Ecuador se prepara para unos cruciales comicios presidenciales el próximo 19 de febrero, para elegir al sucesor del presidente Rafael Correa, quien llegó al poder hace una década, tras un vuelco electoral en 2006.
La noche del 26 de noviembre de ese año y contra todo pronóstico, Correa, entonces un joven político izquierdista de 43 años, festejaba su victoria en la segunda vuelta electoral contra el multimillonario empresario bananero Álvaro Noboa.
Con el 56,67 por ciento de votos, Correa venció a Noboa, que se quedó con el 43,33 por ciento del sufragio.
Esa votación echó al traste casi una década de fragilidad democrática en Ecuador, que había visto desfilar entre 1996 y 2005 a una decena de mandatarios, entre electos, interinos y temporales, también sazonada con efímeros triunviratos.
Con esa victoria, Correa llamó de inmediato a una consulta popular para que la gente definiera si se convocaba a una Asamblea Constituyente que redactase una nueva Carta Magna.
Ganó la consulta y también tuvo la mayoría de asambleístas de su formación política, Alianza País, en la Constituyente.
En 2008, la nueva Constitución fue aprobada en un referendo y Correa llamó a elecciones bajo el nuevo marco legal. También ganó esas votaciones y con la nueva normativa emprendió un ejercicio de gobierno desligado de los tradicionales círculos de poder.
En mayo de 2011, Correa se alzó con un nuevo triunfo en una consulta popular sobre reforma a la justicia y regulación a la prensa, que incluía otros temas.
Una gran obra pública y el aumento de los presupuestos para la salud y la educación afianzaron su popularidad aunque, a la par, empezó a sumar resistencias en grupos sociales que le reprochaban seguir por la senda del extractivismo para sostener la economía.
Algunos de esos grupos pasaron de aliados a acérrimos opositores, con coqueteos con sectores de derechas que empezaban a exigir la salida del poder del mandatario izquierdista.
En 2012, bajo el marco de la nueva Constitución, Correa se lanzó a la reelección y ganó con amplios márgenes, pero fue en 2014 cuando obtuvo su primer revés electoral, ya que en unos comicios municipales perdió importantes bastiones del oficialismo, como las alcaldías de Quito y de la ciudad andina de Cuenca.
También en Guayaquil encajó otra desilusión, pues en esa urbe porteña -su ciudad natal- el líder conservador Jaime Nebot fue reelegido como alcalde.
Correa, hasta entonces, tenía un amplio margen de acción gracias a los altos precios del petróleo y el empuje de sectores como el comercio y la construcción. Los buenos indicadores económicos y sociales acompasaban su popularidad.
Pero en 2015, la crisis financiera, especialmente por el desplome de los precios de las materias primas, pasó factura a Ecuador, cuya economía está completamente dolarizada desde el año 2000.
La caída drástica de los precios del petróleo, el principal producto de exportación del país y fuente fundamental de su financiación interna, llevó al Gobierno de Correa a aplicar ajustes que fueron cosechados políticamente por la oposición.
El grito de "Fuera Correa, fuera", en las repetidas marchas de la oposición de izquierdas y de derechas, empezó a resonar a lo largo y ancho del país y las encuestas advertían de la posible bajada de su popularidad, aunque no a límites críticos.
Para los próximos comicios, el oficialismo ha postulado al también popular exvicepresidente Lenín Moreno, quien ha prometido cambiar el estilo de gobernar de Correa, muchas veces confrontativo.
Sin embargo, Correa no estará ausente de la campaña electoral, pues ya ha confirmado que en una consulta popular, que se efectuará de forma paralela a los comicios, impulsará el Sí a la pregunta propuesta por él mismo para prohibir que funcionarios públicos ejerzan sus cargos si tienen bienes o dinero en paraísos fiscales.
El mandatario, además, confía en que la buena imagen de su administración, aupará el triunfo de Moreno en las presidenciales, lo que, para él, garantizará la continuidad de la "revolución".
La oposición, por contra, confía en un batacazo electoral del oficialismo, pues asegura que la carestía de la vida, el aumento del desempleo y el despilfarro en el que supuestamente ha incurrido el "correísmo" ya "no lo soporta nadie".
Los críticos tienen como fin principal arrebatar al oficialismo el control de la Asamblea Nacional (Parlamento) y no descartan ir a otra Constituyente para desbaratar la estructura normativa construida por Correa en la última década.
Con información de EFE