Pese a la intensa promoción de la vacuna rusa contra el COVID-19 por parte del gobierno de Vladimir Putin, la población de ese país desconfía de este fármaco.
El Político
Vale recordar que Rusia fue el primer país en anunciar que tenía una vacuna contra el coronavirus.
Un dato a considerar es que el 19 de octubre, el periódico Moscow Times reportó un nuevo récord diario de muertes por COVID-19 en Rusia, con más de 1.000 diarias, reportó VozdeAmerica.
Pacientes muy graves comenzaron a abrumar los hospitales y el presidente, Vladimir Putin, ordenó una semana libre de trabajo para contrarrestar el repunte.
Irónicamente, Rusia fue el primer país en anunciar una vacuna contra el virus, conocida como Sputnik V, en agosto de 2020.
Pero, un año después, solo el 19% de la población estaba completamente vacunada con las dos dosis requeridas. Actualmente la cifra es del 35 por ciento.
Las investigaciones reflejan una elevada indecisión a vacunarse en Rusia. Los motivos varían, pero uno de los factores es la desconfianza en el gobierno.
Putin probablemente tenga parte de la culpa. Cuando se aprobó la Sputnik-V, dijo que era segura y efectiva, aunque los ensayos a gran escala ni siquiera habían comenzado.
Esto chocó con el escepticismo de algunas autoridades médicas en Rusia, que instaron al Ministerio de Salud a revocar la aprobación hasta que se completaran los ensayos.
En respuesta a las noticias del récord de muertes diarias y las bajas tasas de vacunación, el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, admitió la persistencia de los indecisos, pero no que estuviera relacionada con la Sputnik V o con alguna otra vacuna en específico.
“Esta vacunafobia que tienen algunos ciudadanos no está relacionada con una marca de vacunas”, dijo.
Su declaración es engañosa.
Además del escepticismo inicial en Rusia, la Sputnik V no ha recibido aún la aceptación internacional, a pesar de la evidencia que sugiere que es segura y efectiva.
La Organización Mundial de la Salud recientemente suspendió el proceso de aprobación para la Sputnik V por falta de datos. Estados Unidos y la Unión Europea tampoco han aprobado la vacuna rusa.
Encuestas independientes entre la población de Rusia reflejan una gran resistencia a la vacunación, sin importar la marca del fármaco.
En marzo, la agencia Reuters reportó que más del 60% de los rusos en un sondeo del Levada Center dijeron que no querían la Sputnik V. Muchos mencionaron efectos secundarios, y alrededor de un 64% dijeron que el coronavirus es un arma biológica fabricada.
En comparación, el Levada Center encontró que el 69%de los médicos y especialistas rusos confiaban en que la Sputnik V es segura y efectiva.
Hay otros factores de la vacunafobia a considerar.
El primero es que los rusos no tienen otra opción. Las autoridades suspendieron la importación de vacunas extranjeras. Una campaña en la prensa oficialista expresó dudas sobre la eficacia y la seguridad de las vacunas extranjeras, particularmente las de Pfizer-BioNTech y AstraZeneca.
Hay indicios de que los rusos que pueden costearlo están viajando al exterior para adquirir vacunas occidentales. Associated Press reportó que muchos se trasladan a Serbia, un país que no es miembro de la Unión Europea, a obtener la vacuna de Pfizer o alguna otra.
Las agencias de viaje de Rusia han preparado "paquetes de vacunación”. Algunos rusos expresan que desean una vacuna extranjera para poder viajar a más países.
Alrededor de 50 naciones están abiertas a los viajeros inoculados con vacunas aprobadas, aunque algunas no aceptan todas las vacunas aprobadas. Esta y otras políticas inconsistentes han creado confusión en los viajeros, reporta el New York Times.
En un artículo en julio para Foreign Policy, Alexey Kovalev, un periodista investigativo de la publicación independiente rusa Meduza, dijo que el gobierno simplemente no supo manejar la respuesta al COVID-19.
“A pesar de tener acceso a los cerebros y los recursos de uno de los países más avanzados tecnológicamente, las autoridades rusas desperdiciaron repetidamente casi todas las oportunidades para vencer a la pandemia”, dijo Kovalek.
Agregó que “su masivo y abultado aparato de propaganda no logró hacer el trabajo para el que fue creado: hacer llegar el mensaje. En su lugar, la pandemia ha exacerbado la crisis de confianza entre el gobierno ruso y sus ciudadanos”.