Cuatro días antes del primer debate, Donald Trump dejó un guiño en este suburbio rico de Filadelfia, donde se presentó acompañado de la banda sonora de Rocky y junto a una estatua oscura del boxeador con una camiseta blanca de su campaña presidencial.
El evento se celebraba en los estudios donde se rodó la última película de Sylvester Stallone. Pero la referencia a su personaje desvelaba quizá hasta qué punto el candidato republicano percibe el duelo que se avecina como un espectáculo similar a las veladas de boxeo que muchas veces ha ayudado a organizar.
Trump suele decir que no hay ningún sitio tan divertido como uno de sus mitines. Pero es consciente de que los debates tendrán mucha más audiencia y son la última opción que tiene para convencer a quienes recelan de él.
Trump salpicó un discurso anodino sobre educación con algunas frases hilarantes. Se rió de su adversaria por no organizar ningún evento este jueves y animó a sus seguidores a ir a votar aun cuando el médico les diagnostique una enfermedad terminal: “Aunque tu médico te diga el día de las elecciones ‘Jim, no vas a sobrevivir a ésta’, no me importa: levanta el culo y vota”.
Pennsylvania decide
Sacar a la gente a votar es ahora la prioridad de la campaña de Trump en Pennsylvania, un estado que los republicanos no ganan en unas presidenciales desde 1988. El entorno de Trump cree que esta vez será distinto por su fortaleza entre la clase obrera blanca pero por ahora sigue lejos en los sondeos y le queda cada vez menos tiempo para remontar.
Entre el público varias personas con camisetas verdes registraban nuevos votantes y pedían los teléfonos y los correos electrónicos a los voluntarios que este sábado llamarán a la puerta de cientos de vecinos de este condado donde se juega el futuro de la carrera presidencial.
Pennsylvania es un estado lleno de contrastes. Filadelfia, Pittsburgh y sus suburbios deprimidos votarán demócrata y las zonas rurales votarán republicano. Son suburbios acomodados como éste los que decidirán el ganador.
Muchos de los seguidores de Trump empiezan a pensar en los debates y creen que su candidato lo tiene todo para ganar pero no todos están de acuerdo en la estrategia que debe seguir. “Debería molestar a Hillary desde el primer momento y decirle que es una ladrona y una corrupta”, me dice Paul Cropper, un tipo con un bigote blanco que reside en el estado vecino de Delaware y luce una camiseta de ‘Bikers for Trump’.
“Trump no aguanta tonterías”, dice Cropper. “¿Recuerda esos otros candidatos republicanos? ¡Se los comió a todos! ¡Ya no es su partido! ¡Es el partido de Trump! Yo no he confiado tanto en ningún otro candidato. Cuando era joven y estúpido, era demócrata. Ahora soy independiente y le juro que Trump puede decir lo que le dé la gana. No me importa. Le votaré igual”.
Hablar como un empresario
No todos creen que Trump deba exhibir su perfil más duro en el debate del lunes. Matt Cannon me dice que a su juicio el candidato debe ser más cuidadoso que otras veces durante su intervención.
“Debe dejar claro su lado más profesional y presentarse con la actitud con la que gestiona sus negocios”, dice Cannon. “Esta vez debe dejar a un lado su perfil de showman. Trump no ha llegado donde está diciendo chorradas en la televisión sino construyendo un imperio empresarial y eso es lo que debe mostrarle a los votantes”.
¿Tiene ventaja Clinton por su experiencia? “Yo creo que los dos tienen más o menos las mismas opciones”, dice Cannon, que lleva una camiseta a favor del muro. “Clinton tiene algunas cosas a favor pero la gente está muy harta de la clase política. Los políticos deberían estar unos años y luego irse. Ella lleva ahí 30 años y ése es el peor problema que tiene. Mucha gente recela de Trump pero al menos no es un político más”.
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Algunos le piden a Trump que sea natural y definen a su adversaria como una “peso pluma” pese a su experiencia como primera dama, como secretaria de Estado y como senadora por Nueva York.
“Ella no tiene una estrategia porque no sabe qué hará Trump”, me dice Bill, que me pide que no desvele su apellido. “A Trump le basta con ser él mismo porque es capa de cambiar el tono. Ella está acostumbrada a tratar con políticos y Trump es un personaje desconcertante. No sabe qué hacer con él”.
A su lado, su amigo John apunta de nuevo su experiencia de negocio como un punto a favor del candidato: “Trump ha construido rascacielos en Nueva York y en Atlantic City y le habla a menudo a sus obreros. Sabe abordar a la gente. Clinton no sabe porque lleva demasiado tiempo entre algodones”.
Muchos aquí están seguros de que Clinton intentará retratar al candidato republicano como una persona que odia a los hispanos, a los musulmanes y a los afroamericanos. Es un extremo que no le importa a Leslie Morgan, una madre soltera que trabaja como agente inmobiliaria y que se define como “una mini-Trump”.
“Trump tendrá una noche fuerte si [el moderador] Lester [Holt] se porta bien”, dice Morgan. “Debatir es algo que le sale natural y tiene una mente rápida. Esa rapidez es fundamental en un debate. Mucho más importante que llevar preparadas unas cifras que te has estudiado. Por eso creo que ganará”.
Lo que más teme Morgan es una pregunta a mala idea. Que alguien le pregunte a Trump por ejemplo quién es el primer ministro de Sri Lanka y que no lo sepa. “Son cosas que no son importantes”, argumenta. “Un líder tiene subordinados que se las dicen. Yo estoy segura de que Clinton ya está nerviosa. Lo que le ocurrió en 11S no tenía que ver con la neumonía. Fueron los nervios porque tenía a unos metros a Trump”.
Con información de Univisión