La Casa Blanca no solo ha endurecido las sanciones contra Venezuela, sino que además, tras un «apagón» de contactos tras el intento fallido de deponer a Nicolás Maduro el pasado 30 de abril, ha seguido tratando de que algunos altos cargos chavistas se decidan a propiciar un cambio de régimen, en una estrategia de palo y zanahoria que aún está por alcanzar un decisivo resultado.
El Político
En todo este proceso Washington también ha indagado posibles ofertas a Maduro, como la de permitir su marcha a un tercer país. Sin embargo, no consta que entre las fórmulas estudiadas haya estado la posibilidad de ofrecer a Maduro y a su esposa, Cilia Flores, la salida de prisión de los «narcosobrinos», quienes se encuentran cumpliendo una condena de 18 años de prisión en Estados Unidos.
Dada la estrecha relación del matrimonio especialmente con uno de los dos jóvenes y el intenso «matriarcado» que Flores ha mantenido con sus familiares, de cuyo bienestar se ha considerado directamente responsable, cabría pensar que la oferta de la libertad de los dos sobrinos puede ayudar a convencer a Maduro de su retirada. No es descabellado creer que esta sea una de las condiciones que pueda poner para abandonar el poder, del mismo modo que, para cerrar su acuerdo con Obama, Raúl Castro exigió la libertad de los tres cubanos que desde 1998 estaban presos en Estados Unidos por espionaje.
Los dos sobrinos, Efraín Antonio Campo Flores y Francisco Flores de Freitas, fueron detenidos en diciembre 2015 en Haití cuando intentaban introducir 800 kilos de cocaína en EE.UU. gracias a una operación encubierta de la DEA, la agencia antidrogas estadounidense. De allí fueron trasladados a una prisión de Nueva York. Un año después se les declaró culpables y en diciembre de 2017 se les dictó la condena, que cumplen en una cárcel de máxima seguridad de Florida.
Cuando ambos resultaron apresados apenas llegaban a los 30 años y estarán a punto de cumplir los 50 al término de la pena. El coste personal y familiar que suponía la condena ya fue destacado en su momento por los dos jóvenes, quienes al final del proceso judicial hicieron referencias a su familia. Flores de Freitas mencionó a su hijo de nueve años, mientras que Campo Flores también se refirió a sus hijos, uno de los cuales nació cuando él ya había ingresado en prisión.
Aunque Maduro y su esposa han evitado sentimentalismos en público ante lo que ellos mismos calificaron de «secuestro», la estrecha unión de Cilia Flores con su extensa familia ha sido un motivo de desazón para el matrimonio. Campo Flores fue criado por la pareja, de la que es ahijado y en cuyo hogar convivió desde pequeño tras quedar huérfano. Su primo Flores de Freitas también se ha movido en el entorno de Maduro, en compañía de los hijos que Cilia Flores tuvo en un primer matrimonio y otros sobrinos. El matrimonio ya se ocupó de que en el juicio de Nueva York los dos acusados tuvieran uno de los mejores bufetes de abogados.
Nada impediría que los «narcosobrinos» formaran parte de una negociación. Puede alegarse que el delito de espionaje es más fácilmente indultable que el de narcotráfico, pero lo cierto es que Campo Flores y Flores de Freitas no llegaron a introducir la droga en EE.UU. Además, gran parte de la operación se desarrolló porque la propia DEA les fue empujando para que llevaran a cabo el transporte de cocaína. Por lo demás, Maduro y su esposa consideraron la detención como una acción política de Washington contra ellos y por eso podrían plantear la libertad de los dos sobrinos en una negociación política.
En el caso de la negociación Obama-Castro, la liberación de los tres espías fue concebida como una suerte detrueque por la entrega de Alan Gross, un estadounidense que llevaba veinte años preso en Cuba. Pero en una negociación Trump-Maduro no haría falta pagar con la misma especie: Washington podría considerar que la entrega de los dos jóvenes es un precio no elevado si se logra el ansiado cambio en Venezuela.
Fuente: ABC