Evitar la reinstalación de una frontera entre Irlanda del Norte, territorio británico, e Irlanda, miembro de la UE, se ha convertido en el gran obstáculo para el acuerdo. Irlanda no quiere volver al pasado y que se ponga en riesgo la estabilidad económica de la República y el Ulster, y mucho menos el proceso de paz entre las dos comunidades.
El Político
Desde los acuerdos de paz de 1998 la frontera de la Isla Esmeralda es invisible. Se puede viajar de Dublín a Belfast y viceversa sin pasar ningún control en bus, tren o coche. (Ganado crecido en la República, engordado en el Ulster y comercializado desde Inglaterra). En los pueblos colindantes, la cooperación es evidente y poner una frontera podría favorecer la proliferación del contrabando, mafias, e irregularidades. Queda claro por qué los norirlandeses y escoceses se opusieron al Brexit en el referéndum de junio de 2016, además de su vocación europeísta.
El Brexit duro vulneraría los acuerdos del Viernes Santo
El acuerdo del Viernes Santo puso fin al conflicto en la isla, conocido como The Troubles, y al mismo tiempo, estableció un marco legal para garantizar la igualdad de derechos de todos los habitantes de las dos jurisdicciones. La Comisión Conjunta Norte-Sur de Irlanda ya ha advertido que un Brexit duro rompería el consenso del 98, algo que también teme uno de sus arquitectos, el político estadounidense George Mitchell, que hace poco envió una misiva a las autoridades que negocian la salida de Reino Unido del club europeo.
El político demócrata instó a los líderes norirlandeses, irlandeses, británicos y europeos a "reflexionar sobre sus responsabilidades" y "volver la vista atrás" para reconocer lo que "hicieron sus predecesores hace 20 años" en favor de la paz.
"En diciembre de 2017, el Gobierno británico y la UE se comprometieron públicamente a lograr un Brexit que no permita el restablecimiento de una frontera dura entre Irlanda e Irlanda del Norte. Todos les debemos insistir para que cumplan esa promesa", escribió el exsenador Mitchell.
Los arquitectos de los acuerdos de paz alertan del peligro que su pone el Brexit para la estabilidad y piden responsabilidad a los negociadore
Irlanda concentra todas las paradojas, contradicciones, líneas de fractura e inconveniencias de la secesión del Reino Unido respecto de la Unión Europea (UE).
El Reino Unido quiere desgajarse del mercado interior común y de la unión aduanera con arancel exterior común, dos pilares fundadores del espacio comunitario y del propio éxito económico británico.
Ambos objetivos trasladan esa divisoria a la isla de Irlanda, entre la República independiente del Eire y el Ulster norteño que aún forma parte del Reino Unido.
Se necesita el Brexit suave
El problema de Irlanda del Norte vuelve a poner sobre la mesa un ‘Brexit’ suave. Londres relocaliza ahí, en el corazón de la isla verde, esa frontera. Más propiamente: la crea de nuevo, pues había sido suprimida a todos los efectos prácticos desde la adhesión de ambos países a las Comunidades (1973) y el Acuerdo de Viernes Santo (1998) que pacificó al Norte, escindido por las pugnas violentas de católicos/republicanos y protestantes/unionistas.
¿Por qué el Reino Unido revive la frontera?
Porque el mercado interior se rige por unas reglas comerciales distintas a las del exterior en áreas de competencia, estándares industriales y para resolver los conflictos que se susciten ante un juez común, en este caso el Tribunal de Justicia de la UE con sede en Luxemburgo) y es un mercado necesariamente unido hacia el interior, porque las personas son quienes producen y mueven las mercancías; a los servicios, y el conglomerado se une por una tarifa exterior común armonizada que grava uniformemente todas las importaciones y exportaciones
Gran Bretaña “abandona el mercado interior, abandona la unión aduanera. Eso crea una frontera. Crea una frontera en el sentido legal. Un mercado interior tiene una frontera. Una unión aduanera tiene una frontera, porque hay distintas normas a cada lado de esa frontera” (Brexit & Ireland, Penguin , 2017).
El preacuerdo para el divorcio entre la UE y el Reino Unido del pasado 8 de diciembre consagró la intención de minimizar -para las mercancías- esa nueva frontera, hacerla lo más blanda posible, incluso invisible: pero para la UE se trataba de un “objetivo” (según las directrices negociadoras de 27/4/2017), mientras que para Londres, un verdadero “compromiso para evitar una frontera dura, incluida cualquier infraestructura física o chequeos y controles relacionados”.
