El liderazgo de Evo Morales ha ido de la mano del predominio del Movimiento al Socialismo en el Legislativo que en 2014 consiguió 25 de 36 escaños en el Senado y 88 de 130 en la Cámara de Diputados: 113 puestos en la Asamblea de un total de 166. Esos tiempos parece que ya son historia y ahora en 2019 las encuestas sitúan a Evo Morales lejos del 50% y con muchas posibilidades de tener que disputar un balotaje, algo que no ocurrió en ninguna de las tres elecciones anteriores en las que fue el más votado.
El Político
Bolivia acude a las urnas el domingo 20 de octubre en las que se perfilan como las elecciones más competidas desde 2005. Ese año comenzó el predominio del presidente y de su partido (el Movimiento al Socialismo, MAS). Evo Morales, electo en 2005 y reelecto en primera vuelta en 2009 y 2014, ha impuesto su hegemonía de forma arrolladora por 15 años: pasó del 53% (y 25 puntos de ventaja sobre su principal adversario) en 2005, al 64% en 2009 (con casi 38 puntos de ventaja) y al 63% en 2014. Hace un lustro fueron casi 40 puntos de ventaja.
El liderazgo de Evo Morales ha ido de la mano del predominio del Movimiento al Socialismo en el Legislativo que en 2014 consiguió 25 de 36 escaños en el Senado y 88 de 130 en la Cámara de Diputados: 113 puestos en la Asamblea de un total de 166.
Esos tiempos parece que ya son historia y ahora en 2019 las encuestas sitúan a Evo Morales lejos del 50% y con muchas posibilidades de tener que disputar un balotaje, algo que no ocurrió en ninguna de las tres elecciones anteriores en las que fue el más votado.
¿Quiénes participan?
En los comicios del 20 de octubre participan nueve candidatos pero, en realidad, se trata de un juego entre dos con un tercero que cumple un papel muy relevante.
El presidente candidato Evo Morales lidera las encuestas, seguido de Carlos Mesa, de la alianza Comunidad Ciudadana (CC), y de Óscar Ortiz, de Bolivia dice No. Los tres concentran en torno al 70% de la intención de voto en las encuestas.
Detrás de ellos, y sin opciones de tener un papel relevante, se sitúan los intelectuales aymaras Félix Patzi, gobernador del departamento de La Paz y líder del Movimiento Tercer Sistema (MST), y el exvicepresidente Víctor Hugo Cárdenas, de Unidad Cívica Solidaridad (UCS), quienes necesitan al menos un 3% de apoyo para que sus partidos no desaparezcan del panorama electoral. El apoyo al resto de candidatos es mínimo y apenas ronda el 1%.
Morales, que cumplirá 60 años el próximo 26 de octubre, asumió el poder el 22 de enero del 2006 y es el mandatario que más tiempo ha estado en la Presidencia de Bolivia. Su actual candidatura llega rodeada de polémica. El Tribunal Constitucional le autorizó en 2017 a buscar la reelección indefinida argumentando que el artículo 23 de la Convención Interamericana de Derechos Humanos afirma que debe respetarse su derecho político a ser elegido. Una resolución que iba en contra del límite de dos periodos que fija la Constitución y, sobre todo, del referéndum de febrero de 2016 en el que la población votó en contra de su reelección con un 51,3% de los votos (2.682.517) que se inclinó por el “No”, frente al 48,7% (2.546.135) que apoyó el “Sí”.
¿Cuáles son las razones que han favorecido que Morales en estos años se haya consolidado tan fuertemente en el poder? Esas razones pueden agruparse en tres:
1-. Un fuerte liderazgo político
Desde el punto de vista político ha acumulado un enorme liderazgo sin parangón en un país donde persiste un desierto en cuanto a liderazgos alternativos al de Evo Morales. El presidente ha logrado reunir y conservar un fuerte capital simbólico (su histórico liderazgo sindical y sus raíces indígenas) y también un fuerte liderazgo político y social.
Martín Sivak, autor de una de sus biografías, Jefazo, apunta que “hay cualidades de caudillo en Evo Morales, tiene una personalidad muy fuerte y un liderazgo que lo ejerce. Es intuitivo y pragmático e inteligente para captar determinados momentos políticos y conducirlos. Él terminó la secundaria, hasta ahí llegó, pero no lo reconoce. Dice que no terminó porque el último año lo ayudaron mucho sus compañeros porque trabajaba como albañil y panadero; entonces siente como que no lo hizo, pero el título está”.
Apoyado en ese liderazgo indiscutido, Evo Morales ha transformado a su partido, el Movimiento al Socialismo, en la única fuerza de ámbito y objetivos nacionales. El sistema tradicional de partidos (ADN, MNR, MIR, etc.), colapsó en 2003-2005 y de sus cenizas nació la hegemonía del MAS.
Moira Zuazo, en el diario Página 7, señala que “lo que es interesante de observar es que el Movimiento al Socialismo está transitando y se está convirtiendo en lo que un teórico decía el partido ‘atrapalotodo’. Se están cruzando fronteras políticas, ideológicas y está primando una lógica de alianzas que no es nueva y que tampoco es negativa en sí misma, pero ya sin una mirada tan puntillosa y cautelosa respecto de cómo va a observar y a juzgar el conjunto social el desenvolvimiento y decisiones del partido”.
2-. Ortodoxia y auge económico
Desde un punto de vista económico, la Bolivia de Evo Morales, a diferencia de la Venezuela chavista, se ha mantenido dentro de la ortodoxia. Eso ha provocado que tanto la élite económica del país como los organismos internacionales terminen viendo con buenos ojos al presidente.
En 2009, 2014, 2015, 2016 y 2017 Bolivia encabezó el crecimiento del PIB regional, apoyado en la exportación de gas y en una creciente demanda interna. Y tuvo en los últimos cuatro años (2014-2018) el mejor crecimiento del Producto Interno Bruto en Sudamérica. El Fondo Monetario Internacional, en su informe ‘Perspectivas de la economía mundial’, ha señalado a Bolivia como el país que tendrá en 2019 la mayor tasa de crecimiento económico (4%) de Latinoamérica.
Sivak cuenta una anécdota muy ilustrativa en torno a la visión económica del mandatario: “En un momento Evo les dice: ‘Yo cuando llegué a la presidencia no sabía cómo se provocaba la inflación y no sabía lo que era el superávit, pero sí puedo decirles que por primera vez en muchos años hoy en Bolivia la inflación está controlada y hay superávit fiscal’. Bueno, yo estaba ahí y verles la cara a todos esos hombres de negocios era realmente un regocijo. Eso genera Evo, aplicando mucho la lógica del campesino, por ejemplo con los créditos internacionales”.
3-. Políticas sociales
Desde el punto de vista social, sus programas de transferencias condicionadas le han ganado el respaldo de las clases populares. Además, su ortodoxia económica ha atraído el respaldo de las clases medias que en él han visto el símbolo de una Bolivia que ha dejado atrás la inestabilidad del periodo 2002-2009.
Sus reiteradas nacionalizaciones desde 2006 no han alejado las inversiones privadas extranjeras y le han aportado al Estado considerables recursos (gracias además a una coyuntura de elevados precios de los commodities) para impulsar políticas sociales que se han traducido en un renovado apoyo hacia el presidente.
Sivak señalaba en su libro que “ahora Bolivia, con las nacionalizaciones pasó de recaudar 300 millones de dólares a 1.300 millones de dólares, con ese dinero en parte hizo la Renta Dignidad que es una ayuda a ancianos que no tenían jubilación, y otro tanto para ayuda a niños y para alfabetización, eso es lo que priorizó a la hora de redistribuir”.
Paralelamente, no alejó a las empresas privadas porque el objetivo de la nacionalización no fue expulsar a esas empresas sino renegociar y establecer nuevas relaciones con las corporaciones transnacionales.
Les impuso “mayores impuestos para las compañías petroleras y contratos renegociados donde el Estado con la nueva ley retendría el 18% en royalty y añadiría un 32% por concepto de Impuesto Directo a los Hidrocarburos, IDH; el decreto añadió un 32% adicional para beneficiar a YPFB, durante el tiempo que los contratos fuesen negociados. Esto dejaba un 18% de los recursos de las ventas del gas a las compañías extranjeras”, recuerda la académica Rosío Vargas Suárez.
En 2019 el principal rival de Morales es Carlos Mesa, historiador, escritor y periodista, quien cumplió 66 años el pasado 12 de agosto. En 2002 fue elegido como vicepresidente dentro de la fórmula que lideró el empresario Gonzalo Sánchez de Lozada, quien renunció el 17 de octubre de 2003, tras una ola de protestas sociales lideradas por Morales en las cuales hubo más de 60 muertos. Mesa ejerció entonces como presidente hasta el 9 de junio de 2005, cuando un nuevo conjunto de protestas sociales promovidas por Morales condujo a su renuncia.
El tercero en discordia es el senador Óscar Ortiz que encabeza la alianza Bolivia dice No y está vinculado a la élite empresarial agroindustrial del departamento de Santa Cruz, el más poblado de Bolivia y de mayor desarrollo económico del país. Ortiz, que pertenece al partido Movimiento Demócrata Social (MDS), tiene 50 años y su fortaleza en cuanto a intención de voto procede de su bastión electoral, Santa Cruz.
¿Qué dicen las encuestas?
Para ser elegido presidente de Bolivia, el candidato ganador necesita en primera vuelta llegar al 50% o superar el 40% con 10 puntos de ventaja sobre su inmediato rival. El segundo párrafo del artículo 55 de la Ley 026 del Régimen Electoral dice que serán proclamados presidente y vicepresidente quienes obtengan en primera vuelta más del 50% de los votos válidos emitidos o un mínimo de 40 puntos porcentuales y una diferencia de al menos 10% respecto a la segunda candidatura más votada.
En estos momentos, y según los sondeos, nadie llega a esas cifras. Morales permanece al frente en la intención de voto de cara a los comicios generales del 20 de octubre, con un margen que oscila entre el 33% y el 38%. Aventaja ampliamente al aspirante de Comunidad Ciudadana, Carlos Mesa, que ronda el 25-28%,
y a Óscar Ortiz, que se sitúa entre el 9% y el 11%. Incluso los sondeos que más le favorecen, como el de Celag, colocan a Morales obligado a disputar el balotaje.
La encuesta más reciente, del diario La Razón, coloca a Morales asentado en el primer lugar (casi 10 puntos de ventaja) pero lejos del 40% y con un voto opositor que unido supera al oficialismo, con el añadido de una figura emergente como Chi Hyun Chung del Partido Demócrata Cristiano (PDC), que escaló al cuarto lugar con 5,8%.
Pese a todo, algunos analistas, como Mario Torrico Terán, politólogo boliviano e investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), consideran que las últimas encuestas “subestiman” al votante de Morales y, pese a reconocer que existe un alto índice de electores indecisos, afirman que la posibilidad de una segunda vuelta electoral “está lejos” de ser un hecho. “En Bolivia, las consultoras dedicadas a los sondeos electorales suelen subestimar el voto al presidente. Les ha pasado siempre (…), un 40% del padrón pertenece al ámbito rural y ese porcentaje se destina casi todo para Morales”.
Si no alcanza el 40% con 10 puntos de ventaja, esto conduciría a una segunda vuelta donde las opciones de Morales se reducen ya que en el balotaje lo normal es que los votantes de Mesa y Ortiz, radicalmente antievistas, unifiquen sus votos por más que en la campaña haya existido una guerra fría entre ambos.
Además de presidente, los bolivianos también deberán votar por los integrantes de la Asamblea Legislativa, conformada por 130 diputados y 36 senadores. De acuerdo a las últimas proyecciones, de mantenerse la tendencia actual, el líder del MAS podría conseguir la mayoría en las cámaras de diputados y senadores, pero ya no contaría con los 2/3 que tuvo hasta ahora. En el país sudamericano, disponer de este número en el Parlamento posibilita la aprobación de leyes y facilita el nombramiento de nuevos ministros. Con este panorama, Comunidad Ciudadana, de Carlos Mesa, sería la segunda fuerza política, y el partido Bolivia dice No, del candidato Carlos Ortiz, quedaría como la tercera mayoría.
¿Cómo ha marchado la campaña?
La campaña para estas elecciones ha estado marcada por tres factores que han incidido sobre la intención de voto: los incendios en la Chiquitanía, la apelación al voto del miedo y el rol del aparato del Estado.
En su tramo final los incendios en la Chiquitanía amazónica boliviana han provocado un desgaste añadido para el gobierno. La opinión pública no dudó en culpara Morales por lo ocurrido debido a que la legislación permisiva del Ejecutivo ha incentivado la oleada de incendios al “facilitar” la deforestación y la promoción de la explotación ganadera. Un gobierno que se negó a declarar la emergencia ambiental pese a que los focos llegaron a afectar 1,2 millones de hectáreas de pastizales y bosques, dejando un saldo de miles de damnificados.
El gobierno ha contratacado y respondido apelando al voto del miedo y poniendo en marcha el aparato del Estado que ha jugado a su favor. El Movimiento al Socialismo ha difundido el mensaje de que si hay cambio de gobierno, Bolivia podría correr la suerte de Argentina, Perú, Ecuador y Brasil.
Un spot del oficialismo asegura que un gobierno de Carlos Mesa impondría en Bolivia el modelo de gestión de Mauricio Macri que ha conducido a Argentina a una profunda crisis. Y el ministro de Comunicación, Manuel Canelas, ha llegado a comparar a Mesa con el expresidente peruano Pedro Pablo Kuczynski, quien dimitió en marzo de 2018. “Lo que pasa hoy en Perú tiene su origen en la debilidad estructural del proyecto político del expresidente PPK”, escribió Canelas.
El MAS advierte que Bolivia podría seguir el rumbo de Ecuador, donde Lenín Moreno enfrenta una sublevación indígena, o Brasil, donde el presidente Jair Bolsonaro excluyó, por ejemplo, a la población LGTBI como beneficiaria de los programas sociales.
Lo que hay en juego
La principal fortaleza de Morales ha residido durante más de una década en la fuerte y continuada expansión económica (en torno al 5% de media), que ha favorecido una importante reducción de la pobreza. Los altos precios del gas y la ortodoxia macroeconómica, alabada por el FMI, han permitido a Morales desplegar ambiciosas políticas sociales que han desembocado en mayorías legislativas y reiteradas reelecciones plebiscitarias.
Pero esa coyuntura llega ahora a su fin. Tanto Morales como su régimen tienen un hándicap que quizá no le impida ganar estas elecciones, pero condicionará la evolución de su posible gobierno hasta 2025: la dependencia de las exportaciones gasistas ya que el 80% de las exportaciones depende de la industria extractivista (gas, estaño y zinc).
Bolivia se acerca a una tormenta perfecta: menor exportación, mayor competencia por la producción gasífera de Vaca Muerta y precios bajos, unidos a la creciente deuda pública y elevado déficit fiscal. En 2019 tuvo el mayor déficit fiscal en Sudamérica, -8,1%, seguido por Brasil, con -7,1% y Argentina, con -5%.Gane quien gane las elecciones la matriz productiva ya no va a sostener el generoso gasto social. Y eso augura problemas sociales y creciente malestar. El ejemplo de Ecuador es, en ese sentido, muy ilustrativo de las tensiones a las que podría estar expuesto el futuro mandatario boliviano.