El Político.- Niños con barrigas abultadas, con los huesos pectorales sobre salientes y con pesos por debajo de la talla es el cuadro generalizado de los infantes en las comunidades indígenas waraos en el estado Delta Amacuro. Sobreviviendo gracias a las bondades que el bosque les ofrece: algunas frutas silvestres, la caza y la pesca, además de lo poco que cosechan en las orillas del Orinoco.
Miembros de esta comunidad viven a merced del hambre y la desnutrición. Zunaida Fuentes, madre de siete niños en Korokoina, declaró que no tienen nada, que sólo hay hambre. Su familia, al igual que otras de la comunidad, sobreviven gracias a la cosecha y la pesca.
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— El Político (@elpoliticonews) October 27, 2017
En los últimos meses, las familias waraos que huyen y cruzan la frontera con Brasil en busca de comida han sido noticia en medios internacionales. Las autoridades de Boa Vista, capital del estado brasileño de Roraima, contabilizan entre 2014 y 2016 un total de 536 deportaciones de indígenas waraos.
Una maestra de la comunidad, identificada como Matilde Fuentes, señaló que se encuentran abandonados por las autoridades. “No tenemos energía eléctrica, tomamos agua directa del río, no tenemos escuela ni dispensario, ni mucho menos redes de agua servida ni de excretas“.
Las enfermedades que más se ven son la diarrea, vómito, fiebre y algunas infecciones crónicas como tuberculosis y desnutrición. El ambulatorio de la comunidad se encuentra desprovisto de medicinas.
La FAO señala en su informe “El Estado de la Seguridad Alimentaria y Nutrición” en el mundo correspondiente a 2017, que Venezuela es el país con más aumento en el número de subnutridos; es decir, de personas mal alimentadas, al pasar de 2,8 millones con subnutrición en 2015, a 4,1 millones en 2016, con una prevalencia de 13% de su población.
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