El Gobierno de Filipinas confirmó este martes que respetará los acuerdos militares con Estados Unidos que permiten la presencia de fuerzas estadounidenses, pero también se distanció de su aliado en política exterior y recalcó su independencia.
"No vamos a cortar nuestras relaciones militares, pero vamos a trazar una política exterior independiente", dijo el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, durante un acto en la base aérea Villamor, en Manila, por la celebración del 48 aniversario de la unidad aérea que transporta al jefe del Estado filipino.
Duterte, quien empezó su mandato hace poco más de dos meses, dijo que Filipinas "no puede ser sólo un país pequeño al que grita o da lecciones ningún país extranjero o presidente. Es hora de que hablemos seriamente sobre nuestra soberanía".
Las declaraciones del mandatario se producen al día siguiente de que anunciara su intención de sacar las fuerzas especiales estadounidenses presentes en la isla de Mindanao, en el sur de Filipinas, donde operan varios grupos rebeldes.
El ministro filipino de Asuntos Exteriores, Perfecto Yasay, restó hoy importancia a esas declaraciones de Duterte que crearon dudas sobre si el país asiático respetará el "Pacto Mejorado de Cooperación en Defensa" (EDCA), firmado entre Manila y Washington en abril de 2014 y que negoció el expresidente filipino Benigno Aquino (2010-2016).
El acuerdo, de 10 años de duración, permite a EEUU utilizar bases filipinas y aumentar su presencia en una región inmersa en una disputa territorial en el mar de China Meridional que enfrenta a China con Filipinas, Vietnam, Brunei, Malasia y Taiwán.
Yasay dijo que la intención de Duterte al retirar los efectivos estadounidenses de Mindanao no es la de distanciarse de EEUU, sino "salvar la vida de estos americanos" que podrían ser objetivo de grupos islamistas como Abu Sayyaf.
"Queremos asegurar a los filipinos que no hay cambio en las políticas con respecto a la amistad cercana con los (norte)americanos", agregó el jefe de la diplomacia filipina.
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No obstante, las declaraciones espontáneas de Duterte no le facilitan el trabajo a Yasay. El lunes pasado, el mandatario filipino confesó que no asistió a la reunión entre la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y EEUU, el 8 de septiembre en Laos, por "simplemente una cuestión de principios".
El diplomacia filipina atribuyó la ausencia en su día a una migraña. El sábado pasado, Duterte también dijo que "no es ningún fan" de los estadounidenses y que "los filipinos son lo más importante".
Filipinas fue una colonia de EEUU desde 1898 hasta 1946 y, desde su independencia, al archipiélago asiático ha sido uno de los aliados más firmes de Washington en la región.
La relación entre ambos países ha sufrido un notable deterioro desde la llegada de Duterte a la jefatura del Estado, el 30 de junio de 2016.
En sus poco más de dos meses de mandato, Duterte ha rechazado en varias ocasiones la influencia de la Casa Blanca y ha llamado "hijo de puta" tanto al presidente de EEUU, Barack Obama, como a su embajador en Manila, Philip Goldberg.
Esta nueva fase en las relaciones bilaterales podría afectar, según algunos analistas, al crecimiento económico de Filipinas, puesto que EEUU es tradicionalmente uno de los principales inversores extranjeros de la nación asiática.
Además, Filipinas y EEUU comparten una misma estrategia frente a Pekín en el conflicto territorial del mar de China Meridional, por lo que Washington ha apoyado a Manila en la modernización y entrenamiento de sus Fuerzas Armadas.
EEUU también ha sido uno de los mayores donantes de ayuda humanitaria a Filipinas y, después de que el tifón Haiyán arrasara la zona central del archipiélago asiático en noviembre de 2013, envió alimentos por valor de 37 millones de dólares, decenas de aeronaves y barcos, y miles de soldados para socorrer a los damnificados.
Con información de EFE