Las pésimas condiciones de vida y la desidia gubernamental han mantenido sellado el destino de los indios Yupkas de la Sierra de Perijá. Los cinco niños desaparecidos en el deslave ocurrido, la noche del pasado jueves 3 de octubre, son sobrinos del diputado a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) indígena por el Zulia, Freddy Parapera, confirmó el gobernador Omar Prieto tras el desbordamiento del río Kunana, en el municipio Machiques.
El Político
Una niña y dos adultos indígenas murieron tras un deslave ocurrido en la cuenca de Toromo del municipio Machiques de Perijá, en el estado Zulia. Las víctimas fueron identificadas como Cecilia Castrillón, de 60 años, Emilio Rodríguez de 80 y su nieta de tres años. Este lunes, el cuerpo de Ever Jesús Ballena, que formaba parte de los desaparecidos, fue encontrado sin vida.
Estas personas se ahogaron y quedaron debajo de los escombros de las viviendas que fueron arrastradas por una creciente de varios ríos.
Además de los pequeños, se encuentra desaparecido José Rosendo Pulgar, adulto mayor de 78 años de edad. El desbordamiento del río Kunana o río Negro, y el Maracas, tras las intensas lluvias en la sierra de Perijá causaron un deslave la noche del pasado jueves 3 de octubre que afectó a las comunidades indígenas yukpas.
Seis comunidades indígenas se encuentran afectadas por deslave en la sierra de Perijá. Según reportes extraoficiales y testimonios de los afectados por el fenómeno, al menos cinco niños y un adulto se encuentran desaparecidos. "Esto está terrible. ¡Les pido que nos ayuden, yo perdí cinco sobrinos!", dijo Guillermina Panapera, una de las habitantes afectadas en declaraciones a la periodista Yohandry Montiel.
El primer comandante del Cuerpo de Bomberos de Machiques, David José Parra, dijo que el evento es de gran escala en declaraciones a Radio Fe y Alegría Noticias. el evento es de gran escala, “es un desastre natural. La afectación principal que tenemos es la vialidad, servicios públicos y el acceso al agua potable".
Parra informó que activaron un plan de trabajo en conjunto, “estamos cuantificando las personas afectadas y desaparecidas”, añadió.
Las escuelas Toromo, Atapoj y Shuatta quedaron destruídas", dijo Víctor Aguirre, jefe de circuito del eje Perijá.
Una nota publicada por Efecto Cocuyo, informó que el agua se llevó algunas viviendas y enseres dejando a muchas familias damnificadas. Lusbi Portillo, defensor de los derechos humanos en los pueblos indígenas, pidió a los organismos de rescate y seguridad del Estado monitorear con aeronaves las montañas de la sierra, donde habitan al menos seis comunidades de indígenas.
Gobernador viajó a la zona
El gobernador del Zulia dijo que el fin de semana pasado recorrió con los miembros de la comunidad yukpa “toda la cuenca Toromo” para verificar qué fue lo que originó la tragedia que hoy los embarga de luto y dolor por la pérdida de seis de sus habitantes.
Explicó que “todas las tardes, el Lago de Maracaibo está recalentándose más de lo normal y produce una serie de vientos y llegan hasta Machiques donde ya llevaba varios días lloviendo aguas arriba. En el recorrido, y a través de un dron, nos dimos cuenta que el río venía de manera normal y de pronto se consiguió con una obstrucción (…) que lo ramificó provocando el desborde y el arrase de más de 70 viviendas. Gracias a la alerta temprana de Protección Civil se logró evacuar más del 95% de la población”, destacó.
El gobernador Omar Prieto y el viceministro de Gestión de Riesgo y Protección Civil, Randy Rodríguez, visitaron la zona afectada y aseguró que este mismo lunes llega un avión de las Fuerzas Armadas con cerca de 12 toneladas de insumos que serán distribuidos entre la población.
42 muertes de menores del lado colombiano
El llanto de los Yupkas es ascentral dado que viven en la zona fronteriza entre Colombia y Venezuela. Autoridades colombianas adminten la muerte de al menos 42 niños indígenas en la Serranía de Perijá, departamento del Cesar, desde el 7 de agosto del 2018 hasta las misma fecha de este año, por desnutrición asociada al tema ambiental y pérdida de territorio; fue la denuncia que formuló la comunidad yukpa al Consejero Presidencial para los Derechos Humanos y Asuntos Internacionales, Francisco Barbosa, durante su visita al municipio de Valledupar.
