La mejora de los sistemas educativos es citada por todos los organismos internacionales como una de las grandes asignaturas pendientes para Latinoamérica. La revolución demográfica que ha acompañado al ensanchamiento de la clase media durante los últimos años ha provocado a su vez una mayor demanda de planes de enseñanza superior y de calidad. La educación debe ser la fuente que nutra un tejido social y económico más inclusivo, próspero y productivo. Brasil, tras más de una década de políticas e inversiones públicas destinadas a los jóvenes, va recogiendo los frutos. Sus universidades dominan de modo apabullante la lista de los mejores centros de enseñanza superior confeccionada por primera vez por la publicación británica, Times Higher Education.
La Universidad de São Paulo y la Universidad Estatal de Campinas, ambas públicas, ocupan el primer y segundo puesto respectivamente, y un total de 23 centros brasileños aparecen en la lista de las 50 mejores. Chile es el siguiente país con más representación, con la Universidad Pontificia –tercera- y la Universidad de Chile –cuarta-. México coloca otros dos representantes entre los 10 primeras: el Instituto Tecnológico de Monterrey y la Universidad Autónoma de México (UNAM) para sumar ocho centros en la tabla general.
Las 10 mejores universidades
- Universidad de Sao Paulo (Brasil)
- Universidad Estatal de Campinas (Brasil)
- Universidad Pontificia de Chile
- Universidad de Chile
- Universidad Federal de Río de Janeiro (Brasil)
- Universidad Católica Pontifica de Rio de Janeiro (Brasil)
- Universidad Federal de Minas Gerais (Brasil)
- Instituto Tecnológico de Monterrey (México)
- Universidad Autónoma de México
- Universidad de los Andes (Colombia)
En este primer ranking regional, Times Higher Education ha seguido los mismos criterios de evaluación que lleva utilizando durante años para confeccionar su prestigiosa lista de las mejores universidades del mundo: volumen de trabajos de investigación e impacto académico de los mismos, calidad del ambiente de estudio, reconocimiento internacional y penetración de estudiantes en el mundo laboral.
“El éxito del modelo brasileño refleja su alto volumen de trabajos de investigación, así como la producción de patentes y creaciones de propiedad intelectual”, apunta Carolina Guzmán, investigadora del centro de estudios avanzados de la Universidad de Chile, en el informe presentado por la publicación británica. Estos resultados son a su vez la materialización de la apuesta brasileña por políticas públicas en Innovación y Desarrollo (I+D). La proporción sobre el PIB de las inversiones en este apartado supone un 1,1% en Brasil, superando el 0,4% mexicano y el 0,3% chileno.
El director del departamento de educación superior del Banco Mundial, Javier Botero Álvarez, subraya por su parte las dos cartas ganadoras de las universidades públicas brasileñas: una inversión estatal por encima de la media y un riguroso sistema de selección de alumnos.
La mayoría de los países latinoamericanos han ido aumentando los recursos destinados a educación durante la pasada década de bonanza económica. Chile, México y Brasil están a punto de acercarse o incluso superar a algunos miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). El aumento en inversión, sin embargo, no ha significado una mejora sustancial de la calidad de la educación.
Además de lograr una mayor eficiencia en el gasto, la región afronta ahora también el reto de mantener la inversión en un contexto económico menos propicio, marcado por el hundimiento del precio de las materias primas y las turbulencias en el mercado financiero.
Venezuela, que tiene un representante con la Universidad de los Andes en el puesto 41, es un ejemplo diáfano. Más de la mitad de los ingresos del Estado provienen del petróleo y atraviesa una aguda crisis con caídas del 7% del PIB el año pasado. El desafío será al menos mantener el formidable aumento en la inclusión universitaria que han logrado los Gobiernos chavistas. Según cálculos de la Unesco, cerca del 80% de los jóvenes venezolanos tienen hoy acceso a estudios superiores, cuando la cifra era de apenas el 30% en el año 2000.
Tomada de El País