La política colombiana da un vuelco. El presidente del país, Iván Duque, ha anunciado este domingo que retira la reforma tributaria, el proyecto estelar de su Gobierno con el que pretendía equilibrar las cuentas del Estado por el agujero económico que ha dejado la pandemia, después de cuatro días de fuertes protestas callejeras.
El Político
Duque, que ha pedido consensuar con todos los actores políticos una reforma necesaria, entierra así el que iba a ser su proyecto estrella del final de su mandato.
La noche anterior, en una alocución a todo el país desde la sede del Gobierno, rodeado de su equipo de confianza, había ordenado al Ejército patrullar las calles para contener los actos de vandalismo que habían derivado de unas protestas que son mayormente pacíficas, reportó la BBC.
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— Presidencia Colombia ?? (@infopresidencia) May 2, 2021
Duque cedió ante protestas
La medida de militarizar las ciudades, en un lugar donde planea la sombra del abuso de las fuerzas de seguridad, recibió un aluvión de críticas.
Muchos temían que el asunto acabara en un derramamiento de sangre. La tensión en las calles se había disparado desde el viernes, cuando se empezó a conocer la muerte de los primeros manifestantes.
Las organizaciones de derechos humanos han confirmado hasta ahora seis víctimas por las protestas. En varias ciudades las fuerzas de seguridad utilizaron gases lacrimógenos y cañones de agua para dispersar multitudes.
Volantazo de Duque
El volantazo de Duque supone un giro de guion. La reforma fiscal, defendida por analistas económicos que consideran fundamental que Colombia aumente sus ingresos, copaba la actualidad del país.
El presidente estaba dispuesto a arriesgar parte de su desgastado capital político para sacar adelante en el Congreso una medida que, sin duda, iba a generar muchas críticas. Aun así, siguió adelante.
Duque salvó el rechazo de otros partidos, no solo los de la oposición, independientes con los que a menudo había tejido alianzas.
A lo que se sumaron las descalificaciones de políticos influyentes del país, como el expresidente César Gaviria, jefe del partido Liberal, o el exvicepresidente Germán Vargas Lleras, de Cambio Radical, que la consideraba “un verdadero despropósito nacional”. Duque aguantó.
Paro general
Salir a protestar no parecía lo más sensato. Las centrales obreras y los movimientos sociales, sin embargo, mantuvieron el paro general contra la reforma programado para el miércoles pasado.
Ese fue el primer día de movilizaciones, que hizo que miles de personas se echaran a la calle. Las movilizaciones menguaron durante los dos días siguientes y daba la sensación de que iban a apagarse poco a poco y que Colombia volvería a su rutina. No ocurrió. El sábado, coincidiendo con el 1 de mayo, Día del Trabajo, volvieron a ser masivas.
Durante el día transcurrieron con normalidad pero al caer la noche, que aquí ocurre pronto, a las seis de la tarde, se intensificaron más enfrentamientos entre policías y manifestantes. Sucedieron hechos vandálicos que los agentes trataron de contener. Se cometieron al menos dos asesinatos contra jóvenes que marchaban pacíficamente, según documentan organizaciones sociales.
Y ahí fue cuando Duque decidió echar mano del Ejército, sin saber que ese iba a ser el epitafio de la reforma fiscal. Lo hacía para contener, según él, a vándalos y terroristas que querían doblegar a las instituciones.
Los alcaldes de dos de las principales ciudades, Bogotá y Medellín, no quisieron que los militares patrullaran sus calles. Creían que eso solo podía recrudecer los choques. De lado y lado se sucedieron las críticas hacía el presidente.