La tensión entre Ucrania y Rusia subió considerablemente este lunes, 21 de febrero, con un anuncio del presidente de la segunda, Vladimir Putin. El mandatario reconoció oficialmente la independencia de dos provincias en el este de Ucrania en rebelión separatista desde 2014.
El reconocimiento le brinda a Putin un pretexto para despachar tropas a territorio ucraniano con la excusa de "proteger" a la población local. Ello equivaldría en términos prácticos a una segunda ocupación de dicho territorio por Moscú, luego de la toma de Crimea.
El Kremlin de Putin ya ha seguido ese guion antes. De esa manera arrebató a otra ex república soviética parte de su territorio.
El contexto actual
En el extremo oriental de Ucrania hay dos provincias, Donetsk y Luhansk, con una población rusa enorme, aunque no mayoritaria. En 2014 estallaron rebeliones separatistas en ambas. Desde entonces, se mantienen en un conflicto armado con el gobierno ucraniano, lo cual hacen con apoyo de Moscú.
En medio del recrudecimiento de la tensión entre Rusia y Ucrania, la violencia en la zona ha tenido un repunte. Medios de propaganda asociados con el Kremlin han señalado a las fuerzas armadas ucranianas de agredir a la población local. El propio Putin ha advertido sobre un "genocidio" contra los residentes rusoparlantes del área. Estas denuncias no han sido verificadas por ninguna fuente independiente. Gobiernos occidentales las tildan de falsas.
Los separatistas en el este de Ucrania pidieron ayuda militar a Moscú, horas antes de que Putin diera su discurso. Dado que Putin se identifica como un "gran protector" de la población rusa dispersa por la antigua Unión Soviética, cabe esperar que atienda el llamado.
Déjà vu
Retrocedamos unos años. En 2008, Georgia, otra ex república soviética, estaba inmersa en un conflicto interno. La violencia de entonces fue el punto culminante de disputas entre georgianos, que componen la mayoría de la población, y los osetios y abjasios, dos minorías étnicas. A raíz de eso se formaron movimientos separatistas en Osetia del Sur y Abjasia, habitadas respectivamente por estas minorías.
Con la excusa de poner fin a las hostilidades, Putin ordenó enviar tropas rusas a Georgia. En realidad intervinieron por el lado de los separatistas. La fortaleza militar desproporcionadamente superior de Rusia ante Georgia le aseguró una victoria rápida.
En cuestión de días, Rusia reconoció a Osetia del Sur y Abjasia como repúblicas independientes. Pero esa "independencia" es ficticia, pues ambas han estado desde entonces ocupadas por Rusia y funcionan como apéndices suyos. Georgia mantiene el reclamo sobre las dos. Solo seis miembros de la Organización de Naciones Unidas reconocen a Osetia del Sur y Abjasia como Estados soberanos. La propia ONU las considera parte de Georgia.
Hoy, Putin al parecer seguirá la misma trayectoria, con una diferencia irrelevante: reconoce primero e intervendría militarmente después. De ser ocupadas por Rusia, cabe esperar que Donetsk y Luhansk no tendrán autonomía real y serán gobernadas desde Moscú.
¿Qué sigue?
La decisión de Putin de reconocer a Donetsk y Luhansk es un golpe grave, tal vez mortal, para el intento de solución diplomática a la crisis. Antes incluso de que Putin envíe tropas a la zona, su reconocimiento se considera una agresión a la soberanía territorial de Ucrania.
Las autoridades de la Unión Europea rechazaron la medida del Kremlin. Se comprometieron a responder con "unidad, firmeza y determinación". Al momento de redactar este artículo, el gobierno de Estados Unidos no se ha pronunciando, pero cabe esperar que lo haga en términos similares.
Próximamente los gobiernos occidentales pudieran comenzar a implementar contra Rusia las sanciones con las que intentaron contener una intervención militar. Quedaría por ver los efectos que ello tendría en la economía rusa.
Otra incógnita es cuán extensa sería la invasión, de darse. No hay garantía de que se limite a Donetsk y Luhansk. Al anunciar las medidas, Putin profirió un discurso más agresivo hacia Ucrania de lo normal. Describió a su vecino como un Estado títere de Occidente, corrupto y fallido. Puede que el Presidente ruso haya decidido que Ucrania, toda, no debería seguir existiendo como país independiente.