Analistas estiman que las tensiones entre EEUU y China se incrementarán el próximo año. Estas dos potencias alcanzaron nuevos niveles de enfrentamiento en 2022, con políticas comerciales, diplomáticas y de defensa marcadas por la creciente sospecha mutua y el antagonismo.
El Político
Según Bloomberg, China parece gozar de una mayor influencia, sobre todo gracias a su poderío económico. reportó CNNEspanol.
¿Por qué es importante?
Las economías de algunos países como Camboya o Laos están fuertemente condicionadas por los préstamos concedidos por Pekín en el marco de la Nueva Ruta de la Seda, que han servido para financiar megaproyectos de infraestructuras como puertos y líneas de tren de alta velocidad.
En este lapso, sin embargo, la política estadounidense hacia Asia ha madurado significativamente, y a pesar de las formas convulsas en la superficie (de agravios a los aliados y cumplidos a los enemigos), lo cierto es que Washington ha desplegado progresivamente una estrategia amplia, contundente, y cada vez más explícita de confrontación con China.
Y cierta retórica antichina se ha extendido a otros países de Asia, aun cuando uno de sus principales argumentos (la asertividad china en el mar del Sur de China) ha permanecido relativamente latente durante casi dos años.
Por su parte, la iniciativa Un Cinturón, Una Ruta (BRI) promovida por China ha sumado nuevos miembros a la comunidad, penetrando en regiones donde otras potencias (como Australia, la UE o el propio EEUU) parecen haber visto cuestionada parte de su influencia.
En estos dos años, y mientras Washington ha recuperado la senda de la bonanza económica, China parece entrar en “tierra de nadie”, con un crecimiento mucho más moderado y que tiende a ralentizarse.
En conclusión
Por tamaño y por voluntad, EEUU y China tienen en potencial de dar forma al sistema internacional, ya sea por coalición, o por colisión, de un modo singular, que solo la Unión Europea podría igualar si superase su ensimismamiento y crisis existencial.
Dicha perspectiva explica en buena medida la inquietud china por ver bloqueadas sus vías de comercio marítimo con mínimas intervenciones de otros estados, y perder así el acceso a los mercados de Europa y Oriente Medio, de los que depende en buena medida su economía.
Desde esta óptica, parece lógico que los estrategas chinos hayan planteado proyectos que les permitan construir vías alternativas de acceso a los mercados.
Una cascada de infraestructuras que aspiraba a dar salida al mar a las regiones interiores de China–a través de las “regiones autónomas” de Xinjiang y Tibet–, para favorecer su crecimiento, teniendo en cuenta que en China este se ha concentrado en mayor medida en las zonas costeras del este.
El proyecto pues, tenía diversas ventajas. En primer lugar, implicaciones domésticas: favorecer el desarrollo en dos regiones con poblaciones tradicionalmente opuestas al gobierno central, y muy especialmente, hacer negocio.
La constatación de que la economía china (y el sector de la construcción) empezaban a ralentizarse motivó a las grandes empresas estatales chinas a salir al exterior y exportar parte de su excedente, al tiempo que los grandes bancos podían expandir su cartera –y diversificar activos– mediante préstamos al exterior.
El relato chino hasta el momento ha tenido eco en multitud de países e incluso en regiones enteras, como en Asia Central, donde ofrece la promesa de interconexión con Eurasia y un horizonte de crecimiento para el futuro al que los estados miembros han fiado ya sus planes nacionales de desarrollo.
De un modo similar, países como Vietnam o Filipinas son también esenciales, ya que ven conpreocupacióncomo tras dos años de calma los buques pesqueros chinos vuelven a las aguas en disputa, como las islas Spratly o el arrecife Scarborough, y lo hacen en algunos casos acompañados por la marina china.
Sin embargo, el principal actor emergente en la región es una potencia vecina, India, que se ve cada vez más impelida por las dinámicas de Asia Oriental y del Sudeste en el marco de una concepción, promovida por los EEUU y sus aliados, de la integración del teatro Indo-Pacífico.
La dinámica de rivalidad entre EEUU y China ocupa cada vez más un lugar central en las relaciones internacionales, y dependerá de terceras potencias, principalmente de la Unión Europea o de India, que no se intensifique hasta llegar a un sistema internacional que recuerde al modelo bipolar de la Guerra Fría.
Las instituciones internacionales deberían recuperar su liderazgo para forzar el entendimiento y la coordinación en la provisión de “bienes globales” y de un marco de gobernanza basado en normas comunes o, de lo contrario, corremos el riesgo de fragmentación física de las comunicaciones.