Muchos se preguntan la razón por la cual el ejército de Estados Unidos se retira de Afganistán ante la observación de los talibanes sin dispararse. Lo cierto es que los islamitas lograron un desenlace pacífico, al parecer gracias a un acuerdo secreto que subyace al formal firmado en Qatar.
El Político
Tal es la visión del cronista y escritor Julián Varsacsky del medio digital argentino Página12. En un amplio artículo estima que cuando hace un año el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, se reunió en Qatar con el histórico talibán Baradar Akhund, el mundo no prestó mucha atención al episodio. Y que ahora se sabe que el encuentro fue un singular preacuerdo de “no victoria” con cierto aroma a derrota.
Añade que la OTAN con Trump asumían su fracaso en eliminar al Talibán y negociaban una salida ordenada. Comenta que pareciera que hubo un acuerdo secreto que los fundamentalistas islámicos cumplieron solo en parte. Adelantaron el humillante contra ataque relámpago, seguros de que no habría drones sobre su cabeza. Y que respetaron, en cambio, el compromiso de no agresión al extranjero.
Desliza lo siguiente: “Tropas de EEUU conviven en Kabul con esos barbudos en sandalias que se delinean los ojos, sin intercambiar un tiro. Pero esto no es un pacto de tablas al ajedrez, sino una retirada sin gloria: hay un claro ganador y eso -lógicamente- se había ocultado.
Así fueron las estrategias de los talibanes para conquistar Kabul
Según Varsacsky, cuando Biden ratificó el acuerdo de Trump comenzó la debacle. Los militares afganos triplicaban al Talibán y lo superaban en armamento, pero se sintieron desamparados. Ante las primeras derrotas perdieron la voluntad.
A su modo de ver, los rebeldes aplicaron la estrategia de Genghis Khan, fundador del imperio mongol: leve asedio, persuasión y rendición a cambio de respetar la vida. Afirma: “Así se fueron apoderando de centenares de miles de armas livianas, vehículos artillados, helicópteros, aviones, drones, equipos de visión nocturna -todos Made in USA- y combatientes que cambiaban de bando. Fue clave el dominio de las carreteras en una guerra que ganaron a 130 kilómetros por hora en camionetas japonesas. Tomaron las fronteras y se financiaron con impuestos de aduana, cultivo de opio y tráfico de heroína. Dominaron las líneas de abastecimiento y refuerzo -propias y ajenas- aislando a las ciudades hasta rendirlas. El 3 de agosto ya eran suyos 223 distritos sobre 400. Y doce días después, la conquista de Kabul fue casi un trámite”.
Más adelante cita al periodista Jon Lee Anderson, quien recordó en un artículo de la revista The New Yorker que el coronel Stephen Lutsky le dijo que no confiaba en los militares locales. Porque sospechaba que muchos eran espías talibanes. Y le confesó que “la complejidad cultural del ambiente es tan grande, que es difícil entenderla… Para los norteamericanos las cosas son blanco o negro (buenos o malos chicos). Pero para los afganos no. Hay buenos y malos talibanes, y algunos desean hacer acuerdos con ellos”.
Fuente: Página 12