Pasada la euforia -más que comprensible- del cambio de gobierno en la Argentina, es momento de sentarnos a ponderar lo que viene para el país.
Antes de que saquen cuentas fantasiosas esos que le buscan las cinco patas al gato a todo, soy conservadora, anti-globalismo, antifeminista y hay muchas cosas con las que no concuerdo ideológicamente hablando con el ahora presidente de la Argentina, sin embargo, Javier Milei, por “malo” que sea, es sin discusión la mejor opción política que tiene el país en este momento.
Esta nueva administración que comenzó el 10 de diciembre, hereda un reto monstruoso que no todos podrían batallar.
Heredan un país con más de 45% de población pobre, un país saqueado por un período de 21 años consecutivos, 21 años de ideologización financiada por el Estado, una economía destruida por las políticas e intervención del Estado, el país que actualmente hace más solicitudes de asilo en los Estados Unidos luego de Venezuela. Un horror que los argentinos han vivido en tiempo real día a día.
Hay quienes aun sabiendo perfectamente esto, ya recriminan al presidente Milei por las medidas que comienza a tomar. Medidas todas que repitió intervención tras intervención en medios de forma muy vocal. Hasta ahora y es a la vista de todos, las promesas y el estado en el que se recibía a Argentina, todo ha sido expresado públicamente. Nadie puede decir -hasta ahora- que fue engañado.
Realmente es preocupante como en Latinoamérica tenemos la inteligencia emocional en terapia intensiva. Es urgente trabajar en ello.
Desde la campaña electoral, la actual administración lo dijo: no hay plata. Palabras que se repitieron en el acto de asunción del poder. Un país saqueado a manos llenas por 21 años consecutivos ¿De dónde se supone que va a sacar dinero para hacer algo?
Argentina va a aprender de forma incómoda y dolorosa el por qué es necesario que el Estado intervenga lo menos posible en la vida del ciudadano. Nada como cuando nos tocan el bolsillo para aprender una lección.
Por 21 años le hicieron creer a los argentinos (aquellos que no entendían como funciona esto) que era positivo que el Estado interviniera en todo, que subsidiara todo, que controlara todo, en un papel auto designado de proveedor de felicidad ciudadana. Craso error.
Y ahora cuando se empezará el proceso de limpieza, y nunca mejor dicho, es cuando se podrá sanear el país de 21 años de políticas marxistas, populistas y dañinas.
Éste, para quien aún no lo vea muy claro, es un gobierno de transición, donde si se hacen las cosas bien y la gente vota bien, se podría comenzar a ver tímidamente la evolución y progreso económico del país para las administraciones posteriores a ésta.
Los gobiernos de transición tienen una particularidad: son incómodos, por ser justamente eso, una transición, normalmente de malo a bueno o mejor. Por ello requieren seguir unos procesos, tener una mentalidad que sepa y entienda el momentum que está viviéndose para que puedan cumplir su término lo mejor posible.
Los argentinos deben saber desde ya, que es bastante probable que el 100% de las promesas hechas por esta administración no se podrán cumplir. Y en el estado que la mafia Kirchner dejó a la Argentina sería un acto de verdadero cinismo exigirle a nadie que traiga prosperidad económica y todas las expectativas rallando en lo fantasiosas que tienen algunos.
No es realista ni honesto decir que el país será la máquina de prosperidad que era hace algunos años, con todos los defectos de las previas administraciones que yo no olvido. Pero ciertamente, además de que sigue siendo un país hermoso, con gente increíble, Argentina económicamente está en la quiebra absoluta y todos debemos estar claros en esto.
Me causa estupor algunos académicos como en redes sociales comienzan a criticar hasta con alegría que eso suceda. Hay un fino límite entre ser un ciudadano crítico y un ser miserable. Pocos lo pueden notar.
La magia no existe en economía, y a menos que usted se gane la lotería, es realmente imposible que el dinero salga de la nada. Argentina tiene ahora la ardua tarea de reconstruirse y requiere de los hombres y mujeres de bien para ello. Por suerte, en el país eso es lo que sobra.
Las expectativas deben ser realistas. Vienen años de muchos sacrificios, decisiones incómodas, flexibilizar posturas, acuerdos y de arduo trabajo, con resultados que dependerán de la honorabilidad de quienes están en ésta administración en cumplir su palabra, así mismo en la inteligencia y conciencia de su ciudadanía a la hora de votar luego de este gobierno de transición.
Bien lo dijo sabiamente el escritor y libertario Jeffrey Tucker: el costo del control gubernamental es la libertad, la prosperidad y la dignidad humana.
Argentina comienza el proceso de aprender una dolorosa lección, que quedará esperemos, aprendida para toda la vida.
¡Hasta la próxima!