El presidente de EEUU, Joe Biden, anunció recientemente que varias cosas cambiarán en su segundo año de mandato.
El Político
Así lo dijo Biden en la maratónica rueda de prensa que ofreció esta semana desde la Casa Blanca, donde rompió un récord de la comparecencia ante los medios: casi 2 horas,
"Saldré más frecuentemente de este lugar (la Casa Blanca) y hablaré con la gente (…) Buscaré más asesoría fuera, desde académicos hasta editores (…) Voy a estar profundamente involucrado en estas elecciones. Saldré y explicaremos en lenguaje sencillo lo que estamos haciendo", dijo Biden, reportó Univision.
El mandatario promete que estará metido de lleno en la pelea electoral para la renovación del Congreso el próximo noviembre, en las que los demócratas se arriesgan a perder las exiguas mayorías que mantienen en ambas cámaras.
Cambio notable del comedido Biden
Será un cambio notable del comedido Biden del primer año de gobierno, que ya empezó a mostrarse el 6 de enero de 2021 con el duro discurso con el que marcó el primer aniversario del asalto al Capitolio por parte de una turba de simpatizantes de Donald Trump.
Ese día, con un tono que no tenía antes, Biden salió ese día a enfrentarse directamente con aquel al que no quería nombrar: a su predecesor o “el tipo anterior” o “el derrotado expresidente”, y marcó lo que podría ser el estilo discursivo en la campaña que empieza.
Durante casi un año, el presidente fue testigo silencioso de cómo Trump (quien todavía no lo reconoce como jefe de Estado) siguió esparciendo el infundio del fraude electoral y torciendo el brazo a los pocos que dentro del Partido Republicano no lo acompañaban en la denuncia.
Así, por omisión de muchos, el repliegue de algunos y el retiro de otros, Trump tomó el control del partido.
Esa estrategia de ignorar el problema de Biden molestó a los demócratas que le pedían que confrontara a Trump, no solo por la ‘gran mentira’ del fraude, sino por su responsabilidad en el asalto al Capitolio que sus seguidores protagonizaron apenas horas después de haber sido arengados por él a las afueras de la Casa Blanca
Cuando ignorar a Trump no da resultados
En su mensaje del pasado 6 de enero, Biden acusó a Trump de estar horadando la institucionalidad democrática del país.
En vez del nombre de su predecesor prefirió usar su condición de perdedor en su frustrado intento de reelección que es algo que, quienes han estudiado su personalidad, aseguran que es algo que le molesta a Trump: que lo relación con una pérdida a él, que siempre se considera un vencedor.
Con su discurso del 6 de enero y posteriores, como el que ofreció en Atlanta para presionar al Congreso para que aprobara las leyes de derecho al voto federales que neutralicen las iniciativas de las legislaturas estatales controladas por los republicanos, el presidente se puso en sintonía como la gran porción de demócratas que defienden posiciones menos de centro y son más combativos ante Trump y su gente.
El primer año de la presidencia de Biden no ha salido como él habría querido
Más allá de los logros de la gestión que destaca la Casa Blanca, el primer año de la presidencia de Biden no ha salido como él habría querido (ni cómo había prometido que sucedería).
El coronavirus sigue siendo un dolor de cabeza, pese a los esfuerzos de la Casa Blanca para promover la vacunación, que ha terminado siendo un campo minado políticamente hablando. Cómo resultado, el 63% de la población está completamente inmunizada, pese a la amplia disponibilidad de vacunas que hay en el país.
La agenda de Reconstruir Mejor (Build Back Better) no ha podido ser aprobada completamente en el Senado por la oposición de los republicanos. Cierto que el componente de infraestructura tradicional (vías, puertos, comunicaciones) recibió apoyo bipartidista, pero el foco en la “infraestructura social” no ha podido completarse.
Las leyes de reforma electoral con las que los demócratas quieren contrarrestar la estrategia republicana en los estados que, según ellos, busca restringir el ejercicio del voto entre minorías (potencialmente simpatizantes del Partido Demíocrata) también quedó bloqueada.
El bipartidismo que el presidente quería rescatar, tras cuatro años de pugnacidad con el gobierno de Donald Trump, está muerto. Ni siquiera el asalto el 6 de enero de 2021 al templo de la democracia que es el Capitolio de Washington DC logró unir a la clase política en la defensa del sistema.
Y en medio de todo, la inflación ha alcanzado niveles nunca vistos en cuatro décadas, erosionando logros como la recuperación del empleo y el aumento del ingreso registrado en el último año.
La suma de esos factores confabula contra los demócratas, que también tienen que tomar en cuenta la estadística histórica que indica que el partido de gobierno suele perder espacios en el Congreso en las elecciones de mitad de período.
"Divisivo" y "poco presidencial"
En su rueda de prensa en víspera de su primer año en la Casa Blanca, Biden trató la mayor parte del tiempo en presentarse como un demócrata de centro. De hecho, rechazó que lo compararan con el senador y su exrival por la nominación demócrata Bernie Sanders asegurando que él no es “socialista”, como sí se define el senador por Vermont.
Sin embargo, la plana mayor republicana, con el líder de la minoría en el Senado, Mitch McConnell a la cabeza, ha cuestionado ese nuevo tono presidencial como “divisivo” y hasta “poco presidencial”.
Virulencias partidistas aparte, el nuevo tono de Biden lo congracia con sectores liberales de su partido que asumen posiciones cada vez más de izquierda, ante la radicalización republicana liderada por Trump.
El mandatario corre el riesgo de alejarse de votantes de centro
Pero el mandatario corre el riesgo de alejarse de votantes de centro, sobre todo de aquellos dentro del movimiento conservador a quienes no les gustan del todo los modos de Trump.
Tendremos a Biden y a Trump en un pulso paralelo a la campaña que presagia momentos muy duros, en principio en lo retórico.
Biden y Trump rompieron la tradicional tregua que pactaban los inquilinos de la Casa Blanca de no criticar al sucesor ni cuestionar demasiado abiertamente las decisiones del predecesor.
Y aunque haya más de uno que lamente el deterioro del tono en el discurso político estadounidense, es claro que es reflejo de tiempos distintos.