"Dígales algo diferente, cambie su discurso" me dijo el Presidente Jacques Chirac, mientras subíamos por las escalas del Eliseo, durante la visita que hice en mi condición de Presidente Electo. Me sugería cambiar el discurso para apaciguar a alguna multitud, que en la entrada me insultaba por las condiciones que como candidato anuncié para un eventual acuerdo humanitario que obtuviera la liberación de secuestrados como la doctora Ingrid Betancourt. "No se preocupe Presidente que yo asumo estas dificultades", fue mi respuesta. Era una prueba de coherencia; mantuve, antes y después, que un acuerdo de esa naturaleza debería asegurar que los guerrilleros que llegasen a ser liberados de las cárceles no regresaran a la Farc, que se desmovilizaran y se sometieran a la vigilancia de un país -Francia lo ofreció-, o de la Iglesia Católica.
Liberar a los secuestrados fue mi obsesión desde el día de la elección; Gilberto Echeverri, Guillermo Gaviria, Ingrid Betancourt, Clara Rojas, los policías y militares, no salían de mi mente y varios de ellos de mi corazón. Mantenidas las condiciones básicas autorizamos más de 26 intentos para rescatarlos.
Hablé también con el ministro Dominique Villepin, bien cercano a la familia Betancourt Pulecio. Seguramente fue el responsable del envío de un avión a la amazonía de Brasil, que debería recoger a la secuestrada, en proceso que no se dio. Meses antes el doctor Herman Arias, Personero de Bogotá, acudió a la Presidencia con un finquero del rio Putumayo quien nos aseguró haber visto pasar a la doctora Ingrid a bordo de una canoa. Alerté a la familia Betancourt y al Embajador de Francia, quien acudía periódicamente a hablarme del caso. Ignoro hasta qué punto avanzaron en ese contacto, pero tristemente el avión regresó a París sin los secuestrados.
El Ministro Nicolás Sarkozy nos visitó en Bogotá; amigo de la Ministra Marta Lucía Ramírez nos expresaba firme apoyo a la seguridad democrática…"