El político.- Desde Villavicencio, y en el marco del encuentro con víctimas del conflicto armado, el pontífice señaló que "es la hora para desactivar los odios, renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia".
Reconciliación. Ese fue el eje central del discurso del papa Francisco durante el encuentro con las víctimas del conflicto armado este viernes en el parque Las Malocas de Villavicencio. Sí, el pontífice le habló a las víctimas, pero también le habló a una sociedad que enfrenta el reto de aceptar e integrar a los hombres y mujeres de las Farc que dejaron sus armas y hacen su tránsito a la vida civil. Pidió tener confianza.
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"Resulta difícil aceptar el cambio de quienes apelaron a la violencia cruel para promover sus fines, para proteger negocios ilícitos y enriquecerse o para, engañosamente, creer estar defendiendo la vida de sus hermanos. Ciertamente es un reto para cada uno de nosotros confiar en que se pueda dar un paso adelante por parte de aquellos que infligieron sufrimiento a comunidades y a un país entero".
Consciente del ambiente de polarización que vive el país, el papa hizo referencia a la "cizaña" que se percibe en el camino hacia la paz.
"Es cierto que en este enorme campo que es Colombia todavía hay espacio para la cizaña. Ustedes estén atentos a los frutos, cuiden el trigo y no pierdan la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados".
El papa argentino habló de la justicia que se necesita para lograr la reconciliación entre los colombianos. Esta, según advirtió, tiene retos y obstáculos por superar. Uno de ellos, es el de los deseos de venganza y violencia.
"Aun cuando perduren conflictos, violencia o sentimientos de venganza, no impidamos que la justicia y la misericordia se encuentren en un abrazo que asuma la historia de dolor de Colombia. Sanemos aquel dolor y acojamos a todo ser humano que cometió delitos, los reconoce, se arrepiente y se compromete a reparar, contribuyendo a la construcción del orden nuevo donde brille la justicia y la paz".
Lo que dijo Francisco desde Villavicencio, ha sido, hasta ahora, el discurso en el que más ha tocado, implícitamente, temas relacionados con el acuerdo firmado entre el gobierno y las Farc. Hizo referencia, por ejemplo, a la verdad y la justicia; dos temas que hacen parte de la Justicia Especial para la Paz.
"La verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia. Juntas son esenciales para construir la paz y, por otra parte, cada una de ellas impide que las otras sean alteradas y se transformen en instrumentos de venganza sobre quien es más débil. La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza, sino más bien a la reconciliación y al perdón. Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos".
Al cierre de su intervención, el pontífice argentino envió un mensaje contundente en torno a la reconciliación. "No temas a la verdad ni a la justicia. Queridos colombianos: No tengan temor a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios, renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno. Que podamos habitar en armonía y fraternidad, como desea el Señor. Pidamos ser constructores de paz, que allá donde haya odio y resentimiento, pongamos amor y misericordia".
El papa le habló a las víctimas del conflicto
"Ustedes llevan en su corazón y en su carne las huellas de la historia viva y reciente de su pueblo, marcada por eventos trágicos pero también llena de gestos heroicos, de gran humanidad y de alto valor espiritual de fe y esperanza. Vengo aquí con respeto y con una conciencia clara de estar, como Moisés, pisando un terreno sagrado. Una tierra regada con la sangre de miles de víctimas inocentes y el dolor desgarrador de sus familiares y conocidos. Heridas que cuesta cicatrizar y que nos duelen a todos, porque cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas.
Y estoy aquí no tanto para hablar yo sino para estar cerca de ustedes y mirarlos a los ojos, para escucharlos y abrir mi corazón a vuestro testimonio de vida y de fe. Y si me lo permiten, desearía también abrazarlos y llorar con ustedes, quisiera que recemos juntos y que nos perdonemos. Yo también tengo que pedir perdón y que así, todos juntos, podamos mirar y caminar hacia delante con fe y esperanza"