Aunque la cifra resulte alarmante, es la realidad que está viviendo esta población, según lo manifestó Eduar Álvarez, asesor en Derechos Humanos, Pueblos Indígenas y Territoriales, quien aseguró que tanto del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) como el Sistema Nacional de Salud poseen un subregistro que no les permite visualizar la verdadera realidad que está padeciendo esta población. informa el diario de El César.
Desde Maracaibo, a solo un par de horas, de autobuses y de alcabalas con funcionarios interesados en las pertenencias de los viajeros, se encuentra Toromo, una pequeña comunidad indígena que no llega a pueblo, pero sí a sorprender. Caluroso, de clima y gente, con casas de zinc, de bloques de cemento y de bahareque, además de mucho verde a los alrededores. Los niños de arrigas gordas, extremidades delgadas, caras largas.
Asediados por los malandros
Casi 3000 kilómetros cuadrados conforman la Sierra de Perijá, decretada como parque nacional con el objetivo de preservar la biodiversidad. Un sitio que parece tener de todo, montañas que van desde los 800 metros hasta más de 3500, ríos y largas extensiones de terreno fértil, un clima perfecto para tener diferentes cultivos como café, plátano, granos, aguacates, y más. Sin embargo, enfrenta una severa crisis. En esa zona, las comunidades tienen problemas de salud y limitaciones para sembrar, con lo cual el sustento se dificulta.
La falta de gasolina ha complicado la situación ya que la economía de los yukpas está basada en el cultivo y, en menor cantidad, en la ganadería, pero ello ya no es posible.Con las malas condiciones de las vías de comunicación —incluso la inexistencia de estas dentro de la Sierra— y los senderos en donde solo pueden transitar mulas, hacen que muchos de los cultivos se pierdan.
Hay quienes sí logran el cometido de transportar la mercancía hasta Machiques, son casos de éxito a menor medida que igual encuentran trabas en el camino.
Frente a la Plaza Bolívar y junto a la biblioteca pública, existe un terreno emblemático para la etnia porque ahí era donde el famoso Cacique Romero solía ofrecer aguacate y topocho. Este terreno en muchas ocasiones ha querido ser utilizado por los indígenas como espacio para sus actividades comerciales creando lo que llamarían el «Mercado Indígena Agrícola Artesanal Sabino Romero», pero no han tenido éxito. Muchos responsabilizan a los entes gubernamentales de la región de frenar a la etnia en la ocupación del espacio, llegando al uso de la fuerza policial para evitarlo.
Los yukpas han tenido que abandonar sus territorios ancestrales, sometidos por la codicia de terratenientes que aspiran a poseer estas áreas fértiles, así como los intentos del Gobierno de dedicar parte de estos espacios a la explotación de carbón, sin importar el daño que hace a la comunidad y al ambiente, o la pésima distribución de tierras que ha favorecido a los parientes de mandatarios en detrimento de los indígenas, que ahora son indigentes.
Incluso dentro del mismo parque nacional la delincuencia organizada, mantiene sometida a la población sometida y resignada a que su territorio sea una ruta para transportar ganado ilegal, gasolina, drogas, y la presencia temida de guerrilleros procedente de Colombia. Esas mismas bandas poco a poco han estado captando a la juventud indígena, atrayéndola con dinero y estupefacientes. Todo un ilícito a vox pópuli.
Muchos han dejado sus tierras para vagar por las calles de las grandes ciudades y vivir de la venta de algunas artesanías, y la limosna, mientras mantienen a sus niños en un trance producido por el hambre y la poca libertad que les da el cartón donde se posan a la espera de un billete extra. Todavía hay un grupo que no deja de cultivar, de mantener un pequeño ganado y ver a sus pequeños correr en la serranía.
La mayor parte del grupo de indígenas Yukpas se asentó en el barrio Escobal de Cúcuta, ubicado al cruzar el puente internacional Francisco de Paula Santander, que une Colombia y Venezuela; el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) , una de las pocas instituciones en las que confían, traslado a unas 106 personas de la etnia al Parque Santander; desde entonces las familias quedaron divididas.
Entre la sequía y las lluvias, los yupkas son un pueblo invisible, que padece y se extingue sin que nadie lo note.