El propósito era evitar la disrupción comercial vecinos; la ruptura de las cadenas de valor; la reinstalación de los pasos fronterizos; los pesados formularios fiscales internacionales y las colas y otras pérdidas de tiempo, dramáticas para la competitividad en la era del clic electrónico.
Pero una frontera blanda también puede entrañar mucho peligro. Porque en la isla menor “hubo siempre un contrabando muy extendido cuando las tarifas impuestas por Dublín o Londres diferían lo suficiente como para conferir una ventaja de precio al petróleo o al ganado o al alcohol que era más caro bajo una jurisdicción que bajo la otra” (Brexit, no exit, Denis Macshane, IB Tauris, 2017).
Poner en riesgo la paz es ya cuestión de mucha mayor cuantía que la del mero comercio. Sobre todos para los irlandeses, sean del Norte o del Sur. Pero cuestionar aquel acuerdo de paz puede acarrear mayores problemas a la propia unidad del Reino (en principio) Unido, debido a la llamada “cláusula de unidad” (entre las dos Irlandas) contenida en su punto 1, susceptible de añadir un secesionismo ulsteriano del Reino Unido al separatismo de este en relación con la UE.
Este artículo, que es el primero y principal, reconoce la “legitimidad de cualquier opción” de los ciudadanos del Norte “respecto a su estatus, tanto si prefieren continuar apoyando la Unión con Gran Bretaña como si [optan por] una Irlanda unida soberana”. Y consagra un singular derecho de autodeterminación a los habitantes de ambos lados en conjunto al reconocer que “corresponde al pueblo de la isla de Irlanda en solitario y sin impedimento exterior” tomar una decisión sobre “el establecimiento de una Irlanda unida”, mediante referéndum.
Teresa no pudo convencer a los duros
El Brexit podría constituir ese “impedimento exterior” a la libre y mayoritaria voluntad globalizada de los irlandeses. Que fue expresamente reconocida por el Consejo Europeo del 29 de abril de 2017 (tras la activación por la entonces primera ministra Theresa May del artículo 50 del Tratado de Lisboa iniciando el divorcio). Y ampliada en sus contundentes efectos políticos para Londres.
Si, de acuerdo con el resultado del eventual referéndum de unificación, se alumbrase “una Irlanda unida”, el “territorio entero de dicha Irlanda unida sería en consecuencia parte de la Unión Europea”, al modo de la República Democrática Alemana cuando fue absorbida por la República Federal. El documento de las directrices de negociación que consagró esta cláusula, entre otras (como la de Gibraltar, otorgando derecho de veto a España sobre la aplicación en el Peñón de cualquier acuerdo futuro con Londres), fue significativamente aprobado por los 27 en tan solo cuatro minutos, incluidos los dos minutos perdidos a la espera de que se sentasen dos de los gobernantes asistentes.
El gobierno británico dio a entender que la negociación sobre el Brexit está a punto de fracasar por culpa de la Unión Europea, lo que irritó a responsables europeos que acusaron a Boris Johnson de “jugar con el futuro de Europa”.
Una fuente de Downing Street desveló que la canciller alemana Angela Merkel había advertido por teléfono al primer ministro Boris Johnson que es “abrumadoramente improbable” un Brexit con acuerdo, a menos que Londres acepte mantener la provincia británica de Irlanda del Norte en una unión aduanera con la UE.
Para Londres, esta exigencia haría que un acuerdo sea “esencialmente imposible”, agregó la misma fuente, subrayando que Johnson defendió ante Merkel haber presentado una propuesta “razonable”.
Frontera de las Irlandas
La reinstalación de una frontera entre Irlanda del Norte (territorio británico) e Irlanda (miembro de la UE) se ha convertido en el gran obstáculo para el acuerdo.
Ambas partes concuerdan que la ausencia de controles fronterizos es clave para mantener el delicado equilibrio que ofrecen los Acuerdos de Viernes Santo, que pusieron fin a lo peor de la violencia entre unionistas, partidarios de pertenecer a Reino Unido, y los republicanos, partidarios de la independencia o la integración a la República de Irlanda.
Para evitar la frontera, la UE había pactado con la antecesora de Johnson, Theresa May, una "salvaguarda" por la que los británicos quedarían atados a regulaciones europeas en tanto se negociaba un acuerdo de libre comercio. Esa fórmula fue repetidamente rechazada por el Parlamento británico, lo que incluso provocó la dimisión de May.
"Mejores de lo esperado".
Desde el referéndum, Merkel ha insistido en seguir negociando con Londres para un Brexit ordenado con la misma determinación con la que ha defendido que «estamos preparados para una salida sin acuerdo». El tono de la conversación con Johnson era sin embargo menos mesurado de lo habitual, y fuentes de Berlín añadieron que Johnson “muerde en granito si piensa que tensando así la cuerda va a conseguir concesiones por parte de Alemania”.
