Hay un factor clave que no se consideró cuando el presidente Nicolás Maduro anunció esta semana que será el ejército el que liderará la lucha contra la rampante escasez de alimentos: que las fuerzas armadas han jugado un papel principal en la crisis económica de Venezuela.
Desde que Maduro ocupó el poder en 2013 ha nombrado a una serie de generales, tanto activos como retirados, para encargarse de la economía.
Los cinco ministros de alimentación de su periodo, que han administrado una de las partidas presupuestarias más grandes del gobierno, han llegado de las fuerzas armadas. Y ellos, a su vez, han designado a decenas de sus séquitos militares para dirigir todo: desde las cadenas oficiales de supermercados, hasta una agencia que supervisa la importación de alimentos.
Sin embargo, ninguna de esas medidas puede igualar el alcance del nombramiento que Maduro hizo esta semana del ministro de defensa Vladimir Padrino para dirigir lo que llamó la “Gran misión de abastecimiento soberano”.
El objetivo es aumentar la producción y garantizar una distribución fluida de alimentos ante lo que Maduro considera un sabotaje económico por parte de sus opositores. Como parte de la orden, los ministerios recibirán órdenes de Padrino y los puertos nacionales estarán bajo la “autoridad única” del ejército.
Eso ha provocado que algunos comparen la medida con una toma discreta de poder por parte de las fuerzas armadas, el árbitro histórico de las disputas políticas en Venezuela.
Los venezolanos pudieron echar un primer vistazo a la iniciativa a través de imágenes transmitidas el miércoles en la televisión oficial que mostraban a agentes uniformados inspeccionando plantas de pollos y revisando órdenes de entrega para un importante envío de aceite vegetal.
“Esta guerra económica la vamos a derrotar porque hay la voluntad y compromiso político, del poder popular y de la fuerza armada con este proceso”, dijo el general Pedro Álvarez mientras realizaba la inspección cerca de la capital.
Pero a pesar del bombardeo mediático, poco ha cambiado para la gran mayoría de los venezolanos.
En varios vecindarios de Caracas, el día inició igual que siempre: con largas filas que abarcaban cuadras y cuadras de personas que esperaban la llegada de los camiones de entrega de suministros y la oportunidad de comprar lo que sea que descarguen antes de que se vacíen los anaqueles.
En la entrada del puerto de La Guaira, por donde entran la mayoría de los alimentos consumidos por los venezolanos, no había señales de un inminente despliegue militar, sólo unos cuantos policías civiles relajados y desarmados. Nada preocupante: no había un solo barco atracado a la vista.
Duplicar las fuerzas armadas puede tener sentido político para Maduro, quien carece del perfil militar de su predecesor y mentor, el fallecido Hugo Chávez. Con los bajos niveles de popularidad de Maduro mientras hay disturbios diarios por alimentos y una oposición que le exige retirarse del poder, es de vital importancia para él contar con la lealtad de las fuerzas armadas, que controlaron las protestas en contra del gobierno en 2014.
Sin embargo, resulta poco probable que al depender del ejército se dé el milagro económico que Venezuela necesita con tanta desesperación -por lo menos si se juzga por su trayectoria hasta ahora.
En marzo, durante una gira de prensa a una granja administrada por el ejército cerca de la ciudad central de Maracay, se observaron soldados que preparaban gallineros vacíos y una pequeña parcela de tomates. Pero no era nada comparado con la escala de lo que Venezuela necesita para reavivar la agricultura y producción de alimentos, que se ha paralizado tras una década de control de precios que han obstaculizado la producción de productores privados.
Con el gobierno gastando más de los ingresos públicos, la inflación ha alcanzado los tres dígitos y el bolívar se ha colapsado ante el dólar y otras monedas extranjeras.
Conforme se han desplomado las cadenas de abastecimiento en años recientes, las importaciones extranjeras aumentaron. Pero ya también caen.
El colapso del precio del petróleo venezolano ha obligado tomar medidas de austeridad, lo que ocasionó que agentes restringieran con firmeza el acceso a la moneda extranjera necesaria para que los comercios, y muchas empresas oficiales, puedan importar materiales crudos.
Eso ha provocado una caída en la producción nacional.
El gobierno le resta importancia a esos factores bajo el argumento de que el tráfico y especulación en los bienes básicos subsidiados y con precios controlados, son los principales motivos de la escasez.
El lunes, Maduro ordenó la toma de una planta perteneciente a Kimberly-Clark Corp. El fabricante de productos de papel estadounidense cerró sus operaciones en el país al decir que era imposible continuar haciendo negocios.
Además de la inexperiencia militar en temas económicos, también surgen preocupaciones de quien se beneficia con estos crecientes problemas.
Las fuerzas de seguridad aparecen con frecuencia en la televisora estatal mientras confiscan bodegas de bienes traficados. Sin embargo, cuando las cámaras están apagadas se ha visto cómo soldados se llevan bienes para ellos mismos o exigen sobornos en puestos de control militar que se han multiplicado a lo largo del país en el último año.
Uno de los ex ministros de alimentación de Maduro es buscado por beneficiarse de compras en el extranjero. Otros dos, incluido el actual jefe, el general Rodolfo Marco Torres, son investigados por la Asamblea Nacional controlada por la oposición por supuestamente inflar contratos y malversación de fondos. En abril, legisladores exigieron la destitución de Torres cuando no se presentó ante la asamblea legislativa.
El darle más poder a los militares siempre ensombrece a un continente que ha estado marcado por constantes golpes de Estado, pero pocos expertos vaticinan una toma de poder militar completa, algo que podría provocar sanciones internacionales.
Algunos consideran que Padrino podría ser una figura pragmática que trabajaría tras escenas para debilitar la resistencia del Partido Socialista Unido de Venezuela para otro referéndum que, de llevarse a cabo este año, podría destituir a Maduro y ocasionar nuevas elecciones.
Cuando la oposición ganó de forma apabullante el control en la asamblea legislativa en diciembre, Padrino, rodeado por el mando militar, apareció en la televisión para felicitar a los venezolanos por cumplir con su obligación cívica de votar en forma pacífica.
Para algunos opositores, fue una señal oculta de que no está casado incondicionalmente con el proyecto de Maduro que él llama socialista.
Algunos temen que una mayor participación militar sólo manchará a la institución.
“Le han dado un total poder a los militares para resolver un problema que ellos crearon y no tiene solución”, dijo Fernando Antich, un general retirado y ex ministro de Defensa en la era previa a Chávez. “El único resultado es que ahora van a ser más responsables del fracaso”.
AP