La noche del domingo se dio fin a Río 2016 con una ceremonia de clausura al ritmo de la samba. Sin embargo, no todo fue fiesta en estos Juegos, Brasil no cumplió con sus expectativa de estar dentro de los diez mejores en el medallero, más allá de cumplir su mejor registro en cantidad de medallas, y la gran inversión económica que hicieron en el deporte estará ahora en observación para evitar que toda la infraestructura no se transforme en un denominado Elefante Blanco.
Con un total de 19 medallas (7 oros, 6 platas y 6 bronces) los brasileros quedaron en el lugar 13°, fuera del top ten al que aspiraban llegar como organizadores. La inversión de la preparación fue de casi 2.000 millones de reales (más de 600 millones de dólares) y Brasil esperaba ganar entre 22 y 29 medallas.
Pero quizás donde más sufrieron los brasiles y sobre todo la organización fue fuera de los recitos deportivos. Avisos de bomba alertaron la seguridad del evento, más allá de que la mayoría fuesen falsas y el incidente más comentado, también falso, fue una denuncia de asalto al nadador estadounidense Ryan Lochte.
Los líos directivos no estuvieron al margen de la cita. Las reglas fueron iguales para todos en la cita olímpica y la justicia carioca no dudó al detener a Pat Hickey, alto dirigente del Comité Olímpico Internacional (COI), por reventa de boletos y autorización de carteles con mensajes políticos en eventos olímpicos.
Fueron unos Juegos difíciles en medio de un país envuelto en una crisis política y económica. Sin embargo, el evento deportivo sí aprobo el exámen con 11.000 competidores, varios récords olímpicos y una gran cantidad de periodistas y turistas.
El metro, por ejemplo, quebró tres veces su récord de usuarios con más de un millón de pasajeros. El Centro Cultural Banco do Brasil recibió en un solo día a 150.000 personas, el máximo de visitantes que habían tenido en toda la historia había sido 16.000 personas.
Con información de La Tercera