En teoría, según el argumento del régimen chavista-madurista, la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) tiene poderes ilimitados. Incluso por encima del mismísimo presidente, quien hace casi un año se subordinó a ella. De ser así, Diosdado Cabello, que ahora preside la ANC, es hoy más poderoso que Nicolás Maduro. Pero la realidad es bien distinta. El poder en Venezuela lo tiene quien posea el respaldo del Alto Mando militar y el control de los cuerpos de represión. Esos los tiene Maduro. No obstante, la ANC es una ficción que puede perturbar, y mucho, al poder real. Pero en las dictaduras siempre hay un solo dictador, no dos. De lo contrario uno eliminará al otro.
Corría el año 2013, presidia la Asamblea Nacional (AN) venezolana (por entonces de mayoría chavista) Diosdado Cabello, que a su vez ya era vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). En medio de una situación de mucha tensión política por los cuestionamientos que la oposición hacía a la validez de los resultados electorales de abril de ese año, según los cuales (en números del Consejo Nacional Electoral, CNE) Nicolás Maduro derrotó por estrecho margen al candidato de la unidad opositora, Henrique Capriles, Cabello organizó una golpiza por parte de la mayoría chavista en el Parlamento contra algunos de sus colegas opositores, en pleno salón de sesiones. El hecho fue de una violencia inusitada y transmitido por las cámaras de televisión.
Al lector no acostumbrado a la realidad política venezolana este recuento le puede sonar insólito e inverosímil. A los venezolanos que entonces lo vieron luego por distintos medios también. Nunca antes en la vida parlamentaria venezolana había ocurrido algo parecido, con excepción del “Asalto al Congreso” en 1848, un suceso sangriento que sólo recordaban los historiadores.
En muchos Parlamentos del mundo se han dado incidentes donde la extrema tensión de inflamatorios discursos y disputas reglamentarias han provocado que del enfrenamiento verbal se haya pasado al físico. Pero lo novedoso de aquel incidente es que el acto de violencia fue organizado por el propio presidente del Parlamento.
Diosdado Cabello nunca se disculpó por lo ocurrido. Ni siquiera negó su autoría. Todo lo contrario, se complacía en manifestar a viva voz que era el más radical de todos los chavistas. El enemigo de cualquier diálogo con los adversarios políticos a quienes ha calificado por años de traidores y “vendepatria”.
Con ese talante dirigió la Asamblea Nacional por cuatro años, llegando a ordenar arbitrariamente el desafuero de María Corina Machado y quitándole el derecho de palabra a los diputados opositores sin respetar el reglamento de debates de la Cámara.
Cuando en diciembre de 2015 la oposición ganó dos tercios de las bancadas de la AN, Cabello (antes de que se constituyera la nueva mayoría) organizó los días 23 y 24 de ese mes dos atropelladas sesiones para designar nuevos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) a fin de evitar que lo hiciera el nuevo Parlamento.
De ese modo, sin cumplir los procedimientos establecidos en la Constitución, creó las condiciones para bloquear a la AN por medio del TSJ y generó un nuevo conflicto político.
Al tomar la palabra para cerrar esa última sesión de diciembre de 2015 que consumó la maniobra, no sólo no negó que esa fue la intención, sino que la justificó con la premisa de que el chavismo no podía dialogar ni negociar nunca con sus adversarios porque eso constituirá una traición; además culminó su intervención con una frase que sonó entre amenaza y sentencia: “La confrontación es inevitable”.
El estilo es el hombre
Como oficial del Ejército, Cabello fue miembro originario de la logia militar que acompañó el intento de golpe de Estado de Hugo Chávez en febrero de 1992. Luego de la llegada de Chávez al poder en 1999 ocupó distintos cargos en el alto gobierno, incluida la Vicepresidencia Ejecutiva en 2002.
Además, ha sido el vicepresidente del PSUV desde su creación por designación del mismo Chávez en 2008. Por aquella época el diputado chavista Luis Tascón (que pasó a la historia por una infame lista usada para la persecución política y bautizada con su nombre) popularizó la expresión “derecha endógena”, para referirse a un grupo que desde las altas esferas se había dedicado a acumular poder y dinero. Según el denunciante el jefe de ese grupo sería Diosdado Cabello. El diputado Tascón (ya fallecido) pasó al olvido, pero Cabello siguió en la cumbre de ese poder.
En 2011 entró por primera vez a la Asamblea Nacional de primero en la lista del estado Monagas y de allí pasó a presidir el Parlamento en 2012, aun cuando Chávez había dicho que el exguerrillero Fernando Soto Rojas repetiría en el cargo.
Cuando sobrevino la enfermedad que le costaría la vida a Chávez, muchos observadores (dentro y fuera del chavismo) creyeron que el sucesor presidencial sería Cabello. Pero el 8 de diciembre de 2012, para la sorpresa general, el presidente enfermo no lo señaló a él como su heredero sino a Nicolás Maduro.
Hasta ese momento Diosdado Cabello era el dirigente chavista que más había pujado por crearse una base de poder propia cuyo destino obvio era la Presidencia. Nadie como él ha sido tan persistente en tejer alianzas, entre los militares activos y retirados, en el Gobierno, en las regiones, entre la boliburguesía, en el empresariado más tradicional y en el PSUV.
Sin embargo, Maduro ganó esa partida y con él toda el ala civil proveniente de la extrema izquierda que siempre ha desconfiado de los militares de la logia que intentó dar el golpe de Estado de febrero de 1992. En los meses de la enfermedad de Chávez mantuvieron aislado a Cabello de lo que ocurría con la salud del presidente en Cuba.
No obstante, haciendo gala de realismo desde su cargo de presidente de la AN y jefe del partido oficialista, Diosdado Cabello fue fundamental para la elección de Nicolás Maduro como presidente en 2013.
Para Nicolás Maduro y su pareja Cilia Flores, ha sido un aliado muy útil pero incómodo. Cuando en diciembre de 2014 pujaron para designar por medio de su mayoría en el Parlamento al exgobernador Tarek William Saab como defensor del Pueblo, Cabello replicó apoyando a Luisa Ortega Díaz para que repitiera como fiscal general, en contra de los deseos manifiestos de la “Primera Combatiente”.
Desde que Maduro es presidente entre los dos ha habido una competencia por demostrar quién es más radical y más duro. Pese a que antes de ocupar la jefatura del Estado, Maduro venía precedido por una fama de conciliador, aquí también le ganó (por radicalidad y dureza) a su competidor interno.
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— El Político (@elpoliticonews) June 20, 2018
Luego de perder el puesto como presidente de la AN que pasó a manos de la oposición, Cabello se atrincheró en el PSUV y en su peculiar programa que la televisión estatal transmite todas las semanas, Con el Mazo Dando, donde es muy frecuente, por cierto, la participación de militares activos.
Cuando Maduro instaló su Asamblea Nacional Constituyente (ANC) se especuló que como segunda figura del régimen Cabello la presidiría. Pero no, Maduro impuso a la excanciller Delcy Rodríguez, de su máxima confianza. Nuevamente Cabello pasó a un segundo plano.
Luego de un año la hasta ahora presidenta de la ANC pasa sorpresivamente a la Vicepresidencia Ejecutiva y Diosdado Cabello la reemplaza.
Protagonismo y poder real
Luego de todo este recuento, la pregunta es: ¿Por qué Maduro permite que ese cargo de aparentemente tanto poder lo ocupe un potencial rival interno como Diosdado Cabello?
El 10 de agosto de 2017, en ocasión de la instalación de la ANC, Maduro dijo: “Vengo a reconocer sus poderes plenipotenciarios soberanos, originarios y magnos para regir los destinos de la República (…) como jefe de Estado me subordino a los poderes constituyentes de esta Asamblea Nacional Constituyente”.
¿Va Maduro a subordinarse a Cabello? ¿Se impuso este por medio de una mayoría de miembros de la Constituyente? ¿O hubo un acuerdo entre los dos?
Sin lugar a dudas hubo un acuerdo, de otra manera no hubiera podido ocurrir sin el consentimiento de Maduro. La razón es muy sencilla: él es el que tiene el poder real. Tiene el respaldo del Alto Mando militar y el control de los cuerpos de represión del Estado. El supuesto poder de la ANC es ficticio.
Por alguna razón que en las próximas semanas quedará clara, Maduro ha decido compartir el protagonismo, mas no el poder.
Lo primero no podrá evitarlo porque Diosdado Cabello está atrapado por su fuerte necesidad de figurar. Esto Maduro debe saberlo, pero como dice el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Ottawa, Jorge Lazo Cividanes: “Ningún dictador es capaz de sostenerse sin ayuda de colaboradores, ni siquiera el más opresivo. Todos dependen de cómplices leales que, en lugar de fomentar su caída, invierten en la preservación de las instituciones autoritarias. No obstante, esto comporta un dilema. Sin un compromiso creíble que garantice un reparto del poder entre el dictador y los miembros de su coalición nada impide que el primero ignore los intereses de los segundos o estos conspiren contra aquel”.
Nicolás Maduro aparenta compartir el poder con Diosdado Cabello, pero él tiene hoy el poder en Venezuela. Mañana quién sabe. Cabello intentará cogobernar. No será Delcy Rodríguez.
Aunque la ANC es una ficción, puede perturbar, y mucho, al poder real. Pero en las dictaduras siempre hay un solo dictador, no dos. De lo contrario uno eliminará al otro.