Hassan Nasrallah se convirtió en uno de los principales adversarios de Israel durante décadas.
Su influencia y la de Hezbolá, el grupo chií que lideraba, generan temor en Medio Oriente, ya que muchos consideran que su organización es la mejor armada de la región y una grave amenaza para los intereses israelíes.
Sin embargo, en las últimas semanas, la escalada del conflicto entre Israel y Hezbolá había dejado a esta organización en una situación crítica, tras una serie de ataques dirigidos contra sus líderes y sus instalaciones.
Estos golpes desmoralizantes han llevado a Hezbolá a quedar prácticamente desmantelada en cuestión de semanas, generando alarmas sobre la intensificación del conflicto en toda la región.
¿Cómo logró Israel eliminar a militantes de Hezbolá que buscó durante décadas, como Ibrahim Aqeel, Fuad Shukr o Hassan Nasrallah, en menos de un año? La respuesta radica en el papel del espionaje.
¿Cómo fue el proceso?
Un artículo de The New York Times resalta cómo Israel ha aumentado significativamente su inversión en espionaje en Líbano desde la guerra de 2006.
Este conflicto, que se extendió por poco más de 30 días, evidenció las debilidades de Israel frente a su fortalecido adversario del norte.
El ex primer ministro israelí Ehud Olmert había prometido desmantelar a Hezbolá tras el secuestro de dos soldados israelíes en julio de ese año, pero se encontró con la dura realidad de que la milicia chií estaba bien organizada y armada, gracias al apoyo de Irán.
Israel llevó a cabo una invasión terrestre a gran escala en el sur del Líbano, pero tuvo que aceptar un doloroso alto el fuego mediado por la ONU debido a su incapacidad para infligir un golpe decisivo a la milicia libanesa.
A lo largo de estos 18 años, Hezbolá ha incrementado su poder y arsenal; sin embargo, el espionaje israelí en el terreno y el avance en herramientas de observación han permitido un monitoreo constante de los miembros de Hezbolá desde Israel.
En este contexto, The New York Times menciona a la Unidad 8200, que ha sido fundamental en el desarrollo de herramientas para interceptar comunicaciones a través de internet y teléfonos móviles de Hezbolá.
Estas "armas silenciosas" han penetrado la infraestructura del grupo, permitiendo a Israel elaborar un mapeo detallado de sus líderes, apoyados por mejoras en la captura de imágenes mediante satélites y drones.
El grupo terrorista Hezbolá comprende esta situación; el rastreo también facilita el seguimiento de figuras clave dentro de la organización.
Así, Israel pudo localizar y eliminar a Fuad Shukr, uno de los mandos más buscados por su papel en la guerra civil libanesa, mediante un ataque con misiles en julio de este año.
Una situación similar ocurrió con Ibrahim Aqeel, quien fue bombardeado en septiembre mientras se encontraba con otros miembros del grupo en un edificio de apartamentos en Beirut.
El monitoreo de las comunicaciones
En este contexto, The New York Times destaca el papel crucial de la Unidad 8200, encargada de desarrollar y perfeccionar herramientas para interceptar comunicaciones a través de internet y teléfonos móviles de Hezbolá.
Estas "armas silenciosas" han penetrado la infraestructura de la organización, permitiendo a Israel elaborar un detallado mapeo de sus líderes, apoyado por avances en la captura de imágenes mediante satélites y drones.
Hezbolá se dio cuenta de esta situación especialmente al inicio de las recientes hostilidades contra Israel, justo después del ataque de Hamás el 7 de octubre.
Por ello, la organización optó por cambiar sus comunicaciones a ‘walkie-talkies’ y buscapersonas. Estos dispositivos, sin embargo, fueron manipulados por Israel a través de una empresa fachada en la que el servicio secreto israelí desempeñó un papel clave.
El 17 y 18 de septiembre, miles de ‘beepers’ y ‘walkie-talkies’ fueron detonados, generando terror en Líbano y asestando un duro golpe moral a Hezbolá.
Además, este rastreo ha permitido seguir a figuras importantes dentro de la organización.
Israel pudo localizar a Fuad Shukr, uno de los altos mandos más buscados, y llevar a cabo un ataque con misiles que resultó en su muerte en julio de este año.
Ibrahim Aqeel enfrentó una situación similar en septiembre, cuando fue bombardeado mientras se encontraba con otros miembros del grupo en un edificio en Beirut.
El desarrollo de la operación
Este seguimiento llevó a descubrir que Nasrallah se encontraba el 27 de septiembre en un búnker protegido bajo varios edificios residenciales al sur de Beirut.
Nasrallah había estado prácticamente recluido durante los últimos años, evitando apariciones públicas debido al riesgo que ello implicaba para su vida. Sin embargo, las informaciones del servicio secreto israelí lograron identificar su ubicación.
Varios drones sobrevolaron Beirut y lanzaron más de 900 kilos de bombas BLU-109, fabricadas en EE.UU. y equipadas con un sistema de guía JDAM.
Estos artefactos son conocidos como "antibunkers" porque no explotan al impactar con el suelo; en cambio, pueden penetrar varios metros antes de detonar.
Esto resultó en una devastación considerable en la zona, destruyendo varios edificios circundantes y causando la muerte a decenas de civiles.
La cadena Al-Arabiya realizó una simulación del ataque, sugiriendo que varios aviones israelíes fueron responsables del lanzamiento de las bombas.
¿Qué viene ahora?
La operación contra un líder chií, autorizada por Netanyahu tras su discurso en la ONU, establece un precedente sin igual en la historia reciente.
Estados Unidos, aliado militar de Israel, afirmó desconocer la operación, lo que reavivó tensiones en Washington sobre las acciones del gobierno de Netanyahu.
La muerte de Hassan Nasrallah genera incertidumbre sobre el futuro del conflicto en Líbano y sugiere posibles incursiones terrestres más allá del sur del país.
La capacidad de Israel para rastrear individuos peligrosos genera preocupaciones sobre la seguridad de actores claves, como el Ayatolá Ali Jamenei de Irán.