No tenemos que esperar hasta enero de 2025: el efecto Trump ya está en marcha.
Por Arturo McFields, Colaborador de Opinión de The Hills – Traducción El Político
En Venezuela, la dictadura de Nicolás Maduro está liberando presos políticos. En Nicaragua, Daniel Ortega y su esposa aprueban una reforma constitucional radical que consolida el poder. En Cuba, el régimen amplifica la represión y la vigilancia sobre sus ciudadanos.
Los autócratas están en modo pánico
En julio de 1980, el entonces candidato Ronald Reagan dijo: «Sabemos demasiado bien que la guerra no llega cuando las fuerzas de la libertad son fuertes, sino cuando son débiles. Es entonces cuando los tiranos se ven tentados».
El presidente electo Donald Trump ha anunciado que promoverá «la paz a través de la fuerza», una estrategia que Reagan puso en práctica como parte de su visión de la política exterior. Y los vientos de cambio tienen atemorizados a tiranos como Nicolás Maduro y sus compinches.
Maduro ha felicitado a Trump por su decisiva victoria, ha alabado el civismo de los ciudadanos estadounidenses y suplica diálogo a su archienemigo. Con casi 2.000 presos políticos, el ungido de Hugo Chávez suplica ahora clemencia. No está dispuesto a transferir el poder de forma democrática, pero el régimen quiere un nuevo comienzo.
Maduro ha escuchado a los mismos analistas y think-tankers de Washington que vaticinaron la derrota de Trump. Diferentes analistas juran y creen que habrá negociaciones, porque Trump, según ellos, es transaccional y le gustan los hombres fuertes como Maduro. No parece ser el caso.
El régimen bolivariano chavista de Venezuela quiere repetir los juegos de sombras que hizo con el presidente Biden. Maduro es un dictador, pero no es estúpido. Prometió elecciones libres para conseguir que se levantaran las sanciones, se liberara a sus sobrinos narcotraficantes y se devolviera a su gestor financiero Alex Saab de la custodia estadounidense. Y, por supuesto, era mentira: amañó las elecciones de todos modos.
Pero los tiempos han cambiado y hay un nuevo sheriff en la ciudad
El nicaragüense Daniel Ortega también tiene miedo. Las actividades de espionaje de su estado policial se han redoblado a todos los niveles, dentro y fuera de su partido. Está desterrando a sacerdotes, músicos y a cualquiera que se atreva a decir lo que piensa.
En 2018, durante la rebelión cívica en Nicaragua, el ministro de Relaciones Exteriores Denis Moncada y el embajador Francisco Campbell llegaron arrastrándose sobre sus manos y rodillas a la oficina del senador Marco Rubio (R-Fla.), prometiendo diálogo y paz. Pero el régimen de Ortega nunca cumplió su palabra con elecciones justas.
Cuba, mientras tanto, ha respondido al miedo con más represión. El régimen con 1.200 presos políticos y 65 años en el poder sabe que se avecinan días amargos. La administración Trump, y en particular su anunciada secretaria de Estado designada, conoce muy bien el régimen. Rubio es hijo de emigrantes cubanos que vivieron en primera persona la brutalidad del régimen castrista.
Cuba está a oscuras y sometida a la represión. El Estado comunista no puede gestionar la industria ni los servicios básicos. Ha destruido los sectores agrícola y pesquero de la nación. La única excusa del gobierno para sus fracasos, que ya nadie cree, es que es víctima de un embargo internacional que ya no existe.
Rubio y el representante Michael Waltz (republicano de Florida), elegido por Trump como asesor de seguridad nacional, son las dos pesadillas de las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Ellos pondrán los abusos de estas dictaduras en la agenda de Trump. No olvidemos que estos regímenes son los principales causantes de la migración masiva a EE.UU.
Y las relaciones de Cuba, Nicaragua y Venezuela con Irán, Rusia y China representan una grave amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos. La nueva administración no apoyará la política de diplomacia blanda, el multilateralismo o la relajación de las sanciones. Esos días han terminado.
Los dos primeros años son primordiales. Es el momento en que la administración contará con el pleno apoyo del Congreso para garantizar el fin de las tiranías comunistas. El tiempo es esencial. Una política exterior sólida y un enfoque de seguridad nacional serán componentes clave para garantizar cambios significativos en el hemisferio occidental.
Los líderes de la oposición de Cuba, Nicaragua y Venezuela ya han comenzado a acercarse a la administración Trump. Están convencidos de que quizás esta sea la última oportunidad para deshacerse de las dictaduras y restaurar la democracia. El momento es propicio, y el liderazgo también.