El Papa Francisco afirmó que la desigualdad “es el fruto de un crecimiento económico injusto, que prescinde de los valores humanos fundamentales”, y exhorta a “actuar todos juntos, en la esperanza de generar algo diferente y mejor”.
El Político
Al comienzo de la Audiencia general del miércoles 26 de agosto, el Papa Francisco iindicó que "la esperanza que viene de Cristo”,nos ayuda a navegar en las aguas turbulentas de la enfermedad, de la muerte y de la injusticia, que no tienen la última palabra sobre nuestro destino final”.
Desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, continuado con las catequesis sobre cómo sanar el mundo después de la crisis sanitaria, el Santo Padre subrayó que “la pandemia ha puesto de relieve y agravado problemas sociales, sobre todo la desigualdad”, poniendo como ejemplo la realidad de los trabajadores, los niños, e incluso de las naciones.
Desigualdad
Ciertos niños, a pesar de las dificultades, pueden seguir recibiendo una educación escolar, mientras que para muchísimos otros esta se ha interrumpido bruscamente.
Algunas naciones poderosas pueden emitir moneda para afrontar la emergencia, mientras que para otras esto significaría hipotecar el futuro.”
“Estos síntomas de desigualdad –continúa el Pontífice- revelan una enfermedad social; es un virus que viene de una economía enferma”. Como subraya Papa Francisco, la desigualdad es el fruto de un crecimiento económico injusto, que prescinde de los valores humanos fundamentales, y que es indiferente a los daños infligidos a la casa común.
Monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá, escribió un artículos publicado en la revista Semana.
"Los habitantes de las zonas rurales están abandonados por las políticas públicas del Estado y expuestos a la acción directa de los grupos armados ilegales, financiados por la economía de la muerte del narcotráfico", denunció el prelado.
"La reconciliación debe nacer en el campo", indica el arzobispo de Bogotá
El Arzobispo de Bogotá, Monseñor Luis José Rueda Aparicio, abogó por "la defensa de la dignidad de la población rural, víctima de la arrogancia asesina del narcotráfico y del abandono generalizado", invocando "la vida, la reconciliación y la paz".
Mientras que en los departamentos de Nariño, Cauca y Arauca se producen escenas de violencia y terror -en total más de treinta personas han sido asesinadas en los últimos días, entre jóvenes, adultos y hasta un menor-.
Monseñor Rueda subrayó la urgencia del momento: "Es hora de empezar a dar pasos concretos, no podemos esperar más", dijo. "Los dirigentes políticos, científicos y económicos, y todos los colombianos, deben unir sus conciencias, recursos y proyectos para reconciliarse con la Colombia rural", porque "está en juego el futuro del hombre, la sociedad y el medio ambiente del país".
El dolor de los campesinos
"Los habitantes de las zonas rurales -denuncia el Arzobispo de Bogotá- están abandonados por las políticas públicas del Estado y expuestos a la acción directa de los grupos armados ilegales, financiados por la economía de la muerte del narcotráfico". Las mafias internacionales, las armas que siembran la muerte y la violencia en el campo, son como un "monstruo", añadió el prelado, "entraron en sus casas con fuerza destructiva, pisoteando la esperanza de familias enteras y sacrificando las vidas de las generaciones futuras por sus mezquinos intereses, como hemos visto en las recientes masacres perpetradas contra niños y jóvenes".