El mercado flotante de Willemstad es una de las atracciones de Curazao. Doce puestos con 12 barcos venezolanos alineados que venden fruta y verdura. Una exhibición de colores que ahora está apagada.
Las diez personas que los dos últimos meses han vivido en torno al Freddymar, uno de los barquitos atracados, regresaron a Venezuela el 2 de febrero. Su lugar en el agua no lo ocupa ya nadie. De los 12 barcos, quedan cuatro.
La mayor parte de los puestos de verdura y fruta están cerrados semanas después de que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ordenara el cierre de la frontera con las vecinas islas de Aruba, Bonaire y Curazao.
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“Me voy, no es rentable”, me dijo a final de enero Ángel Delgado, al que todos llaman “Pipo”. Es uno de los cuatro socios del Freddymar, un viejo barco de color azul y rojo del que viven diez familias.
Delgado no se esfuerza en disimular que es el jefe, el que manda. “Llevo 20 años en este negocio”, señala. Tampoco esconde que le ha ido bien en un mercado en el que desde hace más de 100 años los comerciantes venezolanos distribuyen sabrosas y coloridas frutas y verduras.
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Los locales compran allí sus productos a muy buen precio. Los turistas, sobre todo holandeses, ya que Curazao es autónoma pero sigue bajo soberanía del país europeo, sacan una foto colorida. Y muchos venezolanos se ganan bien la vida.
Todos ganan. O ganaban. “Hasta 28.000 familias viven de este mercado”, dice Delgado mientras me muestra un mensaje de audio de WhatsApp. “Veleños en lucha”, clama la voz.
El que habla ejerce de portavoz de los habitantes de La Vela de Coro, de Punto Fijo, de Tucacas, localidades de la costa norte de Venezuela, en el estado Falcón, que viven de este tradicional comercio legal con las islas que ahora se encuentra cerrado.
“Es la primera vez que pasa esto en Curazao”, me dice Delgado mientras interrumpe la charla para vender y bromear con los curazoleños.
“Ya basta”
Maduro ordenó el 5 de enero el cierre de las comunicaciones por aire y mar con las tres islas. El motivo es el contrabando de oro, cobre y otros materiales estratégicos que se escapan por el mar.
“Ya basta que nos roben, ya basta que se lleven los productos de aquí”, dijo el presidente, que ordenó que la Fuerza Armada active el Plan Centinela en los puertos de la costa norte, donde ahora están parados los barcos de fruta y verdura que suministran productos varias veces a la semana a barcos como el Freddymar.
La decisión de Maduro llevó el 12 de enero a una reunión en Aruba en la que las islas se comprometían a tomar medidas contra el contrabando. Pero el documento no fue firmado por Venezuela.
“El contrabando sí podría existir, pero en una cantidad muy mínima”, reconoce en diálogo con BBC Mundo el ministro de Justicia de Curazao, Quincy Girigorie.
El ministro no cree, sin embargo, que el contrabando, que no es algo nuevo pero que se ha agravado por la crisis en Venezuela, sea el motivo verdadero del cierre.
“Es menos que el que existe por la frontera con Colombia y otros países. Si yo fuera un contrabandista, ¿trataría de pasar por mar con la chance de que mi gente muera, si puedo llegar en un automóvil y cargar los productos de contrabando por la frontera? Sería mucho más fácil”, apunta Girigorie.