Por estos días la víctima principal del fraccionamiento interno de los partidos políticos es el líder de Alianza Nacional, Jorge Larrañaga, quien dijo que la oposición no está en condiciones de gobernar, y desde su propio partido lo llenaron a flechazos. ¿Será que el Partido Nacional es "una colcha de retazos?". Este mote fue utilizado durante años por blancos y colorados para referirse al Frente Amplio, una coalición que reunía desde comunistas hasta democratacristianos, pasando por grupos escindidos de los partidos tradicionales y otros afines a la lucha armada.
Sin embargo, fueron precisamente los blancos y los colorados que, utilizando el mecanismo del doble voto simultáneo, solían presentar opciones electorales que iban de la derecha a grupos más de izquierda. "En cada partido existían usualmente dos o tres fracciones, que obraban como actores relevantes en la escena política, con márgenes de autonomía considerables, delineando una suerte de bipartidismo fragmentario", dijo el extinto politólogo César Aguiar.
La historia le da la razón.
En el Partido Colorado fue histórica la división entre batllistas (de tendencia socialdemócrata) y riveristas (liberales). Las diferencias entre ambas alas llegaban incluso a la forma de gobierno, ya que los primeros eran partidarios del colegiado y los segundos del ejecutivo unipersonal.
Las divisiones en el coloradismo contribuyeron al triunfo del Partido Nacional en 1958 cuando los dos partidos tradicionales fueron a las urnas muy divididos internamente.
Por los blancos compitieron Luis Alberto de Herrera, aliado al ruralismo de Benito Nardone, la Unión Blanca Democrática (UBD) y los llamados "intransigentes". Los colorados asistieron con las listas 14 (César Batlle), 15 (Luis Batlle) y la muy minoritaria 16.
Para el director de Cifra, el politólogo Luis Eduardo González, "el fraccionalismo interno de los partidos fue eficaz hasta la crisis que culmina en los años 70 (…) operando como un mecanismo más del partido catch-all que permitió cubrir un espectro político muy amplio. Este mecanismo fue funcional en la medida que la presencia de una mayoría clara dentro del partido lograse disciplinar a las pequeñas fracciones o minorías".
Al menos para el Frente Amplio, aquella diversidad que en la oposición casi no tuvo obstáculos, una vez en el gobierno fue una fuente de problemas que se arrastran hasta esta tercera administración.
Las disputas de "moderados" contra "radicales", "ortodoxos" contra "renovadores", "moderados" contra "moderados", "ortodoxos" contra "ortodoxos" y todos los cruces imaginables están a la orden del día.
Estas diferencias aquejaron en las últimas semanas a la coalición de izquierdas cuando se trató la Rendición de Cuentas, otra oportunidad en que blancos y colorados le reclamaron coherencia y unidad al partido de gobierno.
Pero la realidad del pasado reciente muestra que, en el gobierno, también blancos y colorados operaron más de una vez como una colcha de retazos, ya sea por diferencias dentro de cada colectividad como en las coaliciones y concertaciones que armaron para poder gobernar con mayorías ante el creciente peso electoral de la izquierda.
Divisiones positivas
La historiadora Ana Ribeiro dijo a El Observador que las divisiones internas son "inherentes a cualquier agrupación política. Toda organización es una malla compleja donde el poder está en disputa y el poder es relacional, por eso, en cómo se maneje en esa malla, determinará la fuerza que cada sector tiene".
La historiadora dijo que si bien históricamente los partidos tuvieron alas derecha e izquierda, fue el centro que, ponderando, ha mantenido el poder en largos períodos.
El surgimiento de sectores, dijo Ribeiro, "tiene que ver con la evolución contemporánea de los partidos que vivieron una ampliación democrática vía participación, y así el juego se amplía, se renueva, y compite con la vieja clase doctoral".
Cuando el Frente Amplio se fundó, los partidos tradicionales lo señalaban como una colcha de retazos en contraposición a partidos que tenían elementos de unidad: mártires, líderes, podían invocar a Quinteros, Paysandú, a Batlle y a Aparicio, y eso da una unidad de pertenencia.
Ahora, el Frente Amplio alcanzó ese carácter al tener una historia de líderes y de haber aportado la mayoría de los mártires durante la dictadura militar (1973-1985).
Pero, Ribeiro añade una lectura adicional al rechazo que hay en el Frente Amplio a ser señalado como partido, movimiento o coalición que da idea de una cierta temporalidad. "Por eso, Tabaré Vázquez habla de ‘nuestra fuerza política’. Esa fue una acertada creación lingüística de Vázquez porque trasciende la definición de partido".
Para Ribeiro, "que las minorías compliquen a veces el ejercicio del poder debe verse como algo positivo, porque significa que la democracia –que es el gobierno de las mayorías pero con participación de las minorías– se está cumpliendo".
El doble voto
"Salvo los partidos leninistas no hay partidos en el mundo sin fracciones. No hay", afirmó el politólogo Adolfo Garcé. "Desde luego, en algunos sistemas de partidos la fraccionalización es más intensa que en otros respondiendo a circunstancias específicas. Uruguay, desde siempre, ha tenido partidos altamente fraccionalizados. Tanto es así que durante los años de hegemonía de colorados y blancos, dentro y fuera del país, los especialistas solían decir que en verdad el sistema de partidos uruguayo no era bipartidista dada la entidad, arraigo y autonomía de las fracciones".
"Siempre hubo fracciones duramente enfrentadas en los partidos tradicionales", dijo Garcé. Pero, "si no hubiera sido por el doble voto simultáneo probablemente esas fracciones jamás podrían haber vivido bajo el mismo techo", agregó.
Con información de El Observador