Una empresa fantasma con sede en Sabadell (Barcelona), controlada por un exfuncionario venezolano, ha obtenido millonarios beneficios con la compraventa de alimentos básicos —arroz, aceite vegetal, azúcar, legumbres, leche en polvo…— destinados a la población desfavorecida de ese país. MIR Importació i Exportació SL ha conseguido contratos para vender al Gobierno de Nicolás Maduro hasta dos millones de paquetes de comida procedentes de México y Colombia por un total de 69,8 millones de dólares (56,8 millones de euros) mediante contratos opacos adjudicados a dedo. Venezuela paga por cada paquete a 34,87 dólares, según los documentos consultados, y la empresa logra un margen por unidad de entre el 25% y el 50%, según las distintas fuentes consultadas.
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— El Político (@elpoliticonews) March 19, 2018
El destino de los alimentos son las conocidas como “cajas CLAP”. Estas cuatro letras son el acrónimo de Comité Local de Abastecimiento y Producción, una controvertida política de reparto de comida a precio subsidiado iniciada por el régimen bolivariano en 2016 para mitigar los graves problemas de abastecimiento e inflación que sufre la población. Tras casi dos años en marcha, sin embargo, los CLAP reciben duras críticas por su mala distribución —no llegan a muchas zonas o lo hacen muy de vez en cuando— y por la mala calidad de algunos productos. Un estudio del Instituto de Ciencia y Tecnología de la Universidad Central de Venezuela, encargado por el medio digital de periodismo de investigación Armando.info, ha revelado que la leche en polvo es en realidad un sucedáneo que incumple los requisitos nutricionales fijados por la propia la normativa venezolana. Los CLAP, además, han sido acusados de fomentar el clientelismo —dependen de comités controlados por personas afines al régimen— y han acabado por convertirse en un colosal negocio de unos 3.000 millones de dólares para lucro de empresas como la de Sabadell y otras con sede en paraísos fiscales.
MIR Importació i Exportació fue creada en 2011 por un farmacéutico de L’Hospitalet (Barcelona). Hace dos años, “tras tenerla casi inactiva desde el principio”, este boticario decidió liquidarla. “Cuando fui a hacer los trámites, me dijeron que había una persona interesada en comprarla. Me pagaron los gastos que me había ocasionado y así pude recuperarlos”, recuerda. La operación se cerró en otoño de 2016, justo cuando la política de los CLAP empezaba a despegar.
MIR Importació i Exportació, sin embargo, no tiene trabajadores, ni despacho ni siquiera teléfono propio en España. Todos los datos que figuran en el registro mercantil son de una gestoría de Sabadell. Como accionista y administradora figura una mujer de origen venezolano, vecina de la ciudad, que es hija de la actual pareja del hombre que realmente ha gestionado (al menos hasta fechas muy recientes) el negocio, Juan Vicente Roversi Thomas, que fue director de Proyectos Especiales del municipio de Puerto La Cruz (Estado de Anzoátegui) al menos hasta 2012. Una empleada de la gestoría confirma que esta prestó “varios servicios” a Roversi, pero que ya han dejado de trabajar con él. “Si siguen nuestros datos en el registro mercantil es porque no ha atendido nuestras peticiones”, asegura esta empleada.
UNA FACTURA DE 3.000 MILLONES DE DÓLARES
Mantener una dieta equilibrada se ha convertido en una odisea para millones de venezolanos. Las políticas de Nicolás Maduro han provocado una inflación galopante y problemas de abastecimiento en un país ya muy dependiente de las importaciones. Hace dos años, ante el descontento de la población, Maduro anunció el lanzamiento de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), que pretendían hacer llegar a los venezolanos comida a precio reducido, preferentemente de origen nacional.
Venezuela, sin embargo, ha tenido que recurrir masivamente a las importaciones para llenar las “cajas CLAP”. El ministro de Alimentación, Luis Alberto Medina, anunció en noviembre que ya han sido importadas unas 100 millones de cajas, cuyo precio por unidad ronda los 30 dólares. Esto supone que Venezuela ha destinado unos 3.000 millones de dólares a una política que ha abierto enormes oportunidades de negocio a personas bien relacionadas, ya que las compras no son transparente ni salen a concurso público.
Ante la enorme factura que los CLAP, Maduro ha prometido en los últimos meses aumentar la producción nacional: “200.000 jóvenes irán al campo a producir alimentos y yo les garantizo todo […], vivienda dónde vivir y educación”, anunció el pasado septiembre.