Falta poco para que Joe Biden cumpla un año como Presidente de Estados Unidos… Y está en problemas. No ha sido capaz de negociar acuerdos que concreten buena parte de su agenda. Su popularidad cayó considerablemente. Es probable que la oposición republicana tome el control del Congreso en las parlamentarias de este año.
Es evidente que Biden necesita logros concretos que reviertan estas tendencias. Tal vez por eso un mandatario que se identificó como el epítome de los compromisos, luego de la polarización de Donald Trump, ahora busque menos bipartidismo. Así lo indicó en un discurso de ayer, martes, en el que se mostró dispuesto a apoyar cambios en las reglas del Senado para que se aprueben leyes de refuerzo al ejercicio del voto.
Este es uno de los asuntos que más divisiones ha generado en la política estadounidense contemporánea. ¿Tendrá éxito Biden? ¿Cuáles pueden ser las consecuencias? Veamos.
Derechos vs Segurdiad
En su discurso de ayer, Biden cuestionó el “abuso” del filibuster, un recurso que permite a cualquier senador hablar sobre lo que quiera por tiempo indefinido. Es un recurso que prácticamente paraliza ad infinitum la discusión de un proyecto de ley. Ha sido usado por miembros de los dos grandes partidos de Estados Unidos para impedir que un proyecto al que se oponen sea aprobado. Los republicanos no han dudado en usarlo para dejar en suspenso varias iniciativas de Biden y los demócratas.
Entre esas iniciativas están dos proyectos de ley. Uno apunta a bloquear esfuerzos de legislaturas estadales controladas por republicanos que intentan restringir modalidades de voto favorecidas por votantes demócratas. También impedir el trazo de circunscripciones parlamentarias que favorezcan a un partido. La otra tiene como propósito restituir aspectos de una vieja ley electoral que fueron desechados por la Corte Suprema en 2013.
En ambos casos, los demócratas sostienen que están revocando prácticas discriminatorias, que dificultan el voto de minorías étnicas. En cambio, los republicanos aseguran que buscan blindar el sistema electoral norteamericano, narrativa que a menudo sostienen con las denuncias infundadas de fraude en los últimos comicios presidenciales.
Que no falte nadie
Biden no planteó desaparecer del todo el filibuster, pero sí anularlo cuando se trate de legislación sobre derechos electorales. Sea como sea, para lograrlo, requeriría del apoyo unánime de su partido. Hace falta una mayoría simple en el Senado para alterar sus propias reglas. Demócratas y republicanos tienen exactamente la misma cantidad de escaños justo ahora (50). El voto extra de la vicepresidente Kamala Harris, habilitado por ley para empates, sellaría el resultado.
Ahora bien, ¿cuenta Biden con el apoyo unánime de los senadores demócratas? Probablemente no. Dos de ellos, Joe Manchin y Kyrsten Sinema, se han mostrado muy renuentes a eliminar o alterar el filibuster. Manchin, sobre todo, ya ha demostrado antes cuan dispuesto está a contradecir a su partido. Su rechazo a un proyecto de gasto público en varias prioridades de las demócratas, una de las iniciativas bandera de Biden, dejó el mismo en suspenso.
La Casa Blanca tendría que encontrar una manera de desarmar lo suficiente el filibuster como para cumplir su objetivo legislativo, y al mismo tiempo aplacar las inquietudes de Manchin y Sinema. Equilibrio difícil.
El precio
Si Biden logra su objetivo, puede ser a un costo alto. La oposición republicana, ya de por sí radicalizada, pudiera redoblar su belicosidad a la Casa Blanca.
Y si esa oposición se hace con ambas cámaras del Congreso, podría valerse de los mismos argumentos que los demócratas usan hoy. Es decir, inhabilitar el filibuster para aquellos puntos que le interesan. Incluyendo, por cierto, revertir las mismas leyes que los demócratas aspiran a aprobar.