En este contexto, que Londres anticipase un fracaso irritó especialmente a Donald Tusk, Presidente del Conseo Europeo que reaccionó aún desde Berlín con un mensaje en las redes sociales: «Johnson, lo que está en juego no es ganar un estúpido juego de culpas. Lo que está en juego es el futuro de Europa y del Reino Unido, la seguridad y los intereses de tu pueblo».
“¿Quo vadis?”
Otorgando escasa credibilidad a la información proporcionada por Downing Street, el presidente Tusk volvió a la cuestión existencial del asunto y a la indefinición de Johnson:
—No quieres un acuerdo, no quieres una prórroga, no quieres revocar el Brexit… quo vadis?.
El ministro de Exteriores de Irlanda, Simon Coveney, secundó rápidamente esta visión.
—Es difícil no estar de acuerdo. Refleja la frustración en toda la UE y la magnitud de lo que está en juego para todos nosotros. Estamos abiertos a finalizar un acuerdo justo sobre el Brexit, pero necesitamos a un Gobierno británico dispuesto a trabajar con la UE para lograrlo.
—Las conversaciones continúan, así que no veo cómo podrían haberse roto si están teniendo lugar hoy mismo y seguirán en los próximos días, expresó la portavoz del Ejecutivo comunitario, Mina Andreeva, después de que fuentes gubernamentales británicas hubiesen sugerido que el ejecutivo del Reino Unido se prepara para una ruptura esta misma semana de las conversaciones y que recurrirá ante los tribunales una hipotética prórroga.
La cuestión está en si todavía es posible un acuerdo, ya que tiempo no hay mucho: la fecha límite es el 31 de octubre. Si para entonces no hay acuerdo, se podría producir un "Brexit duro", un divorcio abrupto.
Su oferta de que Irlanda del Norte mantuviera algunas de las regulaciones aduaneras europeas durante cuatro años, entre 2021 y 2025, "fue excelente, al igual que el tono de su carta de presentación a Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea", dijo un diplomático del norte de Europa.
También parte de la UE aplaude el reconocimiento de Johnson de que la salvaguarda irlandesa y las alternativas para reemplazarla serían específicas para la isla de Irlanda.
Johnson se compromete a que no buscará replicar las ventajas de ese acuerdo especial en sus otras fronteras posteriores al Brexit con la UE, como el cruce de Dover-Calais (que conecta vía marítima a Reino Unido con Francia).
Bruselas rechazó además que quiera “torpedear el acuerdo del Viernes Santo”, convenio de paz para Irlanda del Norte alcanzado el 10 de abril de 1998, con su negativa a aceptar las propuestas de Johnson, tal y como deslizaba esa versión.
—Bajo ninguna circunstancia aceptaremos que la UE trata de dañar el Acuerdo del Viernes Santo. El propósito de nuestro trabajo es protegerlo en todas sus dimensiones y en todo momento, aseguró Andreeva.
¿Se llegará a un acuerdo?
Pero la hostilidad que dejaron traslucir ayer filtraciones y declaraciones alcanzaba un nuevo hito, como dejaba entender la estrategia a la desesperada de Downing Street con la que pretende dividir a los socios europeos.
Así que la sombra de un Brexit acordado entre Reino Unido y la Unión Europea se desvanece a marcha forzada porque Johnson insiste que el Brexit es esencialmente imposible si la UE exige que Irlanda del Norte permanezca en la unión aduanera del bloque.
Casi dos millones de comunitarios pidieron ya vivir en Reino Unido tras el brexit
El Ministerio británico de Interior recibió antes del pasado 30 de septiembre 1.860.200 solicitudes de ciudadanos europeos no británicos, conocidos como comunitarios que quieren residir en el Reino Unido tras el brexit, informó la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS).
Hasta diciembre del año que viene tienen de plazo los 2,37 millones de ciudadanos comunitarios que trabajan en el país para acogerse al plan.
Tan solo durante el pasado mes, el Home Office recibió más de medio millón de solicitudes de personas que desean acogerse al programa gubernamental que garantiza el estatus legal después del "divorcio" con Bruselas, el llamado "EU Settlement Scheme".
El organismo precisó en un comunicado que un 61% de esos ciudadanos recibió el "estatus de asentado", la garantía del Ejecutivo de que sus derechos quedarán protegidos tras la separación entre Londres y Bruselas.
Con información de Deutsche Welle, BBC Mundo, 20 minutos, La vanguardia