El asalto al Capitolio del 6 de enero, perpetrado por una turba inspirada por el expresidente Donald Trump, estableció un siniestro precedente para la política estadounidense.
El Político
Nunca, desde la Guerra de Secesión, Estados Unidos había dejado de efectuar un traspaso pacífico del poder, y ningún candidato anterior se empeñó en impugnar los resultados de unas elecciones frente a las amplias pruebas de que han sido libres y transparentes.
El suceso aún reverbera en la política estadounidense, pero su impacto no ha sido solo interno. También ha tenido un gran impacto a nivel internacional, y es señal de una considerable disminución del poder y la influencia mundial de Estados Unidos, según un artículo del New York Times.
Impactos del asalto al Capitolio en el mundo
El 6 de enero ha de ser considerado en el contexto más general de la crisis mundial de la democracia liberal.
Según el informe “Freedom in the World 2021”, de Freedom House, la democracia ha ido en descenso durante 15 años seguidos, y algunos de los mayores retrocesos corresponden a dos de las democracias más grandes del mundo, Estados Unidos y la India.
Desde que se publicó ese informe, se han producido golpes de Estado en Birmania, Túnez y Sudán, países que antes habían dado pasos prometedores hacia la democracia.
El mundo había experimentado un enorme aumento en el número de democracias; de alrededor de 35 a principios de la década de 1970 a más de 110 en el momento de la crisis financiera de 2008.
Decadencia por asalto al Capitolio
El modelo estadounidense lleva tiempo en decadencia. Desde mediados de la década de 1990, la política del país se ha polarizado cada vez más y sigue sujeta a un estancamiento; lo cual le ha impedido llevar a cabo funciones básicas de gobierno, como aprobar presupuestos.
Las instituciones estadounidenses tenían problemas obvios —la influencia del dinero en la política, los efectos de un sistema de votación; en creciente desarmonía con la opción democrática—, pero el país parecía incapaz de reformarse por sí mismo.
Otros periodos de crisis anteriores, como la Guerra de Secesión y la Gran Depresión, produjeron líderes con visión de futuro y capacidad de desarrollar instituciones; no fue así en las primeras décadas del siglo XXI, cuando los responsables políticos estadounidenses tuvieron que gestionar dos catástrofes durante su mandato; —la guerra de Irak y la crisis financiera de las subprime— y surgió, más tarde, un demagogo miope que incitó a un movimiento populista enfurecido.