Una declaración heroica, con todo y fanfarria, le comunicó al país colombiano que Iván Márquez, Jesús Santrich, El Paisa y Romaña regresarán al combate y darán comienzo a una nueva era de lucha armada, a una renovada “Marquetalia”.
Beatriz de Majo/ El Político
Una Marquetalia resulta ser – de acuerdo a Wikipedia – un territorio sin control del Estado. Ello si nos retrotraemos a la era de los inicios de la subversión en el país vecino, particularmente en la región del Tolima.
Pero hurguemos un poco más dentro del tema. El altisonante comunicado de los guerrilleros y antisociales estaba dirigido a Colombia, sin duda. Pero tiene lugar después de incontables acercamientos de estos personajes con el régimen de Nicolás Maduro.
Ello nos lleva a pensar que el mensaje va dirigido igualmente al resto del mundo y a los norteamericanos en particular. Una estrategia comunicacional ideada de la mano con los usurpadores del gobierno de Venezuela, pues.
No es difícil imaginar cómo a Nicolás Maduro y su combo les interesa fortalecer su posición en las tratativas que sostienen con los Estados Unidos y en el diálogo de Noruega, de forma de mostrar que el régimen de Venezuela tiene ya ramificaciones y fortalezas más allá de nuestra geografía, todas ellas altamente poderosas. Y están utilizando a sus asociados guerrilleros, a quienes vienen protegiendo, de manera proactiva y desde hace muchas lunas, para pisar fuerte en todos los foros en los que se está dirimiendo la suerte de los venezolanos.
Resulta que existe ahora un contubernio perfecto entre el ELN, las FARC y el régimen de Nicolás Maduro que quiere enfrentarse a Donald Trump en el momento en que el gobierno americano está poniendo muchos de sus alfiles en lograr la eyección del personaje venezolano con el propósito de provocar elecciones libres en Venezuela y, a la vez, desarmar a La Habana de un soporte económico que la mantiene viva y activa.
A esta cuerdita de colaboradores no es solo el negocio criminal del narcotráfico lo que los ocupa, aunque si es el más protuberante. La droga que se produce más allá del Arauca y que atraviesa suelo venezolano hacia otros mercados, cuenta, además, con una participación muy protagónica de los carteles mexicanos, lo que completa un manejo eficiente y universal de esta actividad criminal.
Por si lo anterior fuera poco, la extracción ilegal de oro y de Coltan de Venezuela, en la que intervienen efectivos militares nuestros, integrantes del ELN, ahora secundados por los disidentes de las FARC, completan un cuadro que complejiza todos los acercamientos que se están armando a escala internacional para conseguir la salida del madurismo del poder.
Así que no seamos ingenuos al punto de creer que los líderes guerrilleros colombianos apenas están mandando un mensaje de advertencia a sus compatriotas cuando, frente a una cámara, informan los próximos pasos de la lucha guerrillera hacia el establecimiento de ese nuevo territorio sin control estatal. Si a eso se circunscribiera todo ya sería suficientemente grave. Pero hay más.
Porque aunque no sea un hecho ni cacareado, ni evidente, la relación del régimen venezolano con las fuerzas terroristas del Medio Oriente- me refiero a Hezbolah- complica seriamente el panorama.
¿Podemos imaginarnos la fuerza desestabilizadora y la capacidad de recaudación de ingresos ilícitos que pueden tener todos estos actores reunidos bajo el mismo paragua del crimen organizado?
Todo el escenario anterior es complejísimo para Colombia, un país que hace esfuerzos denodados por equilibrar su economía, por hacer más igualitaria su sociedad, por ganarse el respeto del resto de las naciones. Y lo es tanto o más para Venezuela.
Lo que tiene de bueno, sin embargo es que frente a la determinación de los norteamericanos de ordenar el juego entre todos estos actores, debido a la gravitación que todo ello tiene en la estabilidad de la región, este golpe de agresividad va a hacerle mucho más daño a quienes lo originan.
¿O es que alguien ve a Washington cruzarse de brazos frente a ello?