La cumbre de líderes del Foro de Cooperación Económica Asia – Pacífico (APEC) cerró su telón este viernes.
El Político
La cita, realizada en San Francisco, California, reunió a representantes de la veintena de naciones que conforma el bloque.
Pese a la numerosa cantidad de delegaciones, dos robaron protagonismo y acapararon la atención de la prensa y los asistentes.
Con el encuentro, Estados Unidos, el país anfitrión, buscó acercarse a la región Asia – Pacífico, una zona altamente influenciada por China.
Pekín, por su parte, intentó dejar claro que ese es su feudo, pero también cortejó a las naciones latinoamericanas que acudieron al evento.
Se trató de una puja geopolítica, librada en medio del ambiente de cordialidad al que obliga toda cumbre de mandatarios.
Una cita eclipsada
Aunque vendida como el plato central, la reunión de los jefes de Estado y de Gobierno del Foro APEC fue, en verdad, un acontecimiento secundario.
Los presidentes, que se citaron cerca de Silicon Valley, conversaron sobre asuntos que resultan estratégicos para Washington y Pekín.
Taiwán, el conflicto entre Isarel y Hamás, así como la guerra entre Rusia y Ucrania resultaron tópicos inevitables.
China y Estados Unidos tienen intereses en cada área y, por consiguiente, sus posiciones son contrastantes.
Tanto Biden como Xi intentaron trabajar en medio de esas diferencias. Conversaron sobre reestablecer la comunicación militar y sobre el comercio de tecnología.
Lo más importante de la cita fue esa especie de acuerdo no escrito (y no firmado) para trabajar, de conformidad con sus propios modelos, sin causar grandes disgustos al otro.
Cacería de socios
Justo un día después del encuentro en solitario, Joe Biden y Xi Jinping siguieron sus agendas.
Sin perder de vista la multilateralidad de la cumbre, el dirigente estadounidense y el líder chino se lanzaron a la caza de socios.
Biden jugó adelantado, con una alocución ante los empresarios que participaron en el foro.
El titular del Despacho Oval midió sus palabras. Mediante un discurso cuidado, vendió a su país como un aliado comercial fiable.
El decoro del gobernante respondió al “pacto de no agresión” sellado 24 horas antes.
La amabilidad del norteamericano fue correspondida por su homólogo asiático. Xi Jinping no usó palabras exultantes, pero tampoco se preocupó por golpear.
Antes que ser agresivo, Xi se decantó por una aproximación cautelosa a lo que algunos denominarían el “vecindario” de Estados Unidos.
En primera instancia, sostuvo una conversación con el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador.
Más tarde, saltó de esa reunión a un cara a cara con Dina Boluarte, la mujer que dirige Perú, tras la deposición de Pedro Castillo.
El objetivo del presidente chino fue, en definitiva, ofrecerle una no tan desinteresada asistencia a las naciones latinoamericanas.
De hecho, Xi se enfocó en países que ven a Estados Unidos como un vecino que se ha distanciado, pese a vivir en el mismo sector.