Cuando Michelle Obama acudió a la toma de posesión de la Presidencia de Donal Trump observò la supremacía blanca en el equipo y el comentario quedó expresado en su libro de Memorias. Diversos factores han desatado las protestas en Estados Unidos, varios especialistas explican por qué el asesinato del afro estadounidense George Floyd ha originado esta ola tan grande de manifestaciones.
El Político
De la treintena de personas que forman el gabinete del presidente de los Estados Unidos, sólo hay cinco mujeres y ninguna se encuentra entre los principales puestos. El perfil del equipo elegido por Trump es hombre, blanco, de origen anglosajón (sólo hay un afroamericano, dos de origen asiático, y un latino elegido en el último momento), y de una media de edad de 60 años.
Permanecemos desconectados
Durante la cumbre anual de la Fundación Obama, la ex primera dama de Estados Unidos habló de cómo las familias blancas se mudaron del vecindario donde creció en el sur de Chicago a medida que familias como la suya llegaban a instalarse. Aunque las ciudades de hoy pueden ser más diversas que las de hace décadas, las personas de diferentes razas todavía permanecen desconectadas y no viven cerca unas de las otras. Y este problema, recalca Obama, se ha extendido hacia los migrantes.
“Sin que lo supiéramos, crecimos en el período, como escribo, llamado ‘vuelo blanco’. Había familias como la mía, familias honradas, que cuando se mudaban a barrios de blancos veían cómo ellos (los blancos) se mudaban también, porque tenían miedo de lo que representaban nuestras familias”, dijo Obama durante su participación en la cumbre de su fundación.
La ex primera dama, esposa del expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha hablado regularmente sobre cómo la demografía racial de su vecindario cambió tras un fenómeno conocido como “White flight”, o “Fuga blanca”, que se refiere a las personas blancas que se mudan de barrios urbanos para auto segregarse.
Los blancos temen a los negros
La primera aparición de este término surge entre las décadas de 1950 y 1960, después de la Segunda Guerra Mundial y durante las luchas del Movimiento de Derechos Civiles en Estados Unidos. Con el fin de la guerra, los estadounidenses blancos comenzaron a abandonar las zonas industriales para irse a los suburbios en donde comenzaron a construirse nuevas y elegantes viviendas residenciales. Este movimiento, que incluso llegó a ser asistido por el gobierno, exacerbó el cambio en la demografía urbana y aisló deliberadamente a los negros hacia los corredores industriales.
Con la construcción de carreteras, los límites residenciales quedaron más marcados y eventualmente las poblaciones negras y las más pobres, financieramente incapaces de reubicarse, quedaron relegadas a las zonas más apartadas y destruidas.
A finales de la década de 1960, el presidente Lybdon B. Johnson, presionado por el Movimiento de Derechos Civiles, delegó un equipo de líderes cívicos para investigar la tensión racial que concluyó, efectivamente, que la nación se estaba moviendo hacia dos sociedades: “una negra y otra blanca, separadas y desiguales”.
Y aunque el país presentó un hito en 2008 con la elección del primer presidente negro en su historio, la situación continúa siendo la misma. Le recomendamos: Discriminación de pelo, un problema para cortar
La segregación incluso se ha vuelto más pronunciada. Si para 1960 las familias blancas se mudaban de las ciudades a los suburbios cuando veían que estaban llegando afroamericanos a sus vecindarios, ahora el movimiento es a la inversa. Los blancos se trasladan a áreas periféricas alejadas totalmente blancas, privadas y ricas en las periferias. Y este fenómeno también reacciona a los índices de migración actuales. “Más de la mitad de los estadounidenses blancos creen que la ‘forma de vida’ del país debe protegerse contra las influencias extranjeras. Alrededor del 84% de los partidarios de Donald Trump se sienten así”, destaca Alvin Chang, periodista de Vox.
La discriminación racial persiste, como dice Michelle Obama, y si la tendencia continúa habrá una serie de consecuencias negativas para los estadounidenses, pues habrá una reducción en las oportunidades de vida, salud, estudios y economía. “Los vecindarios racialmente integrados representan sitios clave donde la exposición y el contacto sostenidos pueden continuar erosionando las divisiones de larga data y mejorar los niveles de cooperación y confianza entre los grupos. Pero es difícil mantener esos entornos cuando tantos blancos deciden mudarse”, resalta Samuel Kye, sociólogo de la Universidad de Indiana.
En noviembre de 2014, mientras Estados Unidos de América estaba sacudido por las fuertes protestas callejeras en Ferguson, Misuri, por la muerte del joven afroestadounidense Michael Brown, de 18 años, a manos del policía blanco Darren Wilson, ocurrida en agosto de ese año, Trump alertó por Twitter:
"Nuestra país está totalmente fracturado y, con nuestro débil liderazgo en Washington, pueden esperar que disturbios y saqueos como los de Ferguson ocurran en otras partes", escribió.
Cinco años y medio más tarde, durante tres de los cuales él ha estado en la Casa Blanca, Estados Unidos de América vive las manifestaciones más graves desde las ocurridas en 1968 tras el asesinato del líder por los derechos civiles Martin Luther King Jr.
La mecha se ha encendido esta vez por la muerte en Minneapolis de George Floyd, un afroestadounidense de 46 años que falleció después de que un policía blanco le presionara, durante más de ocho minutos, el cuello con la rodilla.
Un caso que, por desgracia, se parece a otros en los últimos años.
Pero, ¿por qué esta vez el alcance de la protesta va mucho más allá de lo ocurrido en Ferguson?
Luego de casi una semana, ha habido manifestaciones callejeras en más de 75 ciudades y en más de 40 de estas han sido establecidos toques de queda.
Muchas protestas han derivado en disturbios, enfrentamientos, saqueos y detenciones.
La situación también ha llevado a recurrir a la Guardia Nacional (una fuerza militar que USA reserva para emergencias), que hasta este lunes había desplegado más de 16.000 efectivos en 24 estados y Washington D.C.
Una muerte que son muchas
"Lo que puso todo esto en marcha fue el brutal asesinato de George Floyd la semana pasada. Eso fue el catalizador, lo que realmente llevó a la gente a las calles", señala Ashley Howard, profesora asistente de Historia y Estudios Afroestadounidenses de la Universidad de Iowa.
La experta destaca que esa muerte no ocurre en el vacío, sino en un contexto en el que las comunidades negras están constantemente sometidas a una excesiva vigilancia policial.
Esta situación ha llevado a una paradoja que Julian Zelizer, historiador político de la Universidad de Princeton, resume señalando que estas personas viven con miedo "porque se sienten vulnerables ante quienes se supone que deberían protegerlos".
Es usual encontrar quejas de ciudadanos afroestadounidenses en redes sociales expresando su malestar porque sienten que la policía les detiene por el simple hecho de ser negros. Más allá de su percepción de ser discriminados, hay datos duros que sugieren que tienen razones de peso para preocuparse por las fuerzas del orden.
"Las personas negras tienen 3,5 veces más probabilidad que las blancas de morir a manos de la policía cuando no están atacando ni tienen un arma. Los adolescentes negros tienen 21 veces más probabilidades que los blancos de morir por agentes de policía. La policía mata un negro cada 40 horas", escribió en un artículo Rashawn Ray, investigador del Brookings Institution, un centro de estudios con sede en Washington D.C.
"Uno de cada mil negros muere a manos de la policía. Y, pese a lo impresionantes que son, estas estadísticas representan una mejoría en relación con el pasado, Estas estadísticas son la razón por la cual desde Minneapolis a Los Ángeles hay gente protestando, marchando y causando disturbios", agregó Ray.
Parte de la respuesta a esta situación se ha venido articulando a través del movimiento Black Lives Matter, surgido en 2013.
"Cada vez más gente entiende lo que está ocurriendo, que esto es un problema sistémico y no un evento aislado. No es solamente una manzana podrida en un cuerpo de policía. Es un problema estructural mayor", apunta Howard.
Racismo estructural
"No podemos dejar de lado que hay profundas desigualdades en Estados Unidos que afectan la vida cotidiana de los afroestadounidenses. Estas son el origen de que haya disparidades en cada una de las medidas significativas de la vida de los afroestadounidenses, desde la mortalidad materna, hasta las diferencias de ingresos y en la riqueza que pasa de una generación a otra", indica Howard.
La experta refiere que los negros en Estados Unidos también van a la cárcel en una tasa mayor que los blancos y que otras comunidades; y que también hay diferencias en la calidad de la educación que reciben.
"Todas estas cosas están continuamente en el trasfondo. Es simplemente tener conciencia del hecho horrible de que tu vida puede ser borrada en cualquier momento. Eso también es algo que impulsa a la gente a salir a las calles", añade.
Una pandemia que discrimina
Las protestas callejeras se producen en un momento en el que Estados Unidos ha sido duramente golpeado por la pandemia de Covid-19, causando más de 100.000 muertes y dejando sin empleo a unos 40 millones de trabajadores.
"Sabemos que los afroestadounidenses sufren con esta enfermedad de forma desproporcionada. Ellos se están enfermando y muriendo a tasas más altas que el resto de estadounidenses. Eso está documentado. Ellos también están más expuestos debido al tipo de trabajo que realizan, pues están en primera línea como asistentes sanitarios, conductores de autobús, empleados de tiendas o de oficinas postales. Todos esos trabajos esenciales son cubiertos con frecuencia por personas negras, lo que potencialmente los pone en mayor contacto con la enfermedad", afirma Howard.
Según la experta, la pandemia ha empeorado los problemas derivados del racismo estructural al afectar cómo la gente puede hacerle frente.
"¿Tienen acceso a atención médica?, ¿pueden tomarse el día libre en el trabajo si se sienten enfermos?, ¿les pagan ese día sin trabajar?, ¿tienen hospitales y médicos en sus comunidades a los cuales recurrir?, ¿si se enferman, tienen apoyo para el cuidado de los niños? Todos estos tipos de racismo sistémico y estructural que los afroestadounidenses enfrentan cotidianamente se exacerban en una crisis como la de esta pandemia", apunta.
Julian Zelizer cree que la pandemia ha tenido un papel muy importante en impulsar las protestas callejeras aunque no sea su causa principal.
"Históricamente las protestas violentas ocurren en el verano, cuando hay calor y la gente está incómoda y tensa, especialmente si viven en lugares llenos de gente. No tengo duda de que simplemente vivir esta pandemia del Covid-19, que golpeó de forma más dura a muchos afroestadounidenses, generó mucho malestar”.
“Estoy seguro de que la manera como se vivió esto de forma distinta para una parte de la comunidad afroestadounidense avivó la rabia sobre cómo funciona la sociedad estadounidense y creo que el temor por los empleos dejó a mucha gente molesta, lista para protestar", afirma.
La respuesta de la Casa Blanca
Zelizer señala que estos factores se sumaron a una respuesta inapropiada por parte del gobierno de Donald Trump, creando "una mezcla inflamable".
"Trump no ha ayudado para nada. Hay distintas cosas que los presidentes pueden hacer en una situación como esta pero, en general, la respuesta ha sido provocar violencia en contra de las protestas", observa.
El experto cuestiona los llamados del mandatario a la ley y el orden, señalando que Trump se hizo eco de una frase según la cual "los saqueos llevan a tiroteos", lo mismo que decían "algunas de las voces más reaccionarias" de la década de 1960.
"Necesitas un presidente que llame a la calma pero que también escuche y responda a las causas de lo que está ocurriendo. Trump no ha hecho nada de eso", afirma Zelizer.
(Con información de BBC Mundo)