Se cumplen diez años y parece que fuera sido ayer. Ya ha transcurrido una década de aquél accidente en una mina en pleno desierto de Chile, que dejó bajo metros de tierra a 33 hombres, y lograron salir vivos casi de milagro.
El Político
Despierto. Duermo poco. A veces me veo en la mina, tirado en el lugar donde estaba. Eso te pone mal”, cuenta Mario Sepúlveda, uno de los 32 mineros chilenos que, junto a uno boliviano, pasaron 69 días bajo tierra.
Es el más histriónico de los 33, el que allá abajo los arengaba, les daba alegría y fuerza para no perder la Fe. Su propia historia así se lo demandaba. El día que nació -4 de octubre 1970- falleció su madre. Si, en su parto. A los 13, después de morir su abuela, se convirtió en un trotamundos. Del sur al norte de Chile transitó trabajos y dificultades. En la capital conoció a Elvira Valdivia, su esposa, la madre de tres de sus hijos: Scarlette, Francisco y el que nació desde su salida de la mina.
“Estaba trabajando en el nivel 105 cuando fue el derrumbe -cuenta-. Me avisaron que había pasado algo y fue impresionante cuando me di cuenta en la situación que estábamos”. En la profundidad sólo les quedaba esperar. Se agruparon en un refugio, adonde llegaba un conducto de aireación. “Ahí le poníamos lo bueno, yo soy de familia media prendida cuenta, verborrágico. Tengo raíces de gente para arriba”. Para Mario, el tiempo no pasó. “Recuerdo todo como si hubiera sido ayer. Muchas cosas, pero especialmente a mis compañeros, lo solidarios que fuimos, el súper equipo que armamos ahí abajo. Porque hubo que mantener la disciplina y no era sencillo. Había que racionar la comida. Pero también hubo humor, porque de a ratos nos reíamos: Esas pequeñas cosas nos mostraban vivos. Y al mismo tiempo recuerdo a los que te abrazaban porque tenían miedo de no poder volver nunca a ver la luz”.
En la superficie, la presión de los familiares hizo que la búsqueda se reiniciara el 9 de agosto. Al día siguiente llegó una imagen de la Virgen de la Candelaria y se celebró una misa. Mientras tanto, comenzaron a buscar con sondas con punta de diamante los lugares donde podían estar los mineros. Un taller vacío despertó angustia. Hasta que el 22 de agosto el campamento Esperanza estalló de felicidad. A las 14.55, al retirar la sonda, la encontraron pintada de rojo. ¡Los habían encontrado! A las 15.17, el presidente Piñera mostró la famosa nota: “Estamos bien en el refugio los 33”, escrita de puño y letra por el minero José Ojeda.
Sepúlveda continúa hurgando en su memoria: “La primera vez que nos preguntaron qué necesitamos, dijimos ‘una muñeca inflable’. Eso nos hizo reír mucho, nos sentimos vivos. Y afuera despertó admiración, hizo ver que no teníamos miedo”. Pero todavía faltaba horadar mucha piedra para el rescate final. La “paloma” con víveres y mensajes comenzó a ir y venir por la tuberia perforada. Los médicos constataron que la mitad de los mineros sufría estrés. El 26 de agosto se tuvieron las primeras imágenes de los 33, con saludos a los familiares y entonando el himno chileno. El “moderador” del video, a la manera de un cronista de tevé, fue Sepúlveda.
“Me gustaría llevar al mundo a una oscuridad absoluta, como la que teníamos nosotros allí abajo, para que valoren lo que tienen. Nos aferramos a cosas que no hacen falta. Estamos nerviosos, hay mucha falta de respeto, A veces me pregunto porqué Dios no hace un milagro y oscurece al mundo para que tengamos un cambio de actitud…”, dice de repente serio Sepúlveda, que fue el segundo en abandonar el encierro de la mina.
Bautizado como Plan San Lorenzo (por el patrono de los mineros), el rescate final tuvo tres planes simultáneos. Cada uno de ellos -el A, B y C- llevados a cabo por poderosos equipos de perforación. El segundo pozo lo hizo una máquina Schramm T-130, de la compañía estadounidense Geotec. Comenzó a operar el 3 de septiembre, y su objetivo era llegar a un taller cercano al refugio, que estaba ubicado a los 620 metros de profundidad. Con paciencia, a una velocidad de 20 metros cada 24 horas, fue alcanzando el objetivo. Sería, finalmente, la ruta hacia la superficie. El sábado 9 a las 8:05 horas, llegó al taller.
Para traerlos de vuelta, con asesoramiento de la NASA se construyó una cápsula de hierro de 3,95 metros de alto por 51 centímetros de ancho bautizada Fénix 2. El 12 de octubre, a las 23.19 descendió Manuel González, el primer rescatista de los seis que tomaron parte en la operación. El orden en que la cápsula los llevaría a la superficie fue decidido por un protocolo de rescate de submarinos. En primer término los que estuvieran mejor físicamente. Luego los más débiles. Y por último, los más fuertes psicológicamente. El primero en respirar el aire de la noche fue Florencio Ávalos, de 31 años. Lo hizo a las 00.10 del 13 de octubre. El viaje por entre las rocas duró unos 40 minutos. Había estado 68 días, 9 horas y 5 minutos atrapado. El último, Luis Urzúa, de 54, apareció el 13 de octubre a las 21.56. Con 69 días, 6 horas y 51 minutos es el ser humano que más tiempo estuvo bajo tierra.
El segundo en salir fue Mario Sepúlveda. “Ahi me pasó de todo -cuenta hoy-. Tuve pánico, mucho miedo. Fue muy fuerte ese viaje. Había lámparas, así que iba viendo los distintos brillos de la roca”. A la 1.09 de la madrugada, la cápsula se abrió en la superficie. Bajó exultante. “¿Tú eres de Argentina, verdad? Pues haber salido lo sentí como si hubiera ganado la final de un Mundial contra Argentina, Brasil y Alemania, todos juntos”. Lo primero que hizo fue regalarle una roca de la mina al presidente Piñera, “y a todos los que estaban alrededor. ¡Todavía tengo muchas piedras para regalar!”, cuenta feliz. Lo que no sabía es que hasta la Reina Isabel de Inglaterra tiene una, que el mandatario chileno le obsequió.
La salida de los 33 fue como una estampida. “Cada uno tomó su rumbo. Hay que seguir trabajando. Cada uno tiene sus compromisos. Con algunos nos llamamos, hay un tema de amistad. Pero nadie tiene la obligación de seguir viéndose. Hay algunos sentimientos encontrados con respecto a ese tema. Obviamente son compartidos por otros compañeros. Somos 33 personas, 33 historias distintas. Y a todos nos afectó. Algunos de una manera y otros de otra. Fue algo difícil, algunos quedaron con secuelas para dormir, algunos con traumas. No todos podemos enfrentar igual estas situaciones. Unos fueron mas fuertes, otros mas débiles”. Alguna grieta que no quiere confesar se produjo con la cesión de derechos económicos para la filmación de la producción hollywoodense llamada “Los 33″. El papel de Sepúlveda le correspondió a Antonio Banderas. “Me pareció una película bonita, que habla bien de los chilenos en general. Pero del dinero no quiero hablar. Son cosas que sólo comento con mi familia…”, cierra.
Lo que no pudo evitar fueron las revelaciones que provocó la fama. Si al ingresar a la mina tenía dos hijos. al salir aparecieron dos más. “Después del accidente, ahora tengo dos hijas. La verdad es que las tenía de antes y tuve que dar la cara, mi amigo. Ahora tengo cinco: Laurita de 31, Catita de 29, Scarlette que ya tiene 28, Francisquito de 23 y el último, nacido después de todo esto, Marito Leonardo Andrés, de 8″.
Fuente: La Opinión
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