El abstencionismo en las elecciones locales en Cuba parece confirmar un creciente desinterés ciudadano hacia mecanismos de representación y participación establecidos, en contraste con la política para aumentar la autonomía territorial y la gestión del desarrollo endógeno.
El Político
De acuerdo con el Consejo Electoral Nacional en los comicios del domingo 27 votó 68,58% de los 8,3 millones de cubanas y cubanos habilitados para hacerlo, a fin de elegir a 12 427 delegados municipales para una gestión de cinco años según estipula la Ley Electoral de 2019.
El delegado (concejal), tiene entre otros encargos constitucionales promover la participación de la comunidad en la gestión de sus problemas; así como informar a la administración municipal sobre las opiniones, necesidades y dificultades de sus electores, y trabajar en su solución en lo que les corresponda.
Cifras "en rojo"
Un reportaje de la agencia IPS confirma que al 31 % del total de electores que no concurrió a las urnas, se añade más de 10 % de personas que votaron en blanco o anularon el sufragio, cifras récord para este país insular caribeño de sistema político socialista donde años atrás las tasas de asistencia a las urnas sobrepasaban 90-95 %.
En los comicios de hace cinco años votó 89,02 % del electorado, y poco más de 8 % de los sufragios quedaron en blanco o se invalidaron.
Durante las experiencias electorales más recientes, los referendos sobre la Constitución de 2019 y el nuevo Código de las Familias, aprobado el 25 de septiembre, participó 90,15 % y 74.01 % del electorado, respectivamente.
“No voté, como tampoco lo hice en las pasadas elecciones. No tengo nada en contra de las personas propuestas. Tienen una biografía más o menos similar, pero del futuro, de lo que harán para transformar el barrio, no dicen nada”, aseguró a IPS Mercedes, una contadora de 55 años residente en La Habana que pidió omitir su apellido.
La ley prohíbe efectuar campañas proselitistas por cualquier candidato y solo se colocan en espacios públicos las biografías para que las y los electores conozcan aspectos relevantes de su trayectoria estudiantil y laboral.
“Los delegados que he conocido podrán haber tenido las mejores intenciones, pero en la práctica los resultados son casi nulos”, indicó al dialogar con IPS, Aliesky Ramírez, un informático de 38 años con domicilio en la oriental ciudad de Holguín.
Los delegados rinden cuenta de su gestión de manera periódica, pero “en esas reuniones escuchas cada año los mismos planteamientos, que el pan no tiene calidad, que el barrio sigue sin una simple lámpara para alumbrar de noche, que faltan carros para recoger la basura con frecuencia o no hay presupuesto para ampliar el alcantarillado. Uno se cansa de la falta de soluciones”, argumentó Ramírez.
Para Félix Bruzón, un ingeniero jubilado de 70 años de la occidental provincia de Mayabeque, “ser delegado exige mucho sacrificio. Es alguien con las mismas dificultades del pueblo que ni siquiera cobra por la carga extra de tramitar problemas, además de mantener su trabajo y hogar”.
Bruzón recordó que “no siempre se eligen a los mejores, porque tampoco mucha gente quiere asumir esa responsabilidad y desgastarse. Después que asume, el delegado choca con los “no hay recursos” o “tenemos prioridades más urgentes” de las instancias superiores. Y esa persona luego tiene que dar la cara a quienes lo eligieron”.
Del total de delegados electos, 43,87 % son mujeres y 12,52 % jóvenes de hasta 35 años.
Contexto
La nominación primero en reuniones barriales como candidatos, y posteriormente la votación del futuro delegado de forma directa y secreta, es el momento del proceso electoral cubano en el cual la ciudadanía selecciona directamente a sus representantes.
Los delegados electos en cada circunscripción conforman la Asamblea Municipal del Poder Popular, principal órgano del poder del estado en los 168 municipios del país, y que al constituirse para un periodo de un lustro elige entre sus integrantes a un presidente y vicepresidente.
A juicio de analistas, los resultados electorales aportan multiplicidad de lecturas, desde la falta de confianza en un mecanismo participativo que aporta pocas soluciones reales y en el cual un porcentaje significativo de ciudadanos parece no sentirse representado, hasta muestra de descontento social y un voto de castigo a la gestión gubernamental.
Muchas personas y familias se sienten exhaustas por carencias cotidianas derivadas de la crisis multifactorial que atraviesa el país, y cuyos signos más evidentes son el desabastecimiento de alimentos, medicinas, al igual que frecuentes cortes eléctricos de hasta 12 horas diarias en la mayoría de las provincias.
En tan compleja situación ha influido el embargo estadounidense reforzado en los últimos cuatro años, al igual que la pandemia de covid.
Se añaden los impactos en agosto del incendio en la base de supertanqueros en la occidental ciudad de Matanzas, y del poderoso huracán Ian en el occidente de la isla a fines de septiembre, y que solo en la provincia de Pinar del Río dejó más de 100.000 viviendas afectadas y considerables daños en la agricultura, incluido el importante sector del tabaco.
“Que nosotros hagamos esto (las elecciones) demuestra que Cuba sigue su camino sin detenerse”, declaró a los medios el presidente Miguel Díaz-Canel tras ejercer el sufragio.
El mandatario consideró que el proceso electoral expresa que Cuba “mantiene su estabilidad política y social, independientemente de la asfixia económica que nos están tratando de implantar para que la población por el descontento, la desesperanza y el agobio debido a las carencias, haga el anhelado estallido social que quiere el gobierno imperial”, esto último en alusión a Estados Unidos.
Los comicios ocurrieron en medio de una fuerte campaña en redes sociales de sectores opositores y activistas quienes llamaron a abstenerse o votar no.
Calificada por las autoridades de “mercenarios a sueldo” de Washington, un segmento de la disidencia interna buscó sin éxito colocar candidatos en las boletas.