Fallida resultó la estrategia de Nicolás Maduro para contener el alza en el coste de los bienes y servicios. Agosto cerró con un Índice de Precios al Consumo (IPC) de 13,6%, lo que deja a Venezuela con una inflación anualizada de 144,6%.
El Político
Subidas en las tarifas del internet y la telefonía móvil, aumentos en el valor de los alimentos, además de incrementos en los sectores transporte y educación privada fueron algunos de los fenómenos que provocaron el repunte inflacionario.
Gracias a la quema de reservas del Banco Central y a la inyección continua de divisas en el mercado venezolano, el chavismo había conseguido cierta estabilidad cambiaria.
Siendo Venezuela un país en el que la volatilidad de los precios depende, en mucho, del equilibrio del bolívar con respecto al dólar estadounidense, la administración Maduro había logrado cinco meses consecutivos con un IPC por debajo de los dos dígitos.
El buen resultado se desvaneció, sin embargo, el mes pasado. El Banco Central no pudo evitar la depreciación de la moneda venezolana.
Durante el octavo mes del año, el bolívar experimentó una pérdida de 10,5% de su valor y el mercado, presa de la inestabilidad e incertidumbre, reaccionó disparando el costo de los bienes y servicios.
Con una inflación en subida y con los salarios del sector público congelados desde marzo de 2023, el poder adquisitivo de los trabajadores activos, de los jubilados y pensionados se mantuvo en caída libre.
El bajón en los ingresos percibidos por la clase trabajadora se tradujo, a su vez, en una caída del consumo. Como consecuencia, la economía venezolana permanece contraída o, lo que es lo mismo, en recesión desde comienzos de año.