Los relatos de los jóvenes venezolanos que se han visto entre la espada y la pared por la difícil situación económica son desgarradores.
El Político
Tal es el caso de María Fernanda, quien pensó en suicidarse dos veces. Pero la idea de que nadie más mantendría a su familia la hizo desistir.
La primera ocasión fue a los 20 años, cuando fue despedida de la tienda departamental en la que trabajaba por llegar tarde.
También reprobó una serie de 10 exámenes seguidos en la universidad y simultáneamente escuchó a su mamá llorar por haber sido diagnosticada con cáncer, reportó EfectoCocuyo.
Sin garantías ni condiciones: 40% de deserción estudiantil en la Universidad Central de Venezuela.https://t.co/Uo3ChJeXdG pic.twitter.com/sbY3pFIheT
— Jorge López ?? (@ElSelvatico) August 19, 2021
Era 20 de mayo de 2019 y tenía una soga lista para ello en su cuarto, dentro de la pequeña casa donde habita en Buena Vista, Petare, al este de Caracas.
Sin embargo, se arrepintió al reflexionar que sus padres y el abuelo no contaban con dinero para enterrarla: sabía que tendrían que pedir prestado por eso.
Después de todo aquello, renunció al tercer año de la carrera de Idiomas Modernos y se dedicó a buscar un empleo a tiempo completo.
«Desde finales de 2018 yo soy la encargada de mi casa. Sin mi sueldo, no comemos; si me enfermo y no puedo trabajar, no comemos…Mi papá tiene 67 años y está jubilado; era abogado antes. Mi mamá tiene cáncer de seno; no es con metástasis, pero está asustada y vive repitiendo que se va a morir. La única que trabaja soy yo», narró la joven a Efecto Cocuyo.
Posteriormente consiguió un empleo modesto en un local de teléfonos celulares y también ofreció clases de inglés a cualquiera que se le atravesara, en enero de 2020. Con suerte lograba llegar a final de mes con lo equivalente en bolívares a 150 dólares mensuales, en medio de una hiperinflación que ese año alcanzó 2.959,8 %, según cifras del Banco Central de Venezuela (BCV). No podía pagar ni una sola quimioterapia para su madre; entonces llegó la pandemia, el 13 de marzo de 2020, y con ella otra vez el desempleo.
Una noche de abril de ese año pensó que su vida era poco más que un chiste malo e intentó tragarse un vaso de jugo con veneno para ratas, luego de ver que la muerte parecía rápida en un programa que vio en internet.
No pudo hacerlo porque volvió a recordar que si no era ella la que laboraba su mamá, papá y abuelo no tendrían como sostenerse.
Encontró trabajo remoto en junio luego de una exhausta búsqueda; se trataba de una serie de traducciones que debió enviar a una empresa en México; entonces decidió invertir parte del dinero que ganó en un psicólogo que no tardó en diagnosticarle depresión.
«Me dijo que estaba presionada, y es verdad; sentía una culpa grandísima cada vez que pensaba en morir, porque me decía ‘no puedo ser tan egoísta’. Estoy trabajando en eso; ahorita solo doy clases y hago traducciones para el exterior y la situación económica ha mejorado bastante. Gano casi 500 dólares y algo hacemos en la casa con eso; descubrir el trabajo freelance fue un alivio», contó María Fernanda.
Sostenes familiares a la fuerza
En Venezuela conviven un aproximado de 28 millones de habitantes. De acuerdo con la Encuesta Nacional de la Juventud (Enjuve) 2021, elaborada por la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), hay 6 millones 817 mil personas que tienen entre 15 y 29 años
De ellas, un millón de jóvenes (15 %) están al frente del hogar donde residen. El fenómeno preocupa a los expertos mientras se estima que 880 mil hombres y mujeres menores a los 24 años no continuaron su formación académica entre 2015 y 2021.