Malas nuevas para Argentina. Una devaluación del peso, la moneda que rige en el país, se antoja inevitable.
El Político
Proyecciones presentadas por Bank of America (BofA) anticipan que el peso se depreciará 43%.
Tal pérdida, sumada a la caída de 18% que avaló el Gobierno a comienzos de agosto, podría hundir al peso argentino hasta las 615 unidades por dólar.
Más dramática resulta la estimación divulgada por expertos del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA).
A decir de esos especialistas, la moneda argentina perderá 46% de su valor en lo que resta de 2023.
Si esa depreciación se concreta – y si se suma a la registrada en agosto – el peso se ubicaría en 650 unidades por cada dólar.
Sergio Massa, ministro de Economía de Argentina y candidato presidencial de la alianza Unión por la Patria, ha descartado que la devaluación ocurra en las próximas semanas.
Según Massa, un izquierdista cercano al presidente Alberto Fernández y a la vicepresidente Cristina Fernández, no habrá movimientos en esa dirección hasta finales de octubre.
Al contrastar las afirmaciones del ministro con los pronósticos bancarios, la conclusión parece evidente: una potente devaluación golpeará la economía argentina, tras las presidenciales del 22 de octubre.
¿Qué vendría después?
Si los sondeos que pulsan la intención de voto resultan acertados, Javier Milei, candidato conservador a la Presidencia de Argentina, podría convertirse en el aspirante más votado.
Según la empresa de estadísticas Opinaia, Milei exhibe un favoritismo de 35%. Otra encuesta, pero de la firma Miglino & Asociados, indica que el actual diputado nacional ganaría los comicios de octubre con 42% de las preferencias.
En ninguno de los dos escenarios, el economista evitaría el balotaje del 19 de noviembre. Sin embargo, si llegase a imponerse en segunda vuelta, el dirigente de La Libertad Avanza se consagraría como el nuevo titular del Ejecutivo albiceleste.
Sólo en ese caso, Javier Milei podría adelantar un ambicioso plan de reconversión monetaria. A lo largo de su campaña, el líder de derecha ha planteado la adopción plena del dólar estadounidense como moneda de curso oficial en Argentina.
Expertos creen que esa alternativa, aparte de viable, brindaría estabilidad a una tambaleante economía argentina que, de continuar su rumbo actual, terminará colapsando.
Quienes apuestan por la dolarización apuntan que la aplicación de la medida obligaría al Gobierno central a mantener la disciplina fiscal.
Otros añaden que abandonar el dólar una vez concretada la reconversión supondría un costo tan elevado que ni siquiera los dirigentes de izquierda estarían dispuestos a asumirlo.
Al permanecer estable, la economía de Argentina ganaría credibilidad y respeto. Se acentuaría la inversión y la producción se multiplicaría. El poder adquisitivo, entretanto, tendería a solidificarse.
Con indicadores en verde, la nación albiceleste experimentaría una reducción inflacionaria con efectos positivos en el consumo y el disfrute de servicios.
Lo anterior daría pie a la caída del Índice de Precios de Consumo (IPC) y, por consiguiente, de la inflación.
Las dolarizaciones aplicadas en otros países han demostrado que, luego de la adopción de esa moneda, las naciones viven una rápida convergencia de la tasa de inflación.
Tal indicador termina, en consecuencia, registrando niveles similares a los que tiene la economía de Estados Unidos.
Lo mismo podría ocurrir en Argentina, siempre y cuando el cambio económico esté precedido por uno político.