Al igual que buena parte del mundo, el gobierno de Mauricio Macri alberga una esperanza: que, cuando arribe a la Casa Blanca, Donald Trump se olvide de la mayoría de las cosas que propuso en su campaña electoral y termine haciendo "la gran Menem", en referencia al presidente argentino que durante su periplo proselitista llegó a prometer la recuperación de las islas Malvinas "a sangre y fuego" y, al llegar al gobierno, terminó enviándoles muñequitos del simpático Winnie Pooh a los isleños y promoviendo las "relaciones carnales" con los Estados Unidos. Claro que ni Trump es Menem ni el mundo de hoy es el mismo de 25 años atrás.
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¿Quién podría imaginar que un candidato republicano terminaría hoy renegando del libre comercio que otro presidente republicano como George W. Bush llegó a impulsar en nuestra propia costa marplatense durante la cumbre americana efectuada en 2005, antes de ser fletado por una alianza anti-ALCA de países latinoamericanos encabezada por Néstor Kirchner y Hugo Chávez? Hay, sin embargo, analistas que confían en que desde las propias filas de los congresistas republicanos partirían los límites hacia Trump.
Dirigentes macristas se ilusionan con que el magnate norteamericano recuerde que alguna vez, allá por 2003, definió a Macri, por entonces postulante a la jefatura de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, como "un gran hombre" a quien los porteños debían confiarle su voto. Aquel halago fue consecuencia de la positiva aunque corta relación que Macri y Trump entablaron cuando sólo se dedicaban a los negocios.
Es lógico que ciertos hombres de Macri hagan esa clase de apuestas. Un mundo más proteccionista, como el que presagian las promesas de campaña de Trump, sería un problema para la Argentina. Una suba de las tasas de interés internacionales amenazaría la estrategia de financiamiento y la política gradualista que el gobierno nacional ideó para enfrentar el agudo déficit fiscal. Y un fortalecimiento mundial del dólar podría tirar abajo los precios de nuestras materias primas.
Por si eso fuese poco, hay quienes temen que con Trump en el poder los esperados intercambios de información que podrían afectar a argentinos con bienes en el país del Norte no declarados terminen en la nada, lo cual incidiría en forma parcialmente negativa en la gran apuesta al blanqueo.
Más que vivir de sueños, el Gobierno, y la Cancillería en particular, deberá pasar a la acción. Lo primero será enmendar el error cometido al apoyar tan explícitamente a Hillary Clinton. Lo segundo, empezar a mirar al mundo de otra manera e iniciar una agresiva búsqueda de nuevos mercados para nuestras exportaciones. Finalmente, replantearse si, en estas circunstancias, combatir el cada vez más elevado nivel de gasto público no sería mejor alternativa que recurrir a un excesivo endeudamiento para financiarlo.
Con información de La Nación