Un avión de Aeroméxico se accidentó en la tarde del martes al intentar despegar del Aeropuerto Guadalupe Victoria de Durango con rumbo a Ciudad de México. Iba con 103 personas a bordo, 99 pasajeros y cuatro tripulantes. Todos se salvaron.
El avión de Aeroméxico despegó a las tres de la tarde del Aeropuerto Guadalupe de Durango. Tras escasos minutos en el aire se desplomó arrastrándose sobre un terreno cubierto de maleza para quedar a unos 300 metros de la pista.
Nadie murió, aunque sí quedaron varios heridos. Un milagro, dicen expertos. Mientras concluye una investigación, se presume que la causa del siniestro fue el mal clima.
"Se debió seguramente al mal clima, a los vientos arrachados que había", dijo a la prensa Gerardo Ruiz Esparza, secretario de Comunicaciones y Transportes.
El viento hizo descender bruscamente al Embraer hasta tocar tierra con el ala izquierda, con lo que perdió dos motores para luego terminar en tierra. Minutos después la nave se incendió pero la tripulación, integrada por dos sobrecargos, un piloto y un copiloto, logró desalojar rápidamente a los pasajeros, entre los que había 11 menores de edad, incluidos dos niños.
"Fue una actitud ejemplar, valiente. En un momento muy breve pudieron evacuar a los pasajeros del avión", añadió Ruiz Esparza. Estas son milagrosas historias que contaron algunos de los sobrevivientes.
"El avión se partió en dos"
Jacqueline Flores, de 47 años, vive en Colombia. Como cada año había viajado a México a saludar a su familia. Esta vez lo hizo con una de sus hijas. Ocupaban los asientos 8A-8B, y justo cuando estaban en la línea de despegue comenzó a caer una lluvia torrencial, por lo que en segundos "entramos como en una niebla gris, nos elevamos, se sintió un viraje a la izquierda creo que para estabilizarse, cuando cayó".
Tras tocar el pavimento el avión siguió desplazándose, "y se sintió que habíamos entrado a unas zanjas; entonces yo metí la cabeza entre las piernas y obligué a mi hija porque se quedó tiesa, había mucha vibración, todas las maletas empezaron a caer y el pasillo quedó inundado".
Sentada en un sillón en la casa de sus padres y flanqueada por ellos dice que una vez detenida la aeronave, desabrochó su cinturón y el de su hija y decidieron saltar para poder salir del avión, que "se partió", estaba en llamas y lleno de humo.
Para cuando ellas saltaron ya había salido un joven, quien les ayudó sosteniéndoles los pies.
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"Bajo la tormenta, a pie y entre el lodo, Jacqueline y Laura se alejaron del avión incendiado hasta llegar a una caseta con techo de lámina, donde estaba una familia de tres, con una niña quemada de las piernas que no paraba de llorar, y una de las sobrecargos."
Después se enteró que la menor estaba entre los heridos más graves del accidente, pues sufrió quemaduras de segundo grado en 25 % del cuerpo, principalmente en las piernas.
Pese al impacto y todo el movimiento, no fue necesario que Jacqueline fuera hospitalizada, pues solamente sufrió una cortada en la palma de una mano y un esguince de segundo grado en una vértebra.
"Fue una bendición de Dios, todos los pasajeros recibieron la ayuda de Dios Nuestro Señor", afirma su madre, quien se dice firme creyente católica, especialmente de la Virgen de Guadalupe.
"Sentí fuego en la espalda"
José Manuel Pulgar Hidalgo, sobreviviente del accidente aéreo en Durango (México), sabe lo que es vivir en peligro ya que su vida transcurre en las entrañas de la mina Hunosa, ubicada en su natal Asturias, en el norte de España.
Este sería su destino cuando este martes 31 de julio llegó al Aeropuerto Internacional Guadalupe Victoria de Durango para tomar el vuelo 2431 de la línea Aeroméxico con destino a Ciudad de México, donde haría la conexión a su país.
"Iba todo puntual, todo correcto, apenas comenzaba a llover, no se veía un diluvio, pero luego me explicaron que se juntaron dos tormentas y hubo un viento arrachado", narra Pulgar mientras se queja de un dolor en el costado izquierdo.
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Recuerda que cuando el avión despegó, sintió un primer golpe muy leve, después uno más fuerte y un tercero que fue el que causó que todas las maletas se salieran de los compartimentos y que la aeronave, un Embraer 109 con 10 años de antigüedad, comenzara a "desarmarse".
Señala que al mismo tiempo que veía que el avión ya se deslizaba sobre el terreno, comenzó a sentir calor en la espalda y después se dio cuenta que había fuego, motivo por el cual de inmediato ubicó una salida y se desabrochó el cinturón para intentar salir.
No obstante, Pulgar explicó a Efe que ya cuando estaba en la puerta del avión, "algo" le dijo que tenía que volver por su compañera de asiento, quien era una persona mayor y no podía salir por sí misma.
Sus dos hijos todavía no saben que su padre, aparte de sobrevivir al accidente, ayudó a una anciana y a otro hombre a sacar a sus hijos y su esposa.
"Tal vez el hecho de ver a los niños y recordar que tengo hijos me hizo ayudarlo", comenta.
Via: EL ESPECTADOR