120 muertes diarias y otro, cero. Es una fluctuación”.
Al inicio de la pandemia no se conseguían tapabocas ni alcohol en prácticamente toda la Argentina. Nadie estaba preparado para el virus con algo tan básico. Aun así, la población adoptó todas las medidas de higiene posibles, improvisó barbijos y llenó botellitas con agua jabonosa.
La ciudadanía acató las tres primeras extensiones de la cuarentena, pero luego vino el agotamiento mental y físico generado por el encierro y se relajó, de facto, el aislamiento social, explica Crstina Freuler, médico infectólogo.
Subió la cifra de contagios a partir de mayo y ha sido indetenible desde entonces. El ministro de Salud, Ginés González, quien decía en febrero que el virus no llegaría a Argentina porque China queda muy lejos, afirma en octubre que han hecho lo mejor para contener la pandemia. Asegura que sin la cuarentena, que ya supera los 214 días, la cifra de contagios y muertes sería superior.
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