Han sido aliados desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Puede decirse que son más los vínculos y afinidades entre EEUU y Alemania que las diferencias, pero hoy, una de ellas, la ayuda militar a Ucrania, hace trastabillar las relaciones germano-estadounidenses.
El Político
La cuestión de cómo y cuánto ayudar a Ucrania a defenderse ha modificado ciertos aspectos de su relación bilateral.
Después de los años de intimidación por parte del expresidente Donald Trump, su sucesor, Joe Biden, ha adoptado un enfoque más paciente y de más frecuentes elogios hacia las contribuciones germanas.
Estados Unidos ofrece a Alemania la "cobertura" diplomática que necesita para tomar decisiones políticas incómodas, dijo Thomas Kleine-Brockhoff, experto senior de la oficina de Berlín de la German Marshall Fund .
Más recientemente, Biden felicitó públicamente al canciller Olaf Scholz por su "firme compromiso" con Ucrania.
Sin embargo, a puerta cerrada, en el debate sobre las entregas de tanques de batalla se apreció un tono diferente, señala la agencia alemana de noticias, DW.
"El canciller alemán presionó a los estadounidenses y dijo: No lo haré antes de que ustedes lo hagan'", explicó Kleine-Brockhoff.
"Eso ha causado cierta irritación a Washington, sobre todo, porque Estados Unidos se abstuvo de presionar a Alemania".
Los responsables de formular políticas en Washington ahora se han dado cuenta de que los alemanes no quieren "liderar" el escenario político internacional, dijo Kleine-Brockhoff.
Para los estadounidenses, las rencillas con Alemania se debían a la resistencia de Alemania a tener un mayor gasto militar, según lo acordado por la OTAN, y a sus proyectos de gas Nord Stream con Rusia.
Alemania, por su parte, estaba desconcertada por la idea de que un aliado amenazara con sanciones para impedir dicho acuerdo energético.
Mientras para Alemania, Ucrania es una cuestión de seguridad regional, para EE. UU. la guerra es una pieza en un enrrevesado juego de ajedrez geopolítico.
Una Rusia más débil podría ser una bendición para los intereses estadounidenses en otros lugares, una perspectiva que Alemania simplemente no comparte.
"Con algunas excepciones, Alemania ahora ni siquiera tiene la fuerza mental o intelectual para pensar en esos términos", dijo a DW James Davis, director del Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad de St. Gallen.
Por un lado, EE. UU. necesita compartir más con Alemania la carga de defender a Europa, para poder así comprometerse más al competir con China en el Pacífico.
Por el otro, Alemania necesita saber que puede contar con el apoyo de Estados Unidos en Europa.
Tanto EE. UU. como Alemania comparten intereses en el Pacífico, y la expectativa de que tendrán que ser más estrictos con China.
¿Alemania renuente?
Pero según Davis, es sorprendente que, a pesar de los grandes cambios en la relación bilateral tras el 11 de septiembre, Alemania siga resistiéndose a liderar en cuestiones de política exterior.
Los gobiernos alemanes criticaron el militarismo estadounidense en Irak, la tortura y el abuso de los combatientes capturados y la campaña de espionaje masivo, de la cual el gobierno alemán en ese momento también fue objeto.
Según el politólogo, todo eso propició que Alemania quisiera mantenerse alejada de EE. UU. e involucrarse poco en el escenario político mundial.
La relación transatlántica ahora es mucho más cálida, pero la indecisión permanece. "Todavía existe esa frustración, esa especie de tensión en la relación transatlántica", dijo Davis, "pero esta vez es porque los alemanes dicen: ‘solo con ustedes'".