Todos los republicanos están ampliamente preocupados por la carrera en Georgia que hoy se está desarrollando. Excepto el presidente Donald Trump, en un extraño ajedrez político incomprensible para la mayoria de los estadounidenses.
El Político
Trump durante las últimas semanas ha hecho todo lo posible por sabotear las posibilidades de su partido para conseguir una victoria en estos comicios.
El resultado, que no se conocería sino hasta después del miércoles, es esperado con ansias por toda la nación, pues de este depende el futuro de la agenda legislativa del presidente electo Joe Biden en sus primeros dos años de gobierno.
En las elecciones generales del año pasado, recordadas por sumergir al mundo en la incertidumbre durante días, los estadounidenses eligieron a su próximo presidente. Pero esto solo era una parte de la historia.
Varios estados tenían comicios para elegir representantes a la Cámara y al Senado, entre otros cargos, y Georgia hacía parte de la lista de estados que tenía curules en juego.
Clave para control del Senado
El asunto con Georgia es que ninguno de los candidatos, para llenar las dos curules del Senado, logró más del 50 % de los votos, por lo que se tuvo que celebrar una segunda vuelta para decidir al ganador.
Dos demócratas, el periodista Jon Ossoff y el reverendo afronorteamericano Raphael Warnock, buscan derrotar en los comicios de hoy, 5 de enero a los ocupantes de los escaños correspondientes a ese estado en la Cámara Alta del país, los republicanos David Perdue y Kelly Loeffler, respectivamente.
Estas dos curules de Georgia son claves, pues de momento las cuentas en el Senado dejan a los republicanos con la mayoría. Hay 50 senadores republicanos frente a 46 demócratas y dos independientes, que se suman con frecuencia al voto demócrata.
Es decir, si los demócratas ganan las dos curules en juego en Georgia, tendríamos un empate sobre el papel en los votos sobre proyectos de ley controvertidos. Esto es muy importante, pues en caso de llegar a esta instancia de empate, sería la vicepresidenta electa, Kamala Harris, la que lo rompa.
En resumen, las elecciones del martes determinarán si los demócratas toman el control del Senado.
Así, el Partido Demócrata tendría el control total del Congreso, pues ya tiene mayoría en la Cámara de Representantes, la Casa Blanca y ahora sumaría la Cámara Alta.
Afirmaciones falsas y verdades a medias
El presidente Trump ha pasado las últimas semanas lanzando afirmaciones falsas sobre las elecciones presidenciales en el país. Pero especialmente en Georgia, donde ha llegado a asegurar que hubo fraude en su contra y que las próximas elecciones al Senado son “inconstitucionales” e igualmente “fraudulentas”.
Algunos republicanos temen que este discurso ahuyente a los votantes de las urnas y que con esto el presidente le esté dando una ventaja a los demócratas.
Dos de los abogados que presentaron demandas a favor de Trump alegando una “mala conducta electoral”, y que fueron derrotados en los tribunales, han alentado a la gente a no votar en la segunda vuelta aduciendo un nuevo fraude.
Lo que llevó a que algunas voces republicanas se pronunciaran. “Hemos observado con creciente preocupación cómo el debate en torno al sistema electoral del estado ha hecho que algunos dentro de nuestro partido consideren si la votación en la próxima segunda vuelta es importante”, señaló un grupo de prominentes republicanos de Georgia, incluido el exgobernador Nathan Deal, en una carta pública.
Hasta Donald Trump Jr., el hijo del presidente, invitó a rechazar los pedidos que provenían de los mismos seguidores de su padre para no votar.
El caballo salta
El discurso de Trump sobre el supuesto fraude desvió la atención sobre la batalla que estaban a punto de tener los republicanos en las urnas, dividió al partido y causó mucha confusión.
“He escuchado a algunos de mis empleados, algunos de mis compañeros de trabajo, que dicen que no creo que valga la pena votar debido a todo el fraude”, le dijo Angie Mingledorff, una mesera de Savannah, Georgia, a The Washington Post.
El impacto de esto se puede ver en la participación de los republicanos en el voto anticipado, el cual fue notablemente bajo. Para algunos estrategas republicanos, como Jay Williams, el mensaje de Trump fue equivocado, pero quizás no tenga un gran impacto,
“La mayoría de estos votantes que se presentan en estas elecciones son bastante sofisticados y entienden lo que está en juego”, le dijo Williams a The Guardian.
El daño que pudo causar ese discurso de Trump en este estado quedará en evidencia esta semana y será objeto de estudio para el futuro del partido.
Alfiles a la carga: confusión y discordia
El nuevo paquete de estímulo económico para responder a la crisis que dejó la pandemia, dio mucho de qué hablar en las últimas semanas. En resumen, miles de estadounidenses necesitaban de esta ayuda para poder pagar deudas y sobrevivir.
Demócratas y republicanos pelearon durante meses en el Congreso por aprobar un plan de ayuda de emergencia. Los primeros querían girar un cheque de US $2000 a los ciudadanos necesitados. Los segundos consideraban que esto era demasiado dinero y exigían un monto menor, pues temían que un paquete tan grande descuadrara el prespuesto fiscal de la nación.
En este tira y afloje el cheque quedó en un valor de US $600. La negociación fue difícil, pero hubo un trato finalmente a finales de diciembre de 2020. Solo faltaba la firma de Trump para que fuera una realidad, pero este se negó a firmar.
Los peones esperan
El presidente Trump sorprendió a todos al exigir, como los demócratas, que el monto del cheque fuera de US $2000. Si este no subía de US $600 no lo iba a firmar (aunque finalmente lo hizo).
Nunca se le vio involucrado en las negociaciones sobre el paquete económico y, de hecho, había apoyado a los republicanos en su propuesta de ayuda. Pero este cambio de posición tan abrupto, que pasmó a muchos en su partido y alegró a sus adversarios, tiene una explicación, según analistas locales: venganza.
Mientras Estados Unidos se prepara para el inicio de una nueva Administración a partir del 20 de enero, todavía queda un paso pendiente como parte del proceso comicial de la nación norteña: que el Congreso cuente los votos emitidos por el Colegio Electoral.
Este último órgano, integrado por 538 miembros, determinó el pasado 14 de diciembre la victoria del demócrata Joe Biden en las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, al otorgarle 306 votos, frente a 232 del actual mandatario, el republicano Donald Trump.
El 6 de enero es crucial
Según establece la Constitución norteamericana, el próximo 6 de enero los legisladores de la Cámara de Representantes y del Senado se reunirán en sesión conjunta para contar formalmente los votos emitidos por cada estado, el último procedimiento necesario antes de que Biden asuma el poder.
En comicios anteriores, ese mecanismo tuvo un carácter meramente simbólico y rutinario, pero dada la negativa de Trump a reconocer el triunfo del demócrata, el proceso de este año genera más atención debido a la posibilidad de que se presenten objeciones por parte de miembros del Congreso.
Tanto el gobernante saliente como figuras cercanas a él interpusieron numerosas demandas legales con acusaciones de fraude electoral, las cuales sufrieron derrotas en las cortes, pero eso no frenó los intentos del presidente por subvertir el desenlace, y puede suceder que algunos de sus aliados en el Congreso lleven tal empeño hasta el conteo del 6 de enero.
De hecho, tras reunirse la semana pasada con el jefe de Estado, el representante republicano Josh Hawley escribió en Twitter que desafiará lavotación de los Colegios Electorales lo cual podría prolongar el proceso en el Capitolio si consigue que algún senador respalde su postura.
Si bien las objeciones que puedan presentarse tienen muy remotas posibilidades de éxito, al necesitar el apoyo de las dos cámaras del legislativo, serían una nueva evidencia del modo en que Trump se aferra al poder, a pesar de lo expresado por los estadounidenses en las urnas.
Si logra sus objetivos sus jugadas serían exitosas en medio de un ambiente muy deteriorado, si se va, sus juegos pondrán en jaque a los republicanos.
Fuentes: El Espectador / El País