Por más de seis décadas el pueblo cubano ha sido azotado por la pandemia castrista que es una maldición permanente. Ésta ha hecho mucho más daño del que hará la pandemia china y lo seguirá haciendo porque el castrismo es un mal que si no se elimina acabará con nosotros, con nuestros hijos y con sus descendientes.
Huber Matos Araluce /El Político
No hay comida. No se puede mantener el distanciamiento social porque hay que salir a buscar lo que se encuentre.
No hay agua en muchos lugares. No hay jabón ni otros productos para la higiene. Las medicinas no se encuentran. No hay limpieza en los hospitales y la basura se acumula en las calles. No hay equipamiento suficiente para atender a los enfermos del virus. No hay transparencia y abunda la mentira.
No se sabe realmente el número de muertos ni el de contagiados.
Están abiertos todavía los círculos infantiles porque la economía de la dictadura es más importante que la vida del pueblo. Se mantuvieron abiertas las escuelas, los colegios y las universidades cuando en el mundo hacían lo contrario. Se siguió estimulando el turismo cuando los demás países cerraban sus fronteras.
Más de tres generaciones de cubanos perdieron la posibilidad de desarrollar su potencial, solo los que escaparon tuvieron la oportunidad.
Uno de los países más prósperos de este continente fue reducido a la pobreza para que el pueblo tuviera que depender de un régimen que lo ha explotado sin piedad.
Nos dejaría espantados un recuento de los muertos durante las pasadas seis décadas, víctimas de la mala alimentación, enfermedades y epidemias, mala praxis, fusilamientos, asesinatos, ahogados en el mar y confinamientos en las prisiones.
Solo en la guerra de Angola que duró 15 años, entre 1975-1991, en la que participaron 350.000 cubanos, murieron varios miles, la mayoría por enfermedades y accidentes.
Los campos de concentración de la UMAP dejaron 72 muertes por torturas y ejecuciones y 180 suicidios, un total de 252 jóvenes cubanos.
El sufrimiento de familias y personas por esas razones y por la separación del exilio no podrá medirse nunca, ese dolor es inconmensurable. Las alegrías y las memorias perdidas no podrán recuperarse.
El pueblo fue engañado y reprimido para esclavizarlo.
En Venezuela estamos viendo en cámara lenta la destrucción del pueblo, su economía, sus costumbres y su alegría por una variante más vulgar de la pandemia castrista.
Cuba es una isla y si fuera también una democracia estaríamos enfrentado la pandemia china con dignidad en lugar de terror y con esperanza, agua, jabón y comida.
Creo que a la hora del balance de las dos pandemias la castrista ha hecho y continuará haciendo mucho, mucho más daño que la importada.
La vacuna está dentro de nosotros mismos, hay que empezar por erradicar el temor al castrismo. Ahora es la oportunidad o moriremos todos lentamente y arrodillados.
San José, Costa